viernes, 7 de noviembre de 2003

Más sobre la enfermedad

El doctor Behrens instruyó personalmente al novicio acerca del modo cómo debía sentarse y mantenerse.
--¡Abrace la plancha! --dijo--. ¡Si quiere ilusionarse imagine que es otra cosa! Y estréchela bien contra su pecho, como si tuviese sensaciones voluptuosas. Sí, respire. ¡Alto!
Hans Castorp se mantuvo, entornando los ojos, con los pulmones llenos de aire. A su espalda crepitó la tempestad, estalló, y luego fue tranquilizándose. El objetivo había mirado dentro de él.
Se separó, turbado y aturdido, por lo que acababa de sucederle, a pesar de que no se hubiese dado cuenta, en lo más mínimo, de la penetración.

La montaña mágica, 297-298

--(...) Con el cuerpo ocurre lo mismo. Es necesario honrarlo y defenderlo cuando se trata de emancipación y belleza, de la libertad de los sentidos y la felicidad del placer. Es preciso despreciarlo cuando se opone al movimiento hacia la luz como principio de gravedad e inercia, rechazarlo en cuanto representa el principio de la enfermedad y la muerte, tanto más cuanto que su espíritu específico es el espíritu de la perversidad, el espíritu de la descomposición, la voluptuosidad y la vergüenza.
Settembrini había pronunciado estas últimas palabras de pie, muy cerca de Hans Castorp, casi sin acento y muy de prisa para terminar de una vez.

M.M., pág. 345

Todo esto se refería a la patología, a la doctrina de la enfermedad, y era el acento del dolor colocado sobre el cuerpo, pero al mismo tiempo sobre la voluptuosidad. La enfermedad era la forma depravada de la vida. ¿Y la vida? ¿No era quizá también una enfermedad infecciosa de la materia, al igual que lo que podía llamarse el génesis original de la materia no era tal vez más que la enfermedad, el reflejo y la proliferación de lo inmaterial? El primer paso hacia el mal, la voluptuosidad y la muerte había partido sin duda de allí donde, provocada por el cosquilleo de una infiltración desconocida, esa primera condensación del espíritu, esa vegetación patológica y superabundante se había dotado de un tejido, medio por placer, medio por defensa, constituyendo el primer grado de lo sustancial, la transición de lo inmaterial a lo material. Era el pecado original. La segunda generación espontánea, el paso de lo inorgánico a lo orgánico, ya no era más que una peligrosa adquisición de conciencia del cuerpo, lo mismo que la enfermedad del organismo era una exageración embriagada y una acentuación depravada de su naturaleza física. la vida no era ya más que una progresión por el camino aventurero del espíritu impúdico, un reflejo del calor de la materia despierta a la sensibilidad y que se había mostrado sensible a ese llamamiento...

M.M., págs. 392-393

1 comentario:

Amalia Pedemonte dijo...

Sugerencia de lectura secular y desacralziadora de mitos aberrantes en tornoa ala enfermedad:

Sontag, Susan. "La Enfermedad y sus Metáforas" y "El Sida y sus Metáforas". Buenos Aires. Taurus. 1996.-

Dixit:

Los románticos inventaron la invalidez como pretexto del ocio, y para hacer a un lado los deberes burgueses y poder así vivir nada más que para su propio arte. Era un modo de retirarse del mundo sin asumir la responsabilidad de la decisión- la historia de la Montaña Mágica, de Thomas Mann es ilustrativa en este sentido.

Hans Castorp hace una visita de tres semanas a su primo tuberculoso, en el Sanatorio de Davos. Antes de que Hans vuelva a a bajar, el médico le diagnostica una mancha en los pulmones. Se queda en la montaña durante los siete años siguientes...La novela de Mann es un comentario tardío y poremeditado sobre el Mito de la Tuberculosis. Pero en la novela se refleja otra vez el mito: la enfermedad refina, sí, el espíritu del Burgués...
(Ibd Sontag Susan. La Enfermedda y sus Metáforas...

La enfermedad y sus metáforas A propósito de Susan Sontag (Carlos Bonfil):

http://www.notiese.org/notiese.php?ctn_id=180


Saludos.-