sábado, 16 de julio de 2011

La capitana

Por Daniel Link para PerfilEnlace


Yo había vuelto volando para integrarme sin éxito a la epopeya democrática de la que participamos (no para votar al FpV, ni tampoco al PRO, porque la disputa entre populismo y liberalismo me parece muy del siglo pasado, sino para aportar mi voto habitual a la izquierda -lo más moderno al alcance del elector y la electriz).

El preembarque fue una pesadilla de controles (¿crema?, ¿shampoo?, ¿pasta de dientes?, ¿alicate?), agravado por el hecho de que me acompañaba una turba de adolescentes que no habían puesto nunca un pie en un avión e ignoraban que cargaban armas letales en sus mochilas. Ya en vuelo (había obtenido, gracias a mi simpatía arrolladora, el asiento 1C) vi que el comandante salía de su cubículo y, con la puerta abierta, se entretenía en conversaciones intrascendentes con el azafataje, contradiciendo de facto las precauciones que, horas antes, nos habían sostenido en suplicio.

Por la puerta abierta, una melena desencadenó mi duda. Le pregunté a la azafata (¿o sobrecarga?) si el piloto (o pilota) era una mujer. “Sí, es una mujer, hay muchas”, me contestó orgullosa y cómplice (porque mi simpatía, etc.). Le pregunté si ella creía que debería decirse “la señora comandante” o “la señora comandanta”.

La primera opción era la correcta, la segunda palabra no existe, dictaminó mi amiga del aire, de quien me acordé el domingo por la noche cuando, entre la cantidad abismal de tonterías que dijo Daniel Filmus en el discurso en el que reconoció la derrota de su ¿proyecto? de gobierno (¿autoestima popular?, ¿invasiones inglesas?, ¿Alfredo Palacios?, ¿ballotage?), lo vimos enredarse en las problemáticas de género gramatical, en un afán mimético que, como suele suceder, no le salió del todo bien.

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