lunes, 24 de septiembre de 2012

Homo tantum

¿De quién es mi cuerpo? No mío, naturalmente, porque eso supondría adherir a una teoría del yo y de la propiedad (haberla desarrollado, previamente) completamente liberal, capitalista. 
No, mi cuerpo no es mío sino de aquellos a quienes amo (y de quienes supongo un amor recíproco, aún cuando me esté equivocando en esa suposición). 
Un poco por eso, cuando uno muere (mi vida no está en juego, pero la praemeditatio malorum nos obliga a considerar incluso esa circunstancia), su cuerpo (o los restos de él, pulvera) quedan bajo la responsablidad de los deudos: lleven mis cenizss a Córdoba (Andalucía), donde fui tan feliz, o a Córdoba (Argentina), donde empezó mi vida.
"Hay un momento que es simplemente el de una vida jugando con la muerte. La vida del individuo ha dado lugar a una vida impersonal y sin embargo singular que desencadena un puro acontecimiento liberado de los accidentes de la vida interior y exterior, es decir de la subjetividad y la objetividad de lo que sucede. Homo tantum al que todo el mundo compadece y que alcanza una especie de beatitud", escribía Deleuze en el artículo de la muerte.
Mi cuerpo es el efecto de esa compasión universal y de esa beatitud singular y por eso nos duele el abandono de nuestro cuerpo por parte de aquellos que amamos (La Celestina: "¿por qué te mostraste tan cruel? ¿Por qué me dejaste, cuando yo te había de dejar? ¿Por qué me dejaste penado? ¿Por qué me dejaste, triste y solo, in hac lachrimarum valle?")
Abandonado por el amor de quienes creíamos que poseían nuestro cuerpo, la carne se deshace, el sentido me abandona, me abismo y el puro acontecimiento de una vida se desdibuja. 
De allí la estremecedora eficacia de aquellos versos lamborghinianos:

Y no me abandones
Prematuramente
No te comportes
Como un ingrato
Recuérdame siempre
Yo soy tu proveedora de droga


Abandonado por quienes (porque los amo) son los dueños de mi cuerpo, mi cuerpo se vuelve mero territorio de experimentación, laboratorio, campo de batalla. 
Como no hay "yo" que pueda hacerse cargo de este cuerpo (no mío, sino tuyo), que lo hayas abandonado a su suerte (que no es sino la suerte de la ciencia médica) es como haberlo matado para siempre.

¿Por qué me dejaste, cuando yo te había de dejar?18 ¿Por qué me dejaste penado? ¿Por qué me dejaste, triste y solo, «in hac lachrimarum valle»?
¿Por qué te mostraste tan cruel con tu viejo padre? ¿Por qué me dejaste, cuando yo te había de dejar?18 ¿Por qué me dejaste penado? ¿Por qué me dejaste, triste y solo, «in hac lachrimarum valle»?
¿Por qué me dejaste, cuando yo te había de dejar?18 ¿Por qué me dejaste penado? ¿Por qué me dejaste, triste y solo, «in hac lachrimarum valle»?1

1 comentario:

federico carugo dijo...

Arriesgo, con pereza: La enfermedad desborda todo el plano racional...