sábado, 21 de septiembre de 2019

Invenciones cubanas

Por Daniel Link para Perfil

El experimento cubano es raro, al menos en su versión actual, después de la Ley de Inversiones Extranjeras de 1995 y los lineamientos del VI Congreso del Partido Comunista de 2011.
Algunas de esas rarezas son muy cautivantes: en la televisión no hay publicidad y, además, emiten películas (vimos The Hustle) bajadas de los mismos servidores que se usan en el resto del mundo (reconocimos la versión emitida por los subtítulos en color amarillo). Todo Netflix, naturalmente, se consigue en la calle. En contra: no hay presentadores ni presentadoras de origen afrocubano.
Cuba inventó las formas superiores del capitalismo actual: Airbnb, Uber y el “coliving” existen en la isla desde mucho antes que esas aplicaciones (familias que alquilaban habitaciones en sus casas, autos que llevan a terceros por importes menores que los que cobran los taxis, paladares).
Las personas tienen una cultura general bastante sólida, pero no tienen ocasión de aplicarla. Un licenciado en estudios culturales de La Habana y un profesor de inglés de Trinidad preferían preparar desayunos porque la industria turística es, claro, más rentable. Ninguno de ellos conocía ni a Severo Sarduy ni a Reinaldo Arenas.
Como ahora disfrutan de Internet, ya sabrán qué buscar después de nuestros consejos.
La más deslumbrante fue Tanja, la conductora del cocotaxi a quien le pedimos que nos llevara a la casa de Lezama Lima. A ella no le gustaba Lezama, le parecía pesado. Especialmente Paradiso. Yo no iba a discutir eso con ella, pero le aclaré que había escrito ensayos esenciales para el pensamiento latinoamericano. “Sobre la comida”, precisó. “Era un glotón”. Tampoco le gustaba demasiado Carpentier. La consagración de la primavera tal vez, pero El recurso del método en absoluto. Para “real maravilloso” (SIC) prefería al colombiano, García Márquez.
Mencioné el Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Desvió el cocotaxi para pasar por la esquina donde estaba la casa de Fernando Ortiz, cómo no.
Le pregunté si había estudiado Letras o algo semejante. Tanja dijo que no, que ella leía porque le gustaba. Conocía al dedillo los barrios de La Habana. Y tenía frases. A la tercera vez que le dijimos “Qué raro” a algo que contaba, ella sentenció: “Aquí nada es raro, todo es increíble”.
En una playa cerca de Trinidad, vimos a una turista que practicaba topless. Le preguntamos al mozo que nos servía un pescado delicioso (cuyo nombre no recuerdo) con arroz moro si eso estaba permitido, para recibir otra “frase” como respuesta: “A ustedes se les permite todo, a nosotros no”.
La mejor fue la frase de un policía, que me hizo pagar casi con alegría la multa injusta de cuarenta dólares que me impusieron por no respetar la distancia mínima entre autos prevista por la Ley: “La policía revolucionaria no comete injusticias”.

1 comentario:

PUPITA LA MOCUDA dijo...

Hermoso, también.