Durante el fin de semana, que imaginaba plácido, tuve una pelea estúpida con mi mamá. Estúpida y, como no podía ser de otra manera, dramática (dada la avanzada intensidad de nuestra mutua intolerancia). Sobre el tema, no agregaré más (que sufran los cultores del psicoanálisis silvestre), pero sí puedo aprovechar para seguir reflexionando sobre la senectud.
Estamos acostumbrados a pensar que la familia (tal como se la conocía tradicionalmente) está en crisis: porque la gente se separa, porque la gente vuelve a casarse, porque los hermanos ya no tienen los dos mismos padres (lo que implica que comparten sus historias a medias, premisa que ninguna corriente psicoanalítica puede absorber y resolver con elegancia).
Más interesante, me parece, es el problema de la cohabitación de los viejos, los lazos que se crean. Recuerdo el caso de una madre anciana (y senil) que vivía con uno de sus hijos (de su segundo matrimonio), con el acuerdo de su otra hija (de su primer matrimonio), quien le enviaba a su hermano (o medio hermano) una cantidad de dinero por mes en concepto de "alimentos". Grande fue la sorpresa de esta mujer (ya mayor), cuando se enteró de que su madre había sido internada en un asilo para locos y que su hermano no le había dicho nada para no prescindir de esos dineros que servían para acomodar su economía doméstica.
Menos sórdido, pero igualmente interesante, es el caso de unos vecinos míos: un viejo que vive con su suegra (ya nonagenaria). La señora sobrevivió a la muerte de sus tres hijos (una de ellas, casada con su actual roommate). Aunque ella quiera morirse (lo dice todo el tiempo), ese privilegio se le escapa. El señor, me cuentan, está muy achacoso (el año pasado se quebró la cadera). Juntos, han armado una nueva unidad económica, una nueva familia. No los une la sangre, ni el amor que se tienen, sino un vínculo jurídico-económico. Entre los dos consiguen mantenerse a flote (la hija del señor, y nieta de la señora, vive en otro país). Quién sabe cuántas historias parecidas hay en una ciudad como Buenos Aires, quién sabe cuántas "nuevas familias" se han constituido en los últimos años, ya no tanto por la dinámica explosiva de los matrimonios cada vez más breves sino por efecto de una vejez de la que nadie sabe bien cómo hacerse cargo.
Mientras yo viva, mi mamá estará a mi cargo. Pero como nada puede preverse con certeza en ese sentido, ¿qué pasaría con ella si quedara abandonada a sus propias fuerzas? ¿Viviría, ella también, con algún vecino? ¿Con su ex-nuera? ¿Con sus nietos?
No es sólo un problema económico lo que se juega en estos ejemplos: los viejos necesitan de alguna compañía para no volverse completamente locos, y también de cuidados. ¿Y qué pasará con los viejos solteros? Bien mirada, la recomendación de mi amigo no es descabellada: habría que empezar a pensar en formas de cohabitación para cuando ya no tengamos ni la fuerza ni la lucidez necesaria para sostenernos solos. Sé que estos pensamientos repugnan a cualquiera en un día domingo de verano. Sepan disculpar mi impertinencia.
G. A . C. G: una literatura sobreviviente
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"Conversación con Césare Gárboli. Eneas, aquel que ha sobrevivido a sí
mismo, que comienza su historia cuando ésta ya ha terminado, como personaje
emb...
Hace 3 días.
1 comentario:
hola soy Alejandra, una seguidora del blog, lisa y llana, no escribo , no curso en letras, Si cada persona es un mundo, ud. es una galaxia entera, sr. Link.
El post es de hace mucho, llegué al blog buscando poesía, me encontré un mundo! y en ese mundo una parte de él, que es la visión de la senectud, la de nuestros padres y la propia, me quedé muy inquieta y me sentí acompañada por alguien que siente parecido.
Los ancianos tienen un día , que es el día contra la violencia y maltrato a ancianos, pero nadie sabe que carajo hacer ni a quien acudir si eso lo ves frente a tus ojos.
Pienso en la nieta de sus vecinos, en otro país ¿qué pensará?
yo también estoy en otro país, y es una hijaputez la pesadez que me da pensar que más temprano que tarde tengo que volver, a hacerme cargo de mi madre y mi tía, ya ancianas, que les han quitado la casa por unos papeles de herencia mal hechos, pero conviven con una cuñada y se llevan horriblemente.
Sí, creo que soy una mezquina.
Aquí nos va de regular para abajo (Españistán), pero al menos hay una cierta estabilidad, y volver a Argentina es empezar de 0, al vacío, sólo para estar cerca de ellas, a la par de que nunca nos llevamos demasiado bien.
Y encima esta cuñada no quiere que mi pareja y yo vivamos ahí, con lo cual, también debo resolver dónde vivimos los 4.
O sea, de vivir solos,o compartiendo el piso con otros, pasaríamos a vivir con dos ancianas y en Argentina, y cómo hija única debo¡hacerme cargo de ellas.
Es cierto lo que dices, se te remueve todo por dentro, cuando los ves, los escuchas, piensas, ¿cómo será mi vejez?
bueno, no creo que lea esto, ni me decido a tutearlo o no, en fin , gracias, en serio le digo, lo que pasó en mi familia dá para una novela
sobre el tema, gracias y saludos cordiales
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