viernes, 21 de febrero de 2014

Si fuera un chabón...

por Daniel Link para Soy

Tenía que suceder durante una emisión de la 13a. temporada de American Idol, el show que contiene a la opinión pública norteamericana entera.

En el capítulo 8 que se emitió el miércoles 5 de febrero, Keith London (21 años) cantó durante una ronda eliminatoria suplementaria, antes de las eliminaciones grupales, el tema de Beyoncé “If I Were a Boy” (2008). 


La cámara no tardó de pasar de la cara (ambigua) de Keith a las caras (escandalizadas) de dos de los jurados, Jennifer López y Harry Connick Jr., quienes censuraron la (“inusual” y “distractiva”) elección, por bizarra (Jennifer) y extraña (“weird”, Harry), y le pidieron al joven una explicación, interrumpiendo su canto. “Para mí tiene un sentido especial”. “¿Cuál?”. “Es como un mensaje general para todos no juzgar a alguien, porque nadie sabe de dónde uno partió”. Epa.

A pedido del jurado, después de demostrar su entereza con “Same Love” (2012), que promueve los derechos LGTB (“If I was gay...”), el chico pasó a la siguiente ronda, pero el asunto estalló en Twitter. Los jueces fueron severamente criticados por su miserabilidad y Keith explicó su punto de vista en todos los sitios de los que participa y aclaró las dudas de la audiencia: ¿él es gay o trans? “Soy un hombre. Siempre he sido un hombre. Siempre voy a ser un hombre. Estoy muy cómodo siéndolo. Y me gustan otros hombres”, explicó.

El guion que le pusieron en los labios a Jennifer y a Harry había empezado mucho antes, el 14 de noviembre de 2013, en el show Glee, cuando el personaje trans Unique (desempeñado por un cantante varón) canta el mismo tema encerrada en el baño de mujeres (luego de haber sido hostilizado en ambos). Keith dice haber sacado de esa performance la inspiración para cantar el tema en American Idol.

Si me detengo en este episodio tan trash (que no debería considerarse como una “espontaneidad” en el seno de la más calculada industria del espectáculo) es porque enfrenta dos pesadillas: la homofobia de la que se acusa a las personas trans, y la transfobia de la que se acusa a los homosexuales (dejo de lado el punto de vista heterosexista, porque no hay ninguna tensión política en relación con él, sólo asco).

Al interpretar como propia una canción “feminista” (en un sentido conservador) de Beyoncé, Unique sacó la letra del campo de batalla de los géneros y la puso en el escenario de la desgarradura de la propia conciencia. Al retomarla de ese escenario, Keith London definió un espacio de vacilación en el que no hay géneros ni identidades contínuas, como quien dijera: no hay que ser ni mujer ni trans para poder (querer) desear “ser un chabón”, porque ésa es una imagen cultural vacía a la que cualquiera puede aspirar con total independencia de los laberintos del género y la sexualidad. Lo que se llama queer.

Antes de prender la Internet, volví a ver el segmento para tratar de decidir si el chico era trans o qué (ni las manos ni la nuez de Adán me dieron pruebas suficientes), pero de inmediato me di cuenta de la incorrección del interrogante (no política, porque me importa nada el asunto en ese punto, sino ética), así que me dejé llevar de la mano de la encantadora inocencia del intérprete hasta sus más íntimos rincones de Tumblr e Instagram.

Es muy curioso que la misma sociedad que produjo Stonewall en los sesenta y las políticas de Afirmative Action en los ochenta hoy se desespere ante la imposibilidad del nombre de lo queer (que cualquier chabón de 21 años puede sostener). El jueves, un día después del juicio atroz del jurado, Keith London fue expulsado del concurso sin que se viera la performance destituyente.

No importa, ha dejado su marca de suave protesta en la historia particular de la infamia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me tienen los huevos llenos con la identidad de género. Estoy 100% a favor de respetar al otro al tratarlo de la manera que proponga para no hacerlo sentirse rechazado.

Pero, la puta madre. El prejuicio es parte del ser Humano. Como el ego, la maldad y toda es porquería que también somos.

Si uno llega a cierta edad y una minita le dice "señor", también se siente discriminado.

Sin prejuicios no existíría ni una sola obra literaria que valiese la pena leer.

La empatía no respeta leyes.