por Daniel Link para Perfil
Estocolmo está en las antípodas de
Buenos Aires, al menos en lo geográfico y en lo climático. A las 3
de la tarde ya es de noche y el cuerpo del latinoamericano promedio
pide un respiro inexistente en estas latitudes, a esta altura del
año. Donde la nieve permanece intacta (en los cementerios alrededor
de las iglesias, por ejemplo) a finales del otoño ya llega a la
cintura del paseante.
La coqueta calle peatonal donde se
acumulan los negocios de las marcas internacionales funciona con un
sistema de losa radiante, lo único que permite que alguien se
aventure a mirar vidrieras despreocupadamente. Cada tres o cuatro
días, los bulldozers levantan a una velocidad de vértigo (sacan
literalmente chispas del asfalto) la nieve acumulada en las calles.
Estoy aquí invitado a formar parte del
blog de ilga, la asociación internacional del
movimiento LGTBI a la que están afiliadas todas las organizaciones
similares que existen en cada país del mundo (salvo en Uganda, el
escándalo de las militantas y activistas que piden declaraciones de
principios casi todos los días). El encuentro es como una Asamblea
General de Naciones Unidas (de hecho, el último día se eligen
autoridades y se decide la próxima sede del encuentro bianual) o de
Locas Unidas. Sebastián Freire, el fotógrafo que me acompaña,
decidió llamar Nave Nodriza al encuentro porque, en efecto,
parecemos todos alienígenas o delegaciones senatoriales en el
Coruscant de la princesa Amidala. Cada día hay una conferencia,
talleres, reuniones regionales (ILGA-LAC, la regional
latinoamericana, llega cargada del halo de prestigio que le brindan
los incontables avances antihomofóbicos en las legislaciones de
nuestros países). La política circula tanto en las salas como en
los pasillos (la mejor y la peor: allí está el rumor sobre el
secretariado trans que casi se pierde por la interferencia de cierta
activista argentina que este año faltó a la cita).
Mi chaleco de polopropileno, en este
ambiente donde todo lo raro es un signo de distinción, me convierte
en una especie de Charming Prince (mi estado civil me absuelve de
aceptar el rol con la energía que requeriría).
Este año, ILGA decidió premiar a la
presidencia argentina por las leyes de matrimonio universal (que las
militontas siguen llamando igualitario) y de identidad de género.
Acudieron a la cita, para aceptar el premio, el Sr. Boudou, que no
puede pronunciar palabra públicamente, y el Sr. Aníbal Fernández,
que agradeció con elocuencia el trofeo (muy parecido a uno de esos
buttplugs de cristal que están tan de moda).
La delegación argentina, muy K,
aplaudió con entusiasmo la presencia de funcionarios de un gobierno
que no dudaría en enviar misiones comerciales a Uganda, así como
las envió a Angola, donde la homosexualidad es ilegal y los
artículos 70 y 71 del
código penal penalizan con el envío a campos de trabajos forzados
"a quienes practican actos contra natura de manera habitual".
Pero la nieve amortigua cualquier contradicción.
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