por Daniel Link para Perfil
De acuerdo, Nueva York es la ciudad más cool del universo entero y cualquier comparación que con ella se establezca es a pura pérdida. Pero convendría preguntarse cómo y por qué a los neoyorquinos la ciudad les funciona y, a quienes vivimos en Buenos Aires, en cambio, nos oprime como una pesadilla y sólo eso.
Nueva York ha sufrido, en los últimos tiempos, gobiernos cuyas políticas urbanas no fueron particularmente progresistas sino todo lo contrario. Y sin embargo...
Dejemos el sistema de transporte de lado, que en Manhattan es casi tan eficiente como en cualquier ciudad europea y considerablemente más barato (por menos de tres dólares diarios se puede viajar ilimitadamente en el metro y los buses que recorren la ciudad de parte a parte). En Buenos Aires sería imposible que un funcionario municipal se pusiera a imaginar una respuesta al caótico y cada vez más fragmentado sistema de transporte público, donde cuaquier combinación de colectivo, tren y subterráneo (ida y vuelta) supera holgadamente las tarifas de cualquier lugar del “primer mundo”.
Pero detengámonos en una acción más bien pequeña, al alcance de cualquier alcalde con un poco de imaginación: la High Line, el primer parque elevado del mundo, construido sobre las viejas vías de un ferrocarril en altura que ya no funciona, casi a la vera del Hudson y más o menos simétricamente cortado por la calle 14 de Manhattan. En poquísimo tiempo, además de haberse convertido en un lugar de esparcimiento, ha revitalizado una zona antes muerta de la ciudad.
¿No es exactamente eso lo que, se supone desde hace años, iba a ser el famoso “Parque longitudinal” tendido sobre el recorrido del ex Ferrocarril Sarmiento, desde Once a Caballito? Los neoyorquinos no tuvieron que construir el basamento (la losa), que les vino dada, pero en cambio, tuvieron que colocar barandas a lo largo de esas cuadras deliciosas de canteros, bancos y mesitas. No sé exactamente qué longitud previeron para la High Line, pero es evidente que las obras continúan, como podrían continuar en Buenos Aires, poco a poco, si alguna vez hubieran comenzado. ¿Cuánto puede costar techar, no sé, dos o tres cuadras de vías por año, llenar de yuyitos nativos algunos canteros y disponer bancos y mesas de ajedrez aquí y allá, como al acaso? La cifra, se me ocurre, debería estar al alcance de una ciudad como Buenos Aires, cuyas autoridades siguen proponiendo faraónicos túneles que la atraviesen de parte a parte, no porque haya alguien que necesite tal cosa sino porque es la única manera de imaginar una ciudad que tienen.
Lo dijo Macri, el alcalde que no se babea públicamente porque cada mañana sus asesoses se aseguran de llenarle la boca de tizas, por televisión: “Desde Cacciatore, nadie ha pensado la ciudad”. Cuando le pidieron explicación por una afirmación tan desafortunada, no tuvo empacho en justificar su aberración con el sencillo expediente de remitirse a las autopistas construidas, como si esa herida inexplicable de la ciudad no fuera un monumento al autoritarismo, a la fragmentación social y, también, como muchos sospechan, a la tortura y a la desaparición.
Nunca seremos tan cool como los neoyorquinos, eso es cierto, pero tampoco es justo que por eso nos obliguen tener que soportar las desvergonzadas fantasías de aquellos para quienes una ciudad es tan sólo un lugar de paso, algo digno de ser atravesado de lado a lado en cápsulas atónitas selladas herméticamente unas respecto de las otras.
De transporte público, ni hablar. De parques longitudinales, tampoco.
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 2 semanas.
9 comentarios:
Adoro Nueva York y hace demasiados años -más de una década- que vivo en el Once. Nunca escuché hablar de esa teórica obra que vos mencionás que fue un proyecto, pero en cambio soy testigo de que al menos desde 1996, y con seguridad desde antes, la Av. Pueyrredón desde Santa Fe hasta Rivadavia está SIEMPRE cortada por teóricas ampliaciones del subte que tardan quinquenios en habilitarse. Lo mismo puede decirse de la ampliación de subterráneos desde Once hasta Caballito: llevó más de una década, y no quiero calcular cuántos millones, que el subte llegara hasta Carabobo. Esto excede a Macri a quien detesto (no olvidemos que los subtes están concesionados a una empresa privada, pero subvencionados por el Estado, deliciosa combinación que no exisste ni en Nueva York ni en Europa). No me hace falta vivir en Palermo para saber que lo que pasa con la línea D es similar, ni en cualquier otro punto de Buenos Aires para constatar que ni se piensa en ampliar ni en crear otras líneas (¿cuántas estaciones tiene la fantasmagórica línea H? ¿Tres?) No hablemos ni siquiera de subtes ni de Nueva York. Ya que vos mencionás túneles, pensemos en la gran masa del pueblo que se moviliza en colectivo y aun en auto; pensemos en Río de Janeiro y en San Pablo.
No hace falta ni siquiera plata, que ya gastamos demasiada y demasiado mal. Hace falta una cabeza que, además de afanar, piense un poco, sólo un poco, en sus ratos libres, en el sentido de vivir en una comunidad. Buenos Aires podría ser tan cool como Nueva York o más, no nos engañemos. Distinta, pero con la misma cantidad de coolness. Haría falta apenas que nos detuviéramos a pensar que vivimos en una comunidad y que no alcanza con haber tenido la primera, hermosa, vanguardista línea de subtes. Que los tiempos cambian, la población aumenta, y los medios de locomoción se multiplican y diversifican.
También está el tema de la imposibilidad de transitar en bicicleta. Una de las cosas más tristes de vivir en Buenos Aires....
Qué bueno que está ese parte newyorkino!
Ojalá hubiese uno así en Buenos Aires. El tema es que, sinceramente, ¿no te da la sensación de que acá lo harían garcha en los primeros meses luego de estrenado?
Para ser cool no sólo se necesita intendentes con imaginación progresista. Hay una cultura que habilita a romper o a afanar lo público (un banco de plaza o un pedazo de presupuesto) que es lo que nos condena.
Pegarle a Macri -más luego de la gambeta que le hizo al obispo pero que le sirvió para dejar a mucha gente en off-side -ya no alcanza para diagnosticar la desgracia argentina.
Saludos
olá, link.
escrevi este texto depois que li seu comentário sobre a fotografia de K.
http://interartive.org/index.php/2009/11/gradocer/
um abraço,
victor
qué cool el tema de los jardines flotantes! la verdad que buenísimo! es todo lo que necesitamos! dónde más pasear nuestra belleza que en unos puentes arbolados por palermo o quien sabe por once! genial! sin duda esta ciudad es una mierda, seguro que New York, San Pablo, Montevideo, Santiago son mucho mejores, seguro! cool! cool! cool! seguí escribiendo cosas tan interesantes!
Uff... hace tiempo que no paso por ahí.
De chiquito soñaba con cruzarme a Arnold, al Sr. Drummond o a la ambulancia de los Cazafantasmas...
Y sí, Diego, acá los nativos siempre levantamos el parqué para hacer asado...
Laura, no todos los nativos, yo no, y me hago cargo de lo que digo, tal vez si todos tomáramos una actitud responsable y no: "inclusiva para el daño", alguna vez la cosa cambie...
Sí utópica me llaman
Ya la palabra cool derrumba cualquier análisis....
Buenos Aires es hermosa, tanto más que esa mierda neoyorquina.
Y el Transporte vale menos de la mitad, ¿ o acaso ustedes los escritores solo toman taxi?
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