Ordeno, en la medida de lo posible, mi biblioteca, cuya sección principal está rigurosamente alfabetizada. Hay una pequeña biblioteca de "tránsito", donde acomodo los libros que estoy leyendo o con los que tendré que trabajar. Los demás van a parar a la sección principal o, cuando ésta ya carece de espacio disponible, a la biblioteca segunda, la del campo (que en cantidad y calidad supera ya a la de mi gabinete de trabajo, pero que está totalmente desordenada, o más bien ordenada según el criterio de las incorporaciones, como las bibliotecas públicas).
A veces tengo dificultades para encontrar lugar para ciertos libros en mi sección alfabetizada. Me doy cuenta de que el espacio que ocupan mis libros en la biblioteca no se reparte equitativamente a lo largo de todo el alfabeto. Adorno (8 cms.), Agamben (28 cms.), Aira (42 cms.), Albee (3 cms.), Antelo (18 cms. ), Arenas (11 cms.). Me salteo algunos nombres (Aristóteles, Badiou, Borges, Céline, Cervantes) y registro sólo aquellos autores que ocupan más de diez centímetros lineales de biblioteca (lo que a veces es difícil de calcular porque algunos están acostados sobre los demás): Barthes (74 cms.), Bellatin (14 cms.), Benjamin (24 cms.), Brecht (32 cms.), Carrera (16 cms.), Copi (30 cms.), Cortázar (10 cms.), Cozarinsky (12 cms.), Deleuze (28 cms., pero incluye el Deleuze de Badiou y el Abecedario), Flaubert (17 cms.), Fogwill (12 cms., ¡me faltan un montón de sus libros!), Foucault (44 cms.), Goethe (13 cms., claro que Poesía y verdad se lleva la mayor parte), Kafka (25 cms.). Después, hasta la "p" no hay mayores sobresaltos (salvo Mann, varios de ellos: 22 cms.): Pasolini (45 cms.), Proust (40 cms.), Rilke (24 cms.), Sartre (20 cms.) y, al fondo, donde no tengo ganas de ir a medir, Walsh y Weber.
Por un lado, este simple repaso me permite constatar que más de la mitad de mi biblioteca (casi dos tercios de ella) está ocupada por autores cuyos apellidos comienzan entre la A y la F (un quinto de las letras del alfabeto). Es verdad que todo P. D. James está en el campo, pero también Chandler (y supongo que una punta compensa la otra).
Por otro lado, evalúo el espacio indecente (por la escasez de éste, y lo poco que me importa su filosofía) que ocupa Habermas, y decido mandarlo al campo, junto con la pila de publicaciones periódicas que ya no guardo más en casa. En esos centímetros ganados, podré acomodar los Gombrowicz que están desperdigados en los otros muebles.
Algunos autores han tenido poca suerte y han sido acomodados con sus parientes más famosos: es el caso de los beatniks, encolumnados todos detrás de Burroughs (ningún principio ético o estético, pura economía de catálogo). Lo de Borges me parece un exceso: 25 cms., y no tengo ninguno de los tomos de sus Obras completas. Me siento culpable: ¡qué poco lugar (literalmente) ocupan Hegel y Heidegger en mi vida! Así no voy a llegar a nada serio, nunca. Los diccionarios, aparte, ocupan 180 cms, pero nada puede competir con el peso específico de Barthes (ejemplares en francés, en castellano, en portugués, fotocopias): no hay posibilidad de engaño, soy barthesiano.
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 2 semanas.
4 comentarios:
Simply Delicious! Kind regards, Pupita
Entre nos, me parece que con Adorno y Barthes se cumple "la ley de la L"...
mmm tanto Barthes y Agamben y tan poco Adorno y Benjamin... mmm
¿no era que "el saber no ocupa lugar"? ...
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