Por Daniel Link para Perfil
El gran Inca Garcilaso de la Vega se preocupó, en relación de la etimología del nombre “Perú”, por publicar su hipótesis porque “Lo que ahora temo es no me las haya hurtado algún
historiador, porque aquel libro, por mi ocupación, fue sin mí a pedir su calificación, y sé que anduvo por muchas manos”.
La semana pasada, un amigo tuvo a bien citar en otro periódico unas palabras mías que introducían la noción de “ambiente estilístico” que, por las mismas razones que Garcilaso, yo había anticipado en la reedición de mi libro Clases.
¿Qué se entiende por “ambiente estilístico”? Por supuesto, no se trata de un “estilo” sino de un tramado de rasgos culturales, lingüísticos, tonales, afectivos, morales, prosódicos y léxicos, a partir de los cuales se construyen los estilos. La unidad de los ambientes estilísticos es el estilema, que ahora no funciona como unidad de “estilo” sino como un marcador complejo de ambiente estilístico.
Todo el mundo se preocupa por la violencia verbal del presente argentino (no tanto por los posteos en redes de nuestros políticos, sino más bien en el goce insolente de los conductores y panelistas de los programas de noticias). ¿Es eso un estilo? No, pero es un ambiente estilístico que permitirá la formación de estilos a partir de una determinada atracción mutua de estilemas.
No es del todo correcto hablar, históricamente, de estilo gótico o barroco. Esas etiquetas designan a ambientes estilísticos. Definamos el ambiente estilístico argentino actual y sabremos cuál es nuestro futuro. Borges había dicho en la década del cuarenta: “Si yo supiera cómo leerán esta página en el año dos mil, sabría cómo será la literatura del año dos mil”.
Es muy difícil definir ambientes estilísticos completos y el único que ha sido capaz de acercarse a algo parecido es el Foucault de Las palabras y las cosas, quien (no por casualidad) tradujo al gran estilista Spitzer al francés.
Yo he experimentado con esa noción en complicidad con una inteligencia artificial, a la que le pedí que musicalizara algunos de los poemas de Rubén Darío, figura clave dentro del ambiente estilístico del modernismo hispanoamericano.
Le pedí a esa IA que versionara “Caupolicán”. Pero tuve que hacerlo varias veces apelando a los estilemas de esta época (y no a la de Darío). Finalmente dimos con la canción adecuada. Como mejor suena hoy el escolar “Caupolicán”de Darío (poema muy diferente de “Sonatina”, mucho más heroico) no es como trap, o como rap, o como pop, sino bajo el rótulo estilístico del heavy metal con un toque de punk.
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