sábado, 13 de septiembre de 2014

El bien supremo

por Daniel Link para Perfil

¿Se puede aspirar al Bien Supremo, algo que represente el Bien más allá de toda discusión y todo punto de vista? Examinemos el caso del Bondinho do Alemão, el sistema de transporte aéreo (teleférico) que en seis estaciones (Bonsucesso, Adeus, Baiana, Alemão, Itararé/Alvorada y Palmeiras) permite que 152 góndolas con capacidad para diez pasajeros cada una recorra 3,5 km del asentamiento faveleiro más grande (y alguna vez más violento) de Río de Janeiro (13 favelas desparramadas en diferentes morros del norte de la ciudad) en 16 minutos. 
Para los poseedores de la carta de transporte de Río de Janeiro cuesta un real por tramo (ida o vuelta), y la estación Bonsucesso conecta directamente con el servicio de trenes de superficie (que a su vez conecta con el sistema de trenes subterráneos). Los curiosos pagan cinco reales por tramo.
Los críticos de derecha contarán cuánto se robó con esa obra (que, además de transportar gente con seguridad y elegancia, tiene en cada una de las estaciones un centro cultural y un centro comunal). Los críticos de izquierda recordarán los muertos que dejó el “proceso de pacificación” realizado con la excusa de la erradicación del tráfico de drogas que reinaba en la zona. Todas esas críticas pueden ser precisas y pertinentes: la historia se encargará de distribuir las responsabilidades y aclarar los hechos (una potencia de muerte es además correlativa de la otra). Pero visitar el Alemão, ahora, permite evaluar lo mucho que se ha avanzado en términos de integración y nivelación social: los chicos bajan del morro en pocos minutos para ir a la escuela. Una señora dice que a veces no toma el teleférico porque le da miedo. ¿Es que hay violencia? No (se ríe), a veces hay mucho viento.
Inaugurada en julio de 2011, la red del teleférico proyectada por Jorge Mario Jáuregui y Atelier Metropolitano, en algún sentido (el sentido del Bien Supremo), cambió el rumbo de los vientos.

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