Quiñihual es una estación de ferrocarril abandonada, a 57 kms. de Coronel Suárez, a media hora de Pringles, en
Cuando atravesamos la tranquera del lugar, traspasados por la emoción, le dije al inglesito que casualmente nos acompañaba: “Welcome to the ruins of the British Empire”. Al mismo tiempo, teníamos ante nosotros la ruina de una Argentina perdida para siempre. En los años cuarenta, Quiñihual tenía varias viviendas, destacamento policial, comercios de diversos rubros, herrerías y una escuela (Nº 21), de todo lo cual hoy apenas sobrevive un antiguo almacén de campo.
Hace poco más de un año, Arturo Carrera estaba trabajando ya en su próximo libro, Las cuatro estaciones. En el curso de esa investigación sobre estaciones de ferrocarril, Carrera y quienes lo acompañaban en aquellos meses llegaron hasta Quiñihual, un lugar habitado por los fantasmas de infancia del poeta, que le dijeron al oído sus secretos anhelos. La fiebre, de inmediato, se nos contagió a todos y, en particular, a Chiquita Gramajo, que se puso a la cabeza de complejas negociaciones burocráticas: había que crear una sociedad (Estación Pringles) para recuperar esa parte de nosotros que habíamos dejado que se nos escapara como arena en el viento. Así, gracias a la fuerza de un deseo colectivo, lo que en principio era apenas el rumor de un poema en marcha se transformó en el tren de la historia: las antiguas estaciones de ferrocarril desmanteladas vuelven a existir por (y para) el arte y por (y para) el pueblo. Una forma de hacer política, claro. Los primeros funcionarios a quienes se interesó en el proyecto exclamaron: “Ah, pero ustedes quieren fundar un pueblo”. Sí. Y, de paso, devolverle al pueblo la memoria poética que le pertenece.
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 2 semanas.
5 comentarios:
¿Querés decir que en cualquier momento Arturo Carrera va a ser bestseller?
"The ruins of the British Empire"... no lo vas a creer, pero pienso todos los días lo mismo cuando estoy en Retiro y veo esas letras impresas en el hierro hace como 200 años...
¿200?
buéh.. siglo más, siglo menos. cuánto rigor, che, me gusta más como queda 200 que 100. Ahora voy y me fijo la fecha exacta, maldita sea.
Alejo:
Acercate para mirar la fecha.
Bendito seas, bostero.
Anónima
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