Por Marcos Vidable para La voz del interior
“Leer bien es relacionar lugares lejanos”, escribió Daniel Link en Clases. Literatura y disidencia (2005), primer volumen de un proyecto crítico al que luego se afilió Fantasmas. Imaginación y sociedad (2009) y, ahora, Suturas. Imágenes, escritura, vida. Esa frase inicial de algún modo condensa lo que despliegan los ensayos en conjunto: la lectura como forma de vida, leer para averiguar lo que aún vive en los cuerpos. Mientras que en el primer libro Link se ocupaba de los dispositivos de clasificación y normalización de la cultura (entendida como aparato de selección y administración), y en el siguiente de las potencias de lo imaginario y de las unidades fantasmáticas en la sociedad, en Suturas abre un nuevo mapa conceptual. Interroga no solo las imágenes que provienen de la televisión y del cine sino también las que surgen de los museos e Internet, y las conjuga con el examen de archivos, relatos y autores: de Alejandro Casona a Rafael Spregelburd, de León Ferrari a Jorge Baron Biza.
Divididos en cuatro partes (Método, Imágenes, Nombres y Escrituras), los textos interpelan la situación de lo viviente hoy, entre la cultura letrada y la digital. Por ejemplo, en “1879” –sobre el cuerpo queer y sus marcas históricas–, o en “Violencia” –sobre una intervención curatorial de Cuauhtémoc Medina en un México infernal. También aparecen otras versiones de trabajos que ya conocíamos, como “Fascismo”, acerca de películas que reflexionaron sobre los regímenes totalitarios del siglo 20, publicado en Clases y ahora reproducido con diferentes hallazgos sobre la soberanía en los estados de excepción.
Un concepto que se hunde entre las suturas (“marcas de una herida”), inasible y central en los debates contemporáneos, es el de vida, que junto con el de biopolítica (presente en los tres volúmenes publicados), le permiten al ensayista repensar la cuestión de “Cómo vivir juntos”: “La más política de las interrogaciones que el arte actual puede hacerse (o lisa y llanamente, la única pregunta política que importa)”, como ya había planteado en Fantasmas. Aquí agrega: “Nuestras sociedades han dejado de ser hoy sociedades políticas: son algo completamente nuevo, para lo que carecemos de una terminología adecuada y que por lo tanto nos obliga a inventar un pensamiento nuevo y una nueva estrategia”.
Aunque no se reducen a ella, las investigaciones del autor pueden inscribirse en la línea que los lectores de Foucault y Agamben abrieron en los últimos años en el amplio terreno de los “estudios literarios”. Una muestra reciente son las agudas indagaciones de Gabriel Giorgi. Si bien, como ha señalado Edgardo Castro, la biopolítica (foucaultiana), al circular por los más diversos contextos y usos, corre el riesgo, como antes le sucedió a la categoría de posmodernidad, de vaciarse de contenido específico, los ensayos de Daniel Link no tropiezan con ese escollo dado que no usan la caja de herramientas teóricas para acabar con las preguntas sino para multiplicarlas.
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
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hay...
Hace 3 semanas.
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