Le dije a mi hija que me trajera las fotos de
Dominique, la nueva gatita, para que la escaneáramos. Pero eran casi todas insalvables, salvo ésta. Domi llegó a la familia por encanto de Tita Merello, que obligó a echar por tierra con todos los prejuicios contra los gatos que tenían en mi casa. Tan así fue que mi mamá, que odiaba a los gatos (porque para ella también eran cosa del demonio) días atrás me contó sus primeros escarceos con Mía, la hermana de Dominique, a quien ella adoptó. De modo que Tita Merello tiene ahora dos primas (atigradas ambas) para hacerlas cagar a tarascones. Veremos qué pasa cuando las juntemos. Dominique parece encantadora (y me dicen que lo es). La última vez que mi hijo se cruzó conmigo estaba en Tucumán, ya volviendo de sus vacaciones, impaciente para llegar a su casa, entre otras cosas para conocer a su gatita, con la que solo convivió un día.
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