miércoles, 18 de julio de 2007

Digan dengue

por Santiago Giralt

La antepenúltima función fue hermosa. Las musas concurrieron al encuentro de la inspiración y la preparación.
Luego nos fuimos a lo de Daniel a comer unas pizzas caseras y a beber unos vinos deliciosos. Y vimos los dos videos de Sebastián Freire: primero, Rainbow (una relectura en fotos fijas de El mago de Oz, vinculando po(lí)éticamente la muerte de Judy Garland y los enfrentamientos de Stonewall, con la versión de Norah Jones de "Somewhere over the rainbow"), un video que logra emocionar y hacer pensar y establece un diálogo maravilloso entre cuerpos de hombres desnudos en posiciones eróticas y la proyección de la película, una síntesis genial; en segundo lugar vimos El amor en los tiempos del dengue, el video, una recolección fotográfica y musical de los ensayos, el ensayo general y el estreno...
Fue un ritual hermoso: todos los que de alguna manera tuvimos que ver con el dengue vimos esa documentación del hecho teatral con una musicalización perfecta y la posibilidad de ver desde afuera lo que vivimos en el escenario.
Lo que me encantó de las elecciones de Sebastián es que el teatro filmado suele ser horrible porque la actuación y la iluminación teatrales son infilmables, pero él elige poner momentos congelados por la fotografía, puro gesto, que le devuelven a la acción la teatralidad necesaria y la síntesis expresiva que requiere. Por otro lado, pone las imágenes en movimiento de momentos precisos de la obra donde el movimiento revela un sentido nuevo. Y, en el teatro, el actor nunca ve la obra, nunca comparte con el público la relajada sensación de sentarse en una butaca, esperar a que se apague la luz y ver la obra. Ayer pudimos ver destellos de eso y, la verdad, es que me gustaría poder desdoblarme y ver El amor en los tiempos del dengue abajo del escenario.

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