sábado, 29 de noviembre de 2025

Foucault explicado a los niños

Por Daniel Link para Perfil

A Luca Guadagnino se le dan bien los ambientes universitarios. Fue convicente en Call Me by Your Name (2017), un melodrama con tesista, tutor, adolescente extraviado y joie de vivre en la campiña italiana donde, como se sabe, el que no coge es un inglés.

Ahora vuelve a ese ambiente, pero plagado de normas: el asunto de After the Hunt (2025) sucede en Yale, ¡donde dio clases Josefina Ludmer! Y te digo más: en el Departamento de Filosofía, donde Julia Roberts desempeña a una profesora que enseña bastante bien a Foucault (las otras menciones filosóficas son, en cambio, un poco triviales y huelen a “efecto de realidad”). Ella y su mejor amigo compiten por el codiciado tenure (titularidad vitalicia), que ninguno de los dos ganará mientras dura la película. Él, porque es denunciado por una alumna afroamericana (que está en pareja con un varón trans) por intento de violación (o violación a secas, nunca queda claro). Ella, porque es adicta a analgésicos para proveerse de los cuales le roba una receta a una amiga, que la denuncia (es, tal vez, lo menos verosímil de toda la película). También es un poco borracha, pero eso no parece inquietar demasiado a nadie.

En un posfacio, vemos a Julia Roberts convertida en decana, enfrentando a su pupila (a quien antes había acusado de plagiar el Homo sacer de Agamben) como para hacer las pases sin hacerlas del todo.

Todavía no sé bien si la película es buena o no (probablemente no lo sea), pero se deja ver y para quien ha participado toda su vida de las humanidades y de los chismorreos de las instituciones americanas es muy, pero muy simpática (esto se parece a lo de Princeton, esto se parece a lo de NYU, etc).

Caza de brujas es mucho menos amarga que Tár (2022), la película protagonizada por Cate Blanchet y dirigida por Todd Field, pero bastante más compleja. Superpone al melodrama de ambiente highbrow (ópera, universidad, Mahler, Foucault) un debate explícito sobre los límites institucionales (por más caprichosos que estos sean) y los riesgos de franquearlos y sobre el deber moral enfrentado a la ética personal.

En tiempos en que estas discusiones son arrojadas al vasto saco de la caducidad o de la inutilidad, la discusión de Julia Roberts (el personaje que desempeña) con una alumna es reconfortante porque muestra que la historia de la filosofía no sólo sirve para el lucimiento personal en una fiesta (lo que también sucede) sino para marcar el ritmo de los tiempos.

La próxima de Guadagnino es una nueva versión de American Psycho, que esperamos con ansias.


sábado, 22 de noviembre de 2025

Todo sea por el Papa Francisco....


 

Saber de menos

Por Daniel Link para Perfil

Escribo desde Santiago de Chile, donde no he podido coincidir con mi amiga Carolin Emcke, que estuvo la semana pasada, ni con mi amiga Nuria Girona, que llaga la que viene. Siempre me resultan simpáticos esos encuentros fugaces de personas que vivimos en ciudades muy remotas, como naves que cruzan en un puerto, para segur su camino hacia otra parte. 
Pero es cierto que esta vez mi agenda era muy apretada y tenía que socializar con mis nuevos y viejos amigos santiaguinos, que me pusieron al día en chismes pero también sobre la situación política y cultural de Chile.
Me di cuenta de que los diarios argentinos habían informado con bastante fidelidad sobre el primer aspecto (por supuesto, ningún análisis tan fino como el de los propios locales) pero que, en cambio, no tenía mucha idea de la cultura trasandina de los últimos años, meses, días.
Dándole vueltas al asunto caí en la cuenta de que en realidad se nos informa más bien poco sobre las culturas de otros países, salvo de los Estados Unidos, cuyas festividades ya integran nuestros calendarios. Lo que sabemos, lo sabemos por nuestras amigas, lo que en algún sentido no hace sino potenciar la necesidad de un vínculo humano para poder comprender la complejidad del mundo que nos rodea.
Pero cuando no hay informante amistoso, nos quedamos en penumbras.
Pienso, sobre todo, en culturas que en el pasado fueron muy ricas y tuvieron un gran impacto entre nosotras pero que hoy, como están en guerra, han sido silenciadas hasta el anonadamiento. 
¿Qué sabemos del cine, la literatura, el teatro y la música rusa? Es inverosímil pensar que la patria de Pushkin, de Jakobson, de Trubetskoy, de Ajmátova, de Eisenstein y de Tchaikovsky no tenga alguna marca interesante para compartir con nosotras y sería injusto cancelar todo lo ruso por la conducta de sus generales. En los países en los que, en efecto, se suspendieron los “contenidos” rusos de los programas de enseñanza, esa decisión fue recibida con escándalo.
Lo mismo podría decirse de las artes chinas: ¿no es inocebible, acaso, que sólo podamos pensar en ese mundo entero en términos del intercambio comercial que les conviene a los gobiernos estadounidenses?
Todos los que no somos sinólogos dependemos de informes por lo general tendenciosos. No hay noticia sobre la IA Deep Seek que no subraye con malicia su peligrosidad, como si las inteligencias artificiales de las corporaciones americanas fueran actualizaciones de la Maria Rainer de Julie Andrews.
Nada de eso se nos ahorra, desde ya: el absolutismo chino y su capacidad infinita de control, los oligarcas rusos y la sed de sangre de los generales de Putin, etc.
Todas las promesas de achicamiento de las distancias y de circulación irrestricta de la información en un mundo globalizado han sido desmentidas por la ignorancia a las que se nos somete. “¡Es que son países con censura!”, se nos dice. No puedo negar ese aserto, desde ya, pero me es evidente que tampoco se nos cuenta nada de sociedades más liberales pero que resultan igualmente insignificantes en términos del conocimiento que de ellas se nos ofrece.
Finalmente, la cultura global no es sino la máscara actual de la cultura imperial, que decide sobre qué se sabe más y sobre qué se sabe menos.
El New York Times acaba de publicar una nota contando que los disientes sexuales huyen de Rusia. ¿A dónde? A Buenos Aires, por supuesto.
Ojalá, pienso, entre tanta loca harta del terrorismo estatal haya algunas que nos cuenten cómo es la música, la poesía, el cine y el arte con el que crecieron y en el que encontraron (si así fue) las fuerzas necesarias para correr a nuestro abrazo.
Nos obligan a identificar a estados y a decisiones geopolíticas con comunidades de vida y con estilos de pensamiento, lo que está mal, porque bien sabemos que en los momentos más oscuros de las peores políticas estatales, nosotras encontramos la forma de resguardar el lazo comunitario, que poco y nada tenía que ver con las decisiones soberanas.
Pienso todo esto, lo escribo, y ya querría tacharlo porque me doy cuenta de la falsedad del razonamiento. ¿Acaso no ignoramos también las culturas que se forman y sostienen más allá de Buenos Aires? 
Tal vez no sea que nos imponen saber menos sobre ciertas comunidades, sino que no nos interesa saber más sobre ninguna que no sea la propia.
No sé si será una onfaloscopía o un mecanismo de supervivencia. En todo caso, sólo el conocimiento de lo que nos es ajeno nos permite poner en perspectiva lo propio, desabsolutizarlo, rebajarlo a sólo una variación de las infinitas posibilidades de existencia, que incluye a las existencias rusa, chilena, china, cordobesa, de las que necesitamos noticias, detalles, esperanzas.


sábado, 15 de noviembre de 2025

Mis pensamientos

 

Por Daniel Link para Perfil

Tener ideas no es lo mismo que sostenerse en un pensamiento. La idea es brillante, se impone en la oscuridad, crece como una pompa de jabón, por lo general explota salpicándonos con sus gotículas. Las ideas son como pedos de la mente. Los estilos de pensamiento permiten que una idea aparezca como una flor rara o como un cáncer repentino.

Por supuesto, las ideas tienen su vida propia y que desaparezcan en un momento histórico no significa que no puedan volver a seducirnos. Y, al revés, una idea triunfante, de pronto puede tropezar y convertirse en humo, en polvo, en nada.

El pensamiento es más aburrido, pero más sólido. Esa solidez puede ser a veces engañosa, como la de un ladrillo mal cocido. Pero el pensamiento no flota en el aire, sino que se desliza como el caracol, con su baba que marca un andar.

Siempre hay que ser capaz de determinar qué pensamiento es capaz de generar qué ideas o, una vez abrazada la idea (¡votemos a la ultraderecha!), en qué pensamiento se la justifica: ¿que está bien que cada uno se salve por su cuenta; que está bien atar el futuro de una comunidad, un país a los vaivenes de la especulación financiera? ¿que está bien desdeñar los poderes republicanos (que es el ámbito en que la ultraderecha tiende al fracaso)? ¿que está bien humillar al diferente? ¿que está bien aceptar sin análisis crítico cualquier gansada que a una le digan, por mero principio de autoridad? ¿que, inferiores como somos, debemos aceptar las condiciones que nos imponen los mamarrachos que ejercen el poder mundial? ¿que la naturaleza es algo para ser meramente explotado? ¿que te podés coger lo que se te de la gana en la privacidad de tu domicilio, pero no andar dando besos en público a quienes no se supone que tengas que besar?

Sí, los pensamientos son como ladrillos (a veces más sólidos, a veces menos), que sirven para hacer puentes, casas, caminos. Si uno usó un ladrillo, sabe que el que viene tiene que encastrar con ese para poder construir algo. Las ideas, en cambio, son autónomas y compiten entre si por la atención. Tengo esta idea. La mía es mejor, sorete. Qué tristeza.

 

viernes, 14 de noviembre de 2025

sábado, 8 de noviembre de 2025

Chicago Girls

Por Daniel Link para Perfil

Vuelvo de Chicago, donde hoy mismo se está desarrollando el congreso “Imaginarios autoritarios” en el mismo lugar (la Universidad de Chicago) donde estudiaron los Chicago Boys, famosos sobre todo por la implementación del modelo económico neoliberal durante la dictadura de Pinochet. “Imaginarios autoritarios” es una acción del proyecto “Un contraimaginario en tiempos autoritarios”, liderado por Judith Butler (UC Berkeley), Shannon Jackson (UC Berkeley), Debarati Sanyal (UC Berkeley), and Denise Ferreira da Silva (New York University), lo que introduce una variable fundamental a la hora de considerar los imaginarios autoritarios: el género.

Más allá de eso, el trabajo de definir las nuevas formas imaginarias en que el autoritarismo se procesa está en marcha y nos involucra directamente. No deja de sorprenderme, por ejemplo, la resistencia militante del periodismo argentino para reconocer rasgos de neofascismo en las ecologías políticas en las que vivimos. “No es lo mismo” no se cansan de decir los aterrados cronistas del presente, que seguramente temen que en algunos años les reprochen no haber sido suficientemente críticos con la marea discursiva fascista que se nos pega al cuerpo.

Doy un ejemplo. En la fila de seguridad del aeropuerto en el que tomé uno de los aviones de regreso (fueron tres), había un cartel que decía: “Autodepórtese”. Estaba en castellano, con lo cual quedaba claro quiénes eran sus destinatarios. La “deportación” (que no es una “repatriación”) es un acto de violencia estatal, aquí apenas mitigado por el prefijo “auto”. Ahora bien, más allá de hablantes de español, ¿quiénes son los destinatarios de esta amenaza autoritaria (“Si no se auto deporta, el ICE seguirá dando prioridad a su expulsión”) y por qué? No pueden ser “criminales”, porque en ese caso no se entiende que el Estado financie el viaje y otorgue un premio de 1000 dólares por familiar. Tampoco puede tratarse de personas que hayan desestabilizado el mercado laboral (ninguna estadística avala esa hipótesis).

La razón es puramente imaginaria: son personas “no blancas”, hispanoparlantes, cuya mera existencia bloquea la ilusión de pureza. Si eso no es fascismo, no sé qué puede serlo.


 

miércoles, 5 de noviembre de 2025

¡Autodepórtese!

 
Si esto no es fascismo, no sé qué puede serlo... 

 

sábado, 1 de noviembre de 2025

La tajada de sandía



por Daniel Link para Perfil

La doctrina del “Destino manifiesto”, cuyo nombre se estabiliza recién en 1874, fue formulada en 1630 por el ministro puritano John Cotton, quien sostuvo que “Ninguna nación tiene el derecho de expulsar a otra, si no es por un designio especial del cielo como el que tuvieron los israelitas, a menos que los nativos obraran injustamente con ella. En este caso tendrán derecho a librar, legalmente, una guerra con ellos y a someterlos”. La expresión “destino manifiesto” aparece por primera vez en el artículo «Anexión» de John L. O'Sullivan, publicado en la Democratic Review (Nueva York: julio-agosto de 1845). Allí se lee que “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino”.

A partir de este supuesto, los Estados Unidos anexaron los territorios de Texas (1845), California (1848) e invadieron México (1846), apropiándose de Colorado, Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah y partes de Wyoming, Kansas y Oklahoma (2 millones 100 mil kilómetros cuadrados, el 55 % del territorio mexicano de entonces). Estados Unidos intervino militarmente en Nicaragua en 1860 y en 1912, en Honduras en 1903, 1905, 1919 y 1924 para “restablecer el orden”, y en Cuba en 1898, después de haber vencido a las tropas ibéricas.

Particularmente interesante es el episodio de la “tajada de sandía” (cuya intensidad semiótica no puede disimularse). El 15 de abril de 1856 desembarcó en Panamá de un buque procedente de California el estadounidense Jack Oliver. Acompañado de unos amigos, se detuvo en el puesto de frutas de José Manuel Luna en el barrio de La Ciénaga, tomó una tajada de sandía, se la comió y quiso irse sin pagarla (valía un real, equivalente a cinco centavos de dólar de entonces). Reclamado el pago, Oliver insultó y amenazó al puestero a punta de pistola. El vendedor respondió con su puñal. Miguel Abraham (de nacionalidad peruana) arrebató la pistola a Oliver y salió corriendo, perseguido por la muchachada californiana, a los tiros.

El resultado de la batalla entre arrabaleros panameños apoyados por la gendarmería y aventureros norteamericanos fue de 14 norteamericanos y un francés muertos, en un bando, y 2 muertos y media docena de heridos en el otro, y la destrucción de las instalaciones de la Panama Railroad Company. El 18 de julio de 1856, el comisionado estadounidense Amos Corwine recomendó “la ocupación inmediata del istmo de océano a océano por Estados Unidos a menos que Nueva Granada nos convenza de su competencia e inclinación para suministrar adecuada protección y una rápida indemnización”. Ambas cosas sucedieron (indemnización y garantías de seguridad). Lo demás es historia reciente y manifestación de un destino latinoamericano que por fin nos alcanza cabalmente.