domingo, 16 de noviembre de 2003

Giro

El viernes nos fuimos a Bérgamo, una ciudad amurallada de provincias, tan encantadora como cuando la descubrí hace unos años. Salimos muy temprano, de modo que los trenes que tomamos estaban llenos de adolescentes que iban al colegio. No en vano el Liceo italiano es una de las mejores escuelas de Europa: los niños tienen 6 días de clase. La consecuencia nefasta de tal política educativa es que la noche "crazy" de los fines de semana se reduce a los sábados (nadie sale los viernes). Es decir: los sábados las ciudades están atestadas y es imposible conseguir lugar en ninguna parte si uno no ha hecho previamente una "prenotazione" (una de las más sólidas instituciones italianas, casi tan incomprensible como la misa). Recorrimos Bérgamo en una sola mañana demencial y después nos trepamos a los trenes rumbo a Brescia, donde me tomé una foto en honor a Kafka y a ese texto tan amado "Los aeroplanos de Brescia". Luego, Verona, ay, que me gustó. Mucho, me gustó. Con la farsa de Julieta y los restos de Roma por todas partes (incluido el sótano de la FNAC, que apiló unas cuantos mármoles gastados con fines, pienso, puramente impositivos). Es probable que Verona sea un parque temático, pero en todo caso es un parque temático encantador. Pasamos dos noches ahí. La mañana del sábado la gastamos (cosas que se me pegan de hablar en inglés) en Mantova, la cuna de Virgilio, a quien sin embargo no se recuerda en su justa medida. El lugar, también, donde vivió Andrea Mantegna, tan querido por mí, y donde Alberti hizo sus mejores obras: San Andrés, tan bella que da escalofríos, y San Sebastiano, tan exacta que parece justificar la sospecha de mi mamá de que todo lo que está bien hecho en el mundo es obra de los extraterrestres.
En Verona regatee con un negro que vendía falsas carteras de Prada. ¡Y fui feliz porque lo hice bien! Hoy, domingo a la noche, volvimos a Naboo, donde (debo decirlo) se extraña la belleza y la elegancia un poco sobreactuada de los italianos. Pero cumplí. Me porté bien y les dijimos Salve! Ya habrá otra oportunidad para decirles Ci vediamo.
Mañana, día de lavarropas y empaque. Como dicen allende el Atlántico (donde todo es, ay, un poco mejor), "ya está bien con esta vaina".

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