sábado, 12 de octubre de 2024

El espacio fotográfico

Por Daniel Link para Perfil*

Hoy es un día de incontables celebraciones no del todo convergentes aunque coincidan en el mismo día y recuerden el mismo acontecimiento. En Argentina se festeja el Día del Respeto a la Diversidad Cultural, mientras que en España y en sus embajadas se brinda por el Día de la Hispanidad. Chile llama a recordar el Día del Encuentro de Dos Mundos (designación que me parece extremadamente feliz). Nicaragua prefiere recordar el Día de la Resistencia Indígena, Negra y Popular y Venezuela se contenta con recordar la Resistencia Indígena. Mientras Estados Unidos recurre al sistema de estrellas (Columbus Day), México y Perú reinvindican las tradiciones precolombinas con sus respectivos Día de la Nación Pluricultural y Día de los Pueblos Originarios y del Diálogo Intercultural. Más teórica, Bolivia ha fijado el Día de la Descolonización y Bahamas y Belice, indiferentes a los rigores del exterminio y el extractivismo, llaman al 12 de octubre Discovery Day y Pan-American Day.

En Roma, donde estamos ya preparando las valijas para volver a casa, una amiga italiana tuvo que decidir ayer entre concurrir a la Embajada de España para el consabido brindis o una reunión de consorcio: se decidió por lo segundo, mucho más decisivo para su vida cotidiana. Nosotras, en cambio, dedicamos la jornada a supervisar los últimos detalles del montaje de la muestra fotógrafica de Sebastián Freire “Corpi senza padroni” que inaugura hoy, en la galería Roma Smistamento. Si bien la muestra replica la exitosísima “Cuerpos sin patrón” del año pasado en Valencia, su apertura en un día tan especial le da un sentido específico.

Diversidad, resistencia, multinaturalismo y diálogo son palabras que le cuadran bien a una muestra que exhibe y celebra cuerpos que se apartan de las normas hegemónicas y se postulan como espacios legítimos del goce y del pensamiento.

En Europa, donde la mayoría de las violencias coloniales encontraron su punto de condensación afectiva y teórica, son curiosamente reacios a percibir las tonalidades de piel de quienes, por “no-blancos”, sufrirían con certeza las requisitorias migratorias. Les llaman más la atención las morfologías óseas (las narices, los pómulos, las frentes), como si en esas profundidades se cifrara alguna verdad que las superficies impiden apreciar. Metafísicas de la carne, se dirá. Pero también estereotipización: aquello que no responde al arquetipo proponderantemente andino de lo americano no tiene la misma consistencia exótica.

Con los cuerpos trozados, intervenidos, escritos, en fin: signados (y esos signos son signaturas que a veces se identifican con la esfera humana pero a veces no) la disidencia parece más legible pero al mismo tiempo menos radical que la de aquellos cuerpos que sencillamente se abandonaron al hambre, a la gula, al pecado.

En ese límite que la corrección política no alcanza se cifra el secreto del arte de Freire, que apuesta a la felicidad y a la celebración antes que a la queja. El espacio fotográfico como el lugar del abandono y la alegría.

 

*Para nuestra sorpresa, la columna aparece reproducida en el sitio Calamuchita ya pero atribuida a un tal Hugo Filártiga, a quien ya le pedimos que aclare la situación y que envíe los datos impositivos del sitio para enviar la correspondiente factura.

hugo@calamuchitaya.com / +54 351-550-78-56

 




sábado, 5 de octubre de 2024

Los secretos del abanico

Por Daniel Link para Perfil

En viaje laboral, me reservo una tarde para ir a uno de mis lugares predilectos de Valencia, la casa de Abanicos Carbonell (fundada en 1810), atendida hoy por Guillermo y Paula Carbonell, cuarta y quinta generación de una familia dedicada a la fabricación de abanicos artesanales. Guillermo es bisnieto del fundador (Arturo Carbonell Rubio) y cuenta: “A mi padre le sucedí yo iniciándome en este artesano trabajo hace mas de 40 años y aprendiendo todos sus secretos”.

Uso los abanicos Carbonell desde hace más de diez años y vuelvo siempre porque mientras yo pueda volver a esta tienda sé que el mundo tiene un centro y un sentido.

Esta vez, después de una tarde plagada de desencuentros, les llevé un abanico con una varilla despegada para que le hicieran el service. Guillermo estaba de mal humor y al principio dijo que no, que la chica se había ido, que volviera otro día, pero después salió Paula, con cola y pincel en la mano y me dijo que ella lo arreglaba.

Ya con el abanico en la mano, comenzó a negar con la cabeza y desplegó ante mí uno de los secretos del abanico. “No es sólo una varilla... Mire aquí, está viciado”….

Pegó la varilla y otra más que ella había descubierto despegada, pero le parecía que ese service no iba a durar porque el abanico “busca el vicio”.

La acompañaba una mujer más joven (¿su hija, la tataranieta del fundador? ¿o una empleada?) que se reía junto con nosotras. Luego entendimos que el vicio adviene cuando el abanico no se abre y cierra por sus pliegues sino por donde se le da la gana: ahí empiezan los problemas, que ya no terminan más.

Por supuesto, compré uno para reemplazar el viciado y les conté que el último que había comprado fue para mi hija, “uno blanco” dije. “De novia”, dijo Paula. Sí, le dije yo. Y le dije más: ya se divorció. 

 

Pues yo llevo ya para 46 años. Son las nuevas generaciones, dijo Paula, que no aguantan nada, y señaló a la que supongo era su hija, otra señora, como si fuera el vivo ejemplo de la disolución del contrato matrimonial (y, por lo tanto, de quién sabe qué vicios).

“Yo aguanté 25 años, que es bastante”, dijo ella muerta de risa. Razón le dimos, desde ya, sobre todo porque el “aguanté” indicaba antipatriarcado silvestre.

Me volví con dos abanicos, uno nuevo y lleno de ilusiones y otro ya muy ahíto de vicios. Paula había insistido en que comprara uno del mismo color del que había llevado, azul, pero yo preferí llevar uno negro porque allí donde hay esperanzas y vicios, es seguro que más tarde o más temprano habrá duelos.


sábado, 28 de septiembre de 2024

Las naciones sean unidas

por Daniel Link para Perfil

Veníamos trabajando hace tiempo en relación con la agenda 2030 (que tiene unos contenidos para las Naciones Unidas y otros, bastante precisos, para la Unión Europea).

Ahora la ONU presentó en asamblea el Pacto por el Futuro 2045, que profundiza y continúa el anterior. Argentina se declara en contra de firmarlo porque ““muchos de los puntos de este Pacto, con sus anexos, presentan reservas y objeciones o son retardatarios de la nueva agenda de Argentina”. Las reservas y objeciones, creemos, provendrán más bien de la desquiciada agenda presidencial, no de los puntos del Pacto (si me detengo en esta corrección es para que se entienda la importancia de un buen aprendizaje de la gramática).

La posición argentina es rarísima porque esas agendas no se cumplen, pero fijan unas posiciones respecto de las cuales es posible imaginar un cierto desarrollo, un cierto equilibrio, un cierto compromiso con el mundo. No es que Naciones Unidas sea también ella una cueva de comunistas o de ratas. Muy por el contrario. No hay teoría política que considere a esas reuniones de consorcio como algo más que un organismo sin ningún poder real sobre los asuntos políticos relevantes. Pero justamente por eso, opera con cierta autoridad en términos imaginarios: un mundo sin hambre, sin guerras, sin brechas educacionales, con un desarrollo amable con la naturaleza y gobiernos cada vez más transparentes (lo que de algún modo equivale a decir “imperceptibles”).

Ponerse en contra de esas ideas (como de tantas otras) a grito pelado, sólo para hacerse notar, es al mismo tiempo un ejercicio de soberbia, de ignorancia y de terror. 

 

viernes, 27 de septiembre de 2024

Ficción y realidad

 

Es posible seguir ambas conferencias a distancia. 

Para obtener el enlace zoom, pueden escribir a juliopremat@gmail.com.

 

sábado, 21 de septiembre de 2024

Idea de pueblo

 por Daniel Link para Perfil

El mundo del arte es tal vez el más cruel de todos los mundillos. Como no participo de las redes me entero mal y tarde de algunas polémicas intensas, como la que rodeo la exhibición de la Manifestación de Mondongo en Malba. Y como me enteré antes de las feroces objeciones (de la izquierda y de la derecha) tardé en ir al Malba porque no confiaba en ir a verla con la cabeza llena de opiniones ajenas.

Mis impresiones, desde ya, importan poco y nada. Pero digamos lo obvio: el cuadro con el que Juliana y Manuel recrearon el celebérrimo lienzo de Berni es majestuoso y es raro que un “tributo” compita en pie de igualdad con su modelo. Además, se agregan a la presentación una estilizada casilla villera y dos cuadros más, que completan el recorrido conceptual.

Se han objetado muchas cosas a Mondongo: la espectacularización de la pobreza, un uso no militante de los motivos más estables de la imagen del pueblo (“sin pan y sin trabajo”, “pan y trabajo”) y una “traición” al modelo al haber reemplazado a los personajes retratados por Berni (que eran sus amigos) por otros (que son los amigos de Mondongo).

Además: que la villa estilizada funciona como un escenario para que las visitantes del museo se tomen selfies abominables para publicar en redes o que lo que falta allí es precisamente la vida precaria, que dice mucho más que cualquier otra protesta.

Es como si Mondongo fuera, de pronto, responable de la desigualdad social, del veto presidencial al aumento de las jubilaciones, de la indiferencia gubernamental respecto de las condiciones de higiene y habitabilidad de los barrios populares. Y, mucho más: Mondongo es mainstream y “los pobres quedan afuera, objeto de una obra que no van a ver, que trata sobre ellos pero es para los demás”. Desde las agrupaciones se escucha: “No contentos con expropiarnos nuestra historia del arte, van por banalizar nuestras luchas contemporáneas”. Qué disparate.

Mondongo es mainstream, sí, y lo es desde hace mucho tiempo. Por decir algo, desde que la familia real de España le encargara sus retratos en 2004 (espejitos de colores). El asunto es como habita ese lugar incómodo. Ernesto de la Cárcova, muy presente en la instalación de Mondongo, también le vendió cuadros a los reyes de España, porque esa es la lógica del mundo del arte. Manifestación también es un encargo, esta vez del MALBA, que la propone como una instalación site specific. Es, pues, el MALBA, que ha comprado la obra, quien decide dónde ponerla y para qué público.

No es, claro, la tarea principal de Mondongo participar de tales o cuales luchas. Su campo es la representación y la producción de sentido. Que circule la potencia de Berni, la potencia de De la Cárcova. Que se entienda que esas imágenes siguen estando presentes porque las condiciones que las hicieron necesarias todavía nos involucran.

¿Está mal aceptar dinero del MALBA? “Es además un museo privado. Es de la fundación Costantini, empresario que hizo su fortuna, entre otras cosas, a fuerza de gentrificación y destrucción de humedales”. ¿Son los Mondongo responsables indirectos de la destrucción de los humedales?

Lo dudo. Mondongo es responsable del arte que hacen, del que debe decirse que: 1. es un arte figurativo (se animan a figurar, a producir imágenes reconocibles), 2. es un arte de una técnica exquisita (el uso de ese material tan escolar, la plastilina, es llevado por el dúo a un umbral de sublimación inconcebible; el Baptisterio de los colores es una obra que quita el aliento), 3. es un arte deliberamente irónico que selecciona materiales de trabajo como índice de un efecto de sentido (¿no habrá algo de eso en Manifestación)? 4. Y es, finalmente, un arte de la celebración.

En el arte de Juliana y de Manuel yo escucho voces.... Por ejemplo, una vocecita que dice “Despojemos la acción política de toda forma de paranoia unitaria y totalizante. No imaginemos que es necesario estar tristes para militar, incluso si la cosa que se combate es abominable. El lazo entre deseo y realidad es lo que posee fuerza revolucionaria (y no su huida hacia las formas de la representación)”.

Tal vez Manifestación sea un poco más condescendiente que el Baptisterio, pero de todos modos es un pensamiento: nos piensa como sujetos de la historia, como objetos del arte, como espectadores y como parte del pueblo.


sábado, 14 de septiembre de 2024

Piromanía

Por Daniel Link para Perfil

Además de sus muchas virtudes, la muestra “Una imagen mil palabras” curada por Guillermo Piro para el Centro Cultural Recoleta interroga el estatuto mismo de la fotografía y, todavía más, de lo imaginario (ese registro en el cual las imágenes adquieren su consistencia y su gramática).

La muestra funciona así: 50 personas hablan (los textos fueron grabados y se accede a ellos a través de un código qr) de 50 fotografías que, presuntamente, “marcaron sus vidas”. Como yo fui convocado, sé que esta caracterización es endeble, porque a mí Guillermo Piro me asignó una fotografía bastante conocida, pero que tiene un lugar marginal en mi vida. Otras personas eligieron fotos familiares o fotos propias (como modelos o por haberlas sacado).

Queda ahí muy claro uno de los rasgos más inquietantes de la fotografía: es un arte intermedio. En algunos casos se trata de fotografías que aspiran al arte, en otro caso se trata de fotografías profesionales y están, finalmente, las fotos que salen de un archivo privadísimo que se construye al margen del fotoperiodismo y del arte de la mirada.

Ese inestable y fascinante estatuto de la fotografía es correlativo de la cantidad de personas convocadas para participar de la “anotación” de las imágenes, lo que pone en contacto dos imaginarios: el que las fotos muestran y en el que cada quien navega (o naufraga).

Cuando se habla de imágenes, se presuponen fotografías, cuadros, diagramas. Pero las imágenes son mentales y allí establecen la lógica propia de lo imaginario, que por lo general es público. La imaginación pública suministra los materiales para poder pensar el mundo. Las fotos (o lo que fuera) no son sino la actualización de esas condensaciones mentales de aquello que, por definición, no está (o está en otra parte).

Un ejemplo. La imagen elegida por Rubén Szuchmacher es una foto de su padre en su Polonia natal. Esa imagen, además de traer al presente a alguien ausente, relaciona un imaginario de época (el presente de la foto) con el imaginario que arrastra a Rubén a verla como una identidad conflictiva para su padre (el presente de Szuchmacher).

La gran felicidad que la muestra de Piro nos regala es una travesía en la calesita de las identificaciones imaginarias.

 

miércoles, 11 de septiembre de 2024

sábado, 7 de septiembre de 2024

Santa Rosa

Por Daniel Link para Perfil

La tierra retumbaba con sonido hueco cada vez que los animales emprendían sus insensatas carreras. La seca la había cuarteado y las pocas briznas de hierba que habían resistido la falta de agua lucían desmayadas en la mortecina luz invernal de la mañana. Los días previos el viento había depositado remolinos de tierra sobre las superficies, como una capa de ceniza. Los pocos pájaros que habían quedado en los árboles apenas si cantaban y si lo hacían era para pedir agua, con la siringe como papel de lija.

La tierra no olía a nada, pero parecía dominar todo, hasta donde alcanzara la vista, allá donde las nubes de tormenta empezaban a competir con el aire sucio.

No era una amenaza sino una advertencia, porque dos horas después un telón de agua espesa cayó al suelo con estrépito de batalla. Y ya no paró más.

Primero fueron unas gotas gordas como copas de vino, que estallaban al tocar el suelo resquebrajado. Después la lluvia se transformó en un ruido monótono y continuo, sólo escandido por los truenos, que parecían devolverle a los animales los golpes que le habían dado a la tierra.

Los dejamos entrar a la casa, y embarraron todo.

Durante dos días la tierra chupó cuanto quiso y después se empezaron a formar lagunitas, porque le era imposible filtrar semejante cantidad de agua. Además, entre el viento y el agua arrancaron de los árboles las ramas muertas, los frutos remanentes del verano previo, nidos. El paisaje era de catástrofe climática: a la inundación se sumaba la basura de lo que todavía estaba vivo.

La tierra había desaparecido debajo del agua. En las partes más altas y en los hormigueros, se había formado un barro de consistencia lechosa.

Al tercer día, la tormenta cesó y salimos a controlar los daños, bastante módicos. Quien más había sufrido era el invierno, que no podía sino retroceder amedrentado.

Las Spiraea Cantoniensis, también conocidas como Corona de novia por el blancor almidonado que las caracteriza, habían empezado a dar sus primeras flores. Las glicinas reventaron todas en la misma mañana y vinieron las abejas a sorber su polen. Las hormigas empezaron a cavar su tunelandia y los pájaros volvieron a cantar con alegría. Santa Rosa había puesto fin al sufrimiento.



sábado, 31 de agosto de 2024

Bolaño, mi desconocido

por Daniel Link para 266


¿Te creíste que ibas a poder zafar de Bolaño? ¿Te creíste que el
novelista de la segunda persona iba a olvidarse del encargo que te
hizo? ¿Qué te hizo? ¿Qué te hizo Bolaño que nunca lo leíste? ¿Alcanza
con decir que no sos experto en literatura hispanoamericana como
para tacharlo de tu lista? ¿O crees que podés refugiarte en el hecho
de que Bolaño salta a la fama a finales del Siglo XX y eso, de alguna
manera, lo arroja fuera de tu corte temporal? ¿Vas a querer justificar
tu indiferencia hacia Bolaño en una arbitrariedad cronológica?
¿No fue acaso que el triunfo de Bolaño viniera de la mano
de Anagrama lo que te hizo sospechar de inmediato? ¿No fue el uso
de los verbos al comienzo de Putas asesinas lo que te desalentó para
siempre: “cogí un taxi al que ordené que se detuviera antes porque
quería pasear un poco”? ¿”Coger” un taxi? ¿”Ordenar” al taxista? ¿Y
no fue acaso su prosa plúmbea, plagada de ripios, lo que te impidió
siempre pasar de la primera página?
¿O fue su heterosexismo lo que te impedía leerlo? ¿No
contradice ese prejuicio tuyo la dedicatoria en Los sinsabores del
verdadero policía
: “A la memoria de Manuel Puig y Philip K Dick”? ¿O
vas a decir que esa misma dedicatoria póstuma es lo que te parece
más sospechoso? ¿No es precisamente en contra de la clasificación
que allí propone Bolaño que armaste la tuya? ¿No has repetido que
Proust pertenece a las locas, Joyce a los paquis irredentos y Kafka...?
¿A quién le pertenece Kafka?
¿A quién le pertenecerá Bolaño, quién se sentirá interpelado
por su literatura? ¿A la casta de escritores-estratega? ¿A los cultores
del realismo latinoamericano? ¿A aquéllos para quienes el lenguaje
es sólo un vehículo para transmitir ideas de mediano impacto?

 

Microdosis de Bolaño

 por Daniel Gigena para La Nación

“¿A quién le pertenecerá Bolaño, quién se sentirá interpelado por su literatura? ¿A la casta de escritores-estratega? ¿A los cultores del realismo latinoamericano? ¿A aquellos para quienes el lenguaje es solo un vehículo para transmitir ideas de mediano impacto?”, se pregunta en su microdosis crítica el escritor y académico Daniel Link.



 


El agujero negro del sentido

Por Daniel Link para Perfil

El Poder Ejecutivo de la Nación fundamentó su intención de veto a la Ley de Movilidad Jubilatoria promulgada por el Honorable Congreso de la Nación negando todos y cada uno de los considerandos del Decreto 274/2024 que el mismo Poder Ejecutivo publicó en el Boletín Oficial el 25/03/2024.

Y lo hizo, además, apelando a una guerra fraticida que tuvo antecedentes ficcionales y que ahora el Gobierno del Sr. Milei ha decidido actualizar. La relación entre realidad y ficción quedó suficientemente clara en una comunicación telefónica suya en la que subrayó “el agujero negro que han hecho en términos fiscales con el sistema preficcional” [SIC en 04:31].

Nosotras, profesoras de literatura, propusimos hace años la categoría de “ficción informal” que ahora se ve enriquecida por otro umbral mucho más sofisticado: el “sistema preficcional”, donde la realidad (parecería) sostiene argumentos previamente ficcionales, en correlación con los regímenes de posverdad. El punto de sutura de la realidad-ficción sería, pues, un manantial de lo que puede salir cualquier cosa: un unicornio, esta columna, una guerra.

La guerra civil en la que el Poder Ejecutivo se compromete, diciendo que el Honorable Congreso de la Nación la ha declarado, fue ficcionalizada por Adolfo Bioy Casares en Diario de la guerra del cerdo (1969) y por Leopoldo Torre Nilsson en La guerra del cerdo (1975).

En la novela (y en la película basada en ella) los jóvenes matan a los viejos, sin percatarse de que se están matando a si mismos por anticipado.

Si se usara la nueva fórmula de movilidad jubilatoria, argumenta el Sr. Milei inventando una numeralia ridícula que ni Humpty Dumpty se habría atrevido a proponer, “estamos hipotecando el futuro” y “es la ruina del país” pero, sobre todo, implica “el hundimiento en la indigencia y la pobreza de los jóvenes y las futuras generaciones”.

La nueva guerra del cerdo (ahora preficcional) decide sacrificar a los jubilados en el altar de la “juventú” que, como todo el mundo sabe, es una enfermedad obligatoria, leve y totalmente curable.

El deterioro de los haberes jubilatorios no es nuevo. Es condenable tanto el veto kirchnerista al 82 % móvil como la pérdida de poder adquisitivo durante el gobierno del Sr. Fernández. Nada de eso legitima ahora un veto que se fundamenta a si mismo en una guerra civil entre padres, madres, hijos e hijas, impulsada por el Poder Ejecutivo de la Nación.

A la pregunta del Sr. Presidente: “a quién le quieren arruinar la vida” se podría contestar muy fácilmente: basta con dar de baja los regímenes impositivos promocionales vigentes (que favorecen a muy pocos) y cuya derogación no arruinaría la vida de ningún millonario.

Pero es mejor no hablar con quien sólo está dispuesto a escuchar a sus propios demonios preficcionales y sus propios delirios posverdaderos. Hablémosle a la juventú.

Queridas, les están mintiendo. Si los haberes jubilatorios no son justos ustedes tendrán que hacerse cargo de sus padres y sus madres más tarde o más temprano. Digan NO a la guerra.

 

sábado, 24 de agosto de 2024

Diferencia y repetición

Por Daniel Link para Perfil

Qué sutil alegría nos invade cuando algo nos devuelve a una pasión que creíamos perdida. Fui al cine a ver Alien Romulus. A diferencia de otras entregas de las grandes franquicias, la película de Fede Álvarez es inteligente y recupera con gran sabiduría los motivos narrativos de las precedentes (dejo de lado los bodrios con Predator, porque son otra cosa que no tienen nada que ver con la saga original). Tal vez la nacionalidad (la extranjería) del director le permitió escapar de los condicionamientos de la industria respecto de los cuales otros directores hubieran sido más obedientes (las deceptivas entregas ultimas del universo Starwars son el ejemplo más a mano).

Muy bien contada, Romulus es capaz de esquivar la repetición mecánica y recombina con elegancia los elementos viejos para producir algo novísimo, que liga muy bien con nuestro tiempo, cuarenta y cinco años después de la brillante Alien: el octavo pasajero.

Justo es decir que mi fidelidad a ese universo flaqueó un poco con Resurrection (1997) y se quebró completamente con Covenant (2017), una porquería inexplicable. Así que no esperaba demasiado de una película que me llevó al cine sólo por inercia y porque la sociabilidad en el lugar en el que vivo tiende al cero absoluto.

Por supuesto, Romulus recupera no sólo motivos sueltos, sino la matriz simbólica que sostiene toda la saga, que es una interrogación (más o menos trascendentalista, según las entregas) sobre los límites de la humanidad y sus agenciamientos con la técnica, por un lado, y sobre el lugar de la mujer en los regímenes patriarcales, por el otro. Ripley, la estrella absoluta de Alien, pasó por la violación, la maternidad, el aborto y la sororidad. La paternidad había asomado en Prometheus (2012) y vuelve aquí con toda su fuerza de mandato y su potencia de cuidado respecto de la protagonista. En cuanto a la técnica, Romulus recupera de las anteriores una ecología tecnocapitalista (que llega aquí al colonialismo y la explotación brutal de los trabajadores) que permite interrogarnos sobre el sentido del desarrollo y de su asociación con las inteligencias artificiales que, si son realmente inteligentes son malas (deshumanizadas, asesinas) y si son tontas son buenas (y paternalistas).

Brutales como suelen ser los campos simbólicos en el cine chatarra (del que Alien es un lujoso exponente), sin embargo Romulus nos fuerza a desear (¡más, más!), a despreciar el desarrollo insensato y a pensar en las relaciones de semejanza entre imágenes. No es poco en un mundo tan empastillado.

sábado, 17 de agosto de 2024

La transfiguración

Por Daniel Link para Perfil

Los juegos olímpicos han terminado y, con ellos, un tiempo especial y una relación con lo trascendental.

Los monoteísmos con los que tenemos que convivir son más bien tacaños a la hora de distribuir divinidad. Las personas divinas son muy pocas (e incluso más de las que el monoteísmo necesita). A ellas se suman la Virgen ascendente y, después de complejos procesos judiciales, los católicos canonizados que alcanzan el umbral de santidad.

En la Grecia clásica, en cambio, la apoteosis (la transformación de la naturaleza humana en divina) era un fenómeno mucho más corriente y los juegos son un buen índice de ello.

Durante dos semanas contemplamos extasiados a esos diosecillos de las pistas, los aparatos, las carreras, los clavados, en suma: del aire, el agua y la tierra. Más allá de sus habilidades sobrenaturales nos maravillaba su belleza, que era, por supuesto, la que les había prestado la transfiguración: casi desnudos, siguiendo las convenciones sociales, estaban, sin embargo, vestidos de gracia.

Terminados los juegos aparecieron ante nosotros despojados de gracia: eran ahora el albañil, el abogado, la pediatra, el vendedor ambulante, la partera, los vendedores de contenidos a través de Onlyfans (como esas clases son culturales, dependen de todos los prejuicios). Habían vuelto a ser cualquiera, qualunques como nosotras, que los adoramos en su divinidad transitoria.

Para eso también sirven los juegos olímpicos: para situar como acontecimiento histórico el terrorismo monoteísta y para poder descansar de él durante un par de semanas durante las cuales, ¡lo vimos!, cualquiera puede ser un dios.





sábado, 10 de agosto de 2024

La imagen justa

Por Daniel Link para Perfil

La imaginación no es sólo asunto de poetas trasnochadas y de artistas ebrios. Existe algo como la “imaginación pública”, donde se juegan nuestros destinos personales y donde se cocinan los más graves acontecimientos políticos. Los dos grandes paradigmas interpretativos del siglo XX, el freudismo y el marxismo (o si se prefiere: el psicoanálisis y la teoría crítica revolucionaria) pusieron a lo imaginario en su lugar, el lugar de la conciencia falsa, el lugar de las identificaciones narcisistas.

Así, puestos a actuar, lo primero es quitar las capas de falsedad para llegar a lo real tal cual es. Es lo que está sucediendo en Venezuela, donde un régimen agónico acusa a sus enemigos de falsear la realidad (de sostener una conciencia falsa) y prepara un vasto movimiento de depuración.

Hay, además de los dos paradigmas antes mencionados, un libro capital sobre la imaginación, que contiene y supera a ambos: Lo imaginario (1940), donde Jean-Paul Sartre distingue de manera fundamental la imagen y la percepción como dos actitudes irreductibles de la conciencia: ambas se excluyen entre sí porque una conciencia imaginizadora está acompañada del anonadamiento de una conciencia perceptiva. No puedo a la vez "imaginar" y percibir. El segundo punto es que hay una "vida imaginaria" en la que me irrealizo en la convocatoria de las imágenes o en las imágenes que me sobrevienen en un "espasmo de espontaneidad". El tercer punto es que un objeto en imagen se designa como una "falta definida": una pared blanca en imagen es una pared blanca que falta en la percepción. El "no ser ahí" es su cualidad esencial, y lo irreal no es sólo el objeto sino todas las determinaciones de espacio y tiempo a las que está sometido y que participan de esa irrealidad. El cuarto punto es lo que Sartre llama "pobreza esencial" de los objetos en imagen que, a raíz de ello, pueden satisfacer dócilmente sin decepcionar jamás. Quinto punto: la imagen es una nada, condición esencial para que la conciencia pueda imaginizar, es decir, negar lo Real, plantear una tesis de irrealidad. Sexto punto: al postular la imagen, postulo también el mundo como nada, lo anonado, y esto es la posibilidad constitutiva de la libertad. Así, la nada es la materia de la superación del mundo hacia lo Imaginario. Para Sartre el verdadero problema es la libertad, y su tesis es que el hombre imagina porque es trascendentalmente libre.

Pero tal vez convenga desplazar la definición de lo imaginario del ámbito de la libertad (que se ha transformado hoy en una coartada) al ámbito de la potencia para, al mismo tiempo, devolver a la imaginación toda su fuerza presubjetiva: venimos a un mundo ya saturado de imágenes, un mundo que es él mismo una imagen y es en esas tensiones imaginarias donde los sujetos se constituyen como tales. Las imágenes, lo queramos o no, nos preceden en el mundo.

Para cualquiera llega un momento en el cual debe expresar un “Yo puedo” (actuar en relación las guerras en Oriente Medio y en Ucrania, o la descomposición venezolana, a propósito de la pérdida de capacidades lectoescritoras de la infancia argentina, en una situación familiar desesperante, lo que sea), que no refiere a alguna certeza o a una capacidad específica (el poder) sino, más precisamente, a una demanda absoluta. Más allá de todas las facultades, este “Yo puedo” no significa nada, salvo la marca de qué es, para cada uno de nosotros, quizá la más dura y desgarradora experiencia posible: yo puedo sobrevivir, yo puedo salvar, yo puedo convivir, yo puedo superar. Esa es la experiencia (imaginaria) de la potencia.
La potencia no es simplemente no-Ser todavía, simple privación, sino la presencia de una ausencia. Tener una imagen de lo posible significa que hay una privación y lo que nos constituye es tanto la privación como la imagen de lo posible que adviene en y por la privación.
La potencialidad es el modo de existir de la privación. Ser potencial (como lo son, ejemplarmente, las artes) significa ser en la propia falta, estar en relación con la propia incapacidad. La potencia y la imaginación son en si mismas inoperantes, pero puestos a hacer algo mejor es tener por delante una imagen justa y bella. El mandato sartreano que todavía no queremos o no nos atrevemos a cumplir podría sintetizarse como: Devolver a lo imaginario su potencia de futuro.



lunes, 5 de agosto de 2024

Algunas noticias sobre Ucrania

por Giorgio Agamben para Quodlibet

Entre las mentiras que se repiten como si fueran verdades evidentes está la de que Rusia invadiría un Estado soberano independiente, sin precisar en absoluto que ese supuesto Estado independiente no sólo lo era desde 1990, sino que además había sido durante siglos parte integrante primero del imperio ruso (desde 1764, pero ya entre los siglos XV y XVI estaba incluido en el Gran Ducado de Moscú) y luego de la Rusia soviética. Ucraniano, además, fue quizá el más grande de los escritores en lengua rusa del siglo XIX, Gogol', quien, en las Estelas de la granja Dikanka, describió maravillosamente el paisaje de la región que entonces se llamaba "Pequeña Rusia" y las costumbres de las gentes que vivían en ella. En aras de la exactitud, hay que añadir que, hasta el final de la Primera Guerra Mundial, una gran parte del territorio que hoy llamamos Ucrania era, bajo el nombre de Galitzia, la provincia más lejana del Imperio austrohúngaro (en una ciudad ucraniana, Brody, nació Joseph Roth, uno de los más grandes escritores en lengua alemana del siglo XX).
Es importante no olvidar que las fronteras de lo que desde 1990 llamamos República Ucraniana coinciden exactamente con las de la República Socialista Soviética de Ucrania y no tienen ninguna base anterior posible en las continuas particiones entre polacos, rusos, austriacos y otomanos que tuvieron lugar en la región. Por paradójico que parezca, la identidad del Estado ucraniano sólo existe, por tanto, gracias a la República Socialista Soviética cuyo lugar ocupó. En cuanto a la población que vivía en ese territorio, era una mezcla abigarrada compuesta no sólo por descendientes de los cosacos, que habían emigrado allí en masa en el siglo XV, sino también por polacos, rusos, judíos (en algunas ciudades, hasta el exterminio, más de la mitad de la población), gitanos, rumanos, huzulíes (que formaron una efímera república independiente entre 1918 y 1919).
Es perfectamente legítimo imaginar que, a los ojos de un ruso, la proclamación de la independencia de Ucrania no sería por tanto demasiado diferente de la posible declaración de independencia de Sicilia a los ojos de un italiano (no se trata de una hipótesis peregrina, ya que no hay que olvidar que en 1945 el Movimiento para la Independencia de Sicilia, dirigido por Finocchiaro Aprile, defendió la independencia de la isla protagonizando enfrentamientos con los carabinieri que dejaron decenas de muertos). Por no hablar de lo que ocurriría si un Estado norteamericano se declarara independiente de Estados Unidos (al que pertenece desde hace mucho menos tiempo del que Ucrania formó parte de Rusia) y formara una alianza con Rusia.
En cuanto a la legitimidad democrática de la actual república ucraniana, de todos es sabido que los 30 años de su historia han estado marcados por elecciones invalidadas por fraude, guerras civiles y golpes de Estado más o menos encubiertos, hasta el punto de que, en marzo de 2016, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, declaró que Ucrania tardaría al menos 25 años en cumplir los requisitos de legitimidad que permitirían su entrada en la Unión.

2 de agosto de 2024

sábado, 3 de agosto de 2024

La fiesta de los dioses

Por Daniel Link para Perfil

Desde Tinelli que no se veía un cachivache semejante. Por más intertítulos que pusieran a cada uno de los capítulos de la apertura de los Juegos Olímpicos todo era una mescolanza sin ton ni son: el cabarute con las belles lettres, todo pasado por agua.

Nos daba satisfacción el fracaso galo, después de las estridencias previas que se vivieron entre nosotras, las argentinas de bien.

El momento Barbierísima pregrabado de Lady Gaga no daba ni para el Estrella de Mar. Y después, sólo algunos destellos de belleza: las bailarinas oscilantes atadas a largos palos y el ménage à trois estimulado por libros arrancados de los anaqueles y puestos a circular entre los cuerpos.

¡Y la insopotable caravana de lanchas y de Bateaux Mouches que duró más que cualquier esperanza de redención! Ni Macron (que está hecho para las pantallas) podía sobreponerse al aburrimiento soberano.

No sé por qué tantas protestas a propósito de la recreación de una cena (algunos dicen que ni siquiera era la Última, sino La fiesta de los dioses de Jan Hermansz van Bijlert). Después de todo, los Juegos no son una invención católica sino todo lo contrario: lo que el catolicismo francés (el más asesino de todos) no puede tolerar. En todo caso, un bodrio, sobre todo por cómo estuvo televisado: en fragmentos muy breves, sin que se entendiera el rol de cada quien.

De pronto el tiempo se detuvo: un caballo robótico cabalgaba sobre el Sena con una majestad que tanto decía el pasado como el futuro. Fue un largo momento poético, pero era para que lo vieran todas las personas que habían aguantado el chubasco.

Después, la Tour Eiffel se volvió loca vestida con falsos lasers y nos dimos cuenta de todo. Los organizadores se habían dicho: hagamos cualquier cosa, si total tenemos la Tour...

Pero después se transformó en plateau para una performance deslumbrante que nos despellejó en vida. Celine Dion cantó "Hymne à l'amour" de Edith Piaf con una perfección potenciada por su condición física.

Sé que las personas con menos sensibilidad lagrimearon durante esos minutos de amor a toda costa.

Y para terminar, el pebetero volante con falso fuego. Fueron tres momentos a lo largo de cuatro horas. Pero había que separarlos en el tiempo, aunque fuera con desperdicios.

 

sábado, 27 de julio de 2024

Sonata para culo y quena

 

Por Daniel Link para Perfil

Entre quenas sobadas y culos de mandril se juega el ambiente estilístico de la imaginación pública argentina. Mucho no se entienden las metáforas esgrimidas: ¿desde cuándo una quena se soba? Creíamos que se la soplaba, y el sobamiento quedaba reservado para el ganso. En cuanto a los culos: ¿enrojecidos a patadas o hay que imaginar algo más sexual? ¿Será el “La tenés adentro” la explicación del trasero rubor? Sería una novedad absoluta.

Y luego los gestos. El más preocupante fue el del Sr. Milei entrando en el salón de las firmas de los pactos de Mayo (en Tucumán) con una paspadura (¿de mandril?) que le impedía caminar humanamente y, sobre todo, usando el bastón de mando como herramienta ortopédica.

En el medio, el affaire sobre la Grandeur de la France, en el que con gran inteligencia la Sra. Villarruel copió los argumentos de la Sra. Meloni cuando acusó a Francia no ya de colonizar sino de explotar a las repúblicas africanas sobre las que guarda derechos de señorío (llegando incluso a imprimir la moneda de 14 países), “haciendo trabajar a niños en las minas”, “extrayendo materias primas”, como el uranio de Nigeria con el que Francia hace funcionar sus plantas nucleares mientras el 90 % de los nigerianos viven sin electricidad.

Las palabras vicepresidenciales causaron tal desazón en el dueto regio que la dama primera (otra no hay) corrió a sobar no se sabe bien qué tarjetero de visitas en lo del embajador, no fuera cosa que desinvitaran a su hermano del palco olímpico, como si el Sr. Macron no supiera distinguir entre el dulce lamentar de dos pastores y una sonata para quena y culo.

Si después de haber dicho el Sr. Macron que los italianos son “vomitivos” y pese a las acusaciones (incontestables) de la Sra. Meloni sigue encontrándose con ella en los foros internacionales, ¿iba a poner el grito en el cielo galo por los dichos mucho menos violentos de quien preside el Senado?

Nada más mersa que esa desesperación del Profesor Neurus y Cachavacha para participar de los lugares imaginados como los más prominentes del planeta, ese aspirar a dominar el mundo .

Mientras nos entretenemos con la mersada argentina, el oro y las divisas (la mesada) se mueven de aquí para allá.

 

lunes, 22 de julio de 2024

Nunca más

 


sábado, 20 de julio de 2024

Milei, ¿pedagogo?

Por Daniel Link  para Perfil

Y de pronto, se hizo la luz. Una luz cegadora, la luz de la ilustración, del debate de ideas, de las grandes declaraciones y las apuestas al futuro. ¿Cómo, cuándo, por qué?

¿Es que acaso los pactos de mayo (que se firmaron en julio) tuvieron el esperado efecto de alimentar en la ciudadanía un deseo constituyente? Nada que ver.

Resultó que el actual gobierno destapó una olla, en la cual se cocían a fuego lento rencores, incompetencias, desgracias. Dijo el presidente en San Juan: “No puede haber desarrollo educativo sin antes garantizar que los protagonistas del sistema educativo sepan leer y escribir. Este plan de alfabetización que presentamos hoy no es solo un programa de gobierno, sino un deber histórico de nuestro país”.

¡Por fin un enunciado indiscutible! ¡Por fin algo que no presenta dobleces, falsedades, segundas intenciones, resentimiento o desprecio! ¡Por fin algo que, para usar palabras de un ministro, no sea solamente hojarasca!

El Plan Nacional de Alfabetización es una política sellada mediante el Compromiso Federal por la Alfabetización, firmado el pasado 28 de mayo por los titulares de las carteras educativas de las 24 jurisdicciones en el Consejo Federal de Educación. Fue incluido en el panfleto conocido como “Pacto de mayo” (firmado en julio) por presión de las provincias.

Ahora bien: ¿cómo se alfabetiza? ¿Cómo se enseña a leer y, sobre todo, a escribir?

Hay dos posiciones encontradas. Una es la que (para abreviar) representa Emilia Ferreiro, que propuso comprender la adquisición de la lengua escrita a partir de un proceso evolutivo más o menos análogo al proceso de adquisición del lenguaje: inevitablemente, los y las niñas aprenden a hablar, más tarde o más temprano. La otra posición es la que representa Ana María Borzone de Manrique, para quien hay que estimular la conciencia fonológica, para que quienes cursan primer grado terminen el año sabiendo leer y escribir. Nada de esperar la maduración evolutiva, porque son muchos los obstáculos que esos aprendizajes encuentran (empezando por hogares en los que impera el analfabetismo funcional).

Lo interesante es que en las dos posiciones hay algo de verdad, de justicia y de belleza. Y la decisión del Consejo Federal de Educación, refrendada por el gobierno nacional nos obliga a discutir qué métodos serán los más adecuados para llevar adelante un plan imprescindible y urgente.

La eficacia de un método se mide retrospectivamente: ¿aprendieron a leer y escribir quienes cursan primer grado? Jamás lo sabremos, porque el Plan Nacional de Alfabetización establece evaluaciones de capacidades en lectoescritura recién en tercer grado. Por supuesto, para algunas pedagogas ese intervalo es demasiado largo y sería imposible recuperar el tiempo perdido. Mejor sería evaluar en primer grado y proponer los refuerzos necesarios en ese momento.

Dejemos las minucias. Lo que importa es que por fin somos convocados a discutir algo diferente que la cotización del dólar, algo que involucra la formación de ciudadanía y el desarrollo del pensamiento crítico.


sábado, 13 de julio de 2024

Los tres chanchitos

Por Daniel Link para Perfil

El aire se arremolinaba alrededor de su propia psicosis, aullaba entre las ramas de los pinos o quebraba los restos secos de las copas de los árboles caducos.

El viento había llegado de improviso, empujado por las corrientes polkares. Soplaba con antipática persistencia y su ulular ponía nerviosos a los animales y nos erizaba la piel. Las ventanas que daban al sur eran, paradójicamente, las más vulnerables y hubo que bajar las persianas para que el calor del hogar no fuera arrastrado hacia el río.

Las pocas bellotas que quedaban en el roble alarmaban el techo de chapa. Todo crujía en el bosque lindero y los animales expresaban su terror queriendo meterse en la casa, debajo de las camas, en nuestros brazos.

Salimos, en cambio, a asegurar los toldos y nos costaba incluso caminar a la intemperie. El aire estaba sucio, cargado de amenazas y de hojas y semillas venidas de quién sabe dónde (tal vez en primavera un nuevo retoño de árbol o de planta revelara la intriga).

Más arriba, en la atmósfera, capas sucesivas de nubes iban y venían indecisas. Las más bajas, todavía blancas como corderos, apenas si conservaban alguna forma reconocible antes de disolverse y recombinarse en otra figura. Más arriba, unas pinceladas negras se volvían cada vez más densas y se comían la escasa luz solar que todavía llegaba al suelo. Era como una noche trasnochada que había salido de gira y que no podía ya volver a su casa, muy entrado el día.

La excitación eléctrica del aire se nos pegaba al cuerpo y las perras olfateaban estirando el cuello hacia arriba, como queriendo identificar a la bestia que se abalanzaba sobre nosotras resoplando un aliento helado en nuestros cuerpos.

Entramos a la casa, donde los aullidos y silbidos del aire se multiplicaban al entrar por las rendijas. La velocidad disminuida del viento empezaba a depositar una fina capa de tierra sobre todas las superficies de la casa.

Algún huaco que había quedado afuera de los toldos se rompió con gran ruido de fracaso, arrastrado por un aire vengativo, imperdonable.

Si lloviera, pensamos, el aire se calmaría un poco y, con las plumas mojadas le costaría recuperar la loca velocidad que ahora había alcanzado.

En la ciudad auguraban una nevisca, o más bien la deseaban. La nieve se veía como una promesa de alegría colectiva, que desde hacía años se nos escapaba. Pero sabíamos que con un aire tan seco y concentrado en su propia carrera vertiginosa no iba a llover, no iba a nevar, y lo único que nos quedaba era encerrarnos a esperar que pasara lo peor.