viernes, 9 de enero de 2015

Puto francés


por Daniel Link para Soy

En cada una de sus entregas, el mensuario Têtu permite a sus lectores elegir al Mr. Gay correspondiente al mes. Los doce finalistas compiten, a fin de año, por el título de Mr. Gay del año entrante. Matthew Chartraire (Mr. Mayo: Floreal o Pradial, según el calendario de la Revolución Francesa) acaba de ser elegido Mr. Gay 2015, lo que motivó una polémica en los más rancios ambientes escolásticosparisinos. ¿Qué pasó? ¿Mateo tiene poco culo? ¿La tiene chica? ¿La chupa mal?
Nada de eso: el joven se autodenomina un “petit francés” de 22 años, nativo de Troyes, que trabaja todos los días (no aclara de qué), pero el escándalo se desató cuando los lectores de Têtu, lejos de babearse ante la caripela de canallita de película de Cadinot del rey del año nuevo, o de alabar el delicado trabajo de photoshop sobre sus músculos abdominales, denunciaron que Matthew se había manifestado, en Facebook, abiertamente simpatizante del FN de Marine Le Pen, al punto de anunciar que votaría a ese partido ultraderechista (aunque hasta ahora nunca votó en su vida).
Como Têtu se autoproclama como una revista “gauchiste” (de izquierda), su jefe de redacción, Yannick Barbe, anunció que cambiará las reglas del concurso y que, de ahora en más, se tendrá en cuenta no sólo la belleza física del candidato, el tamaño de su miembro o cuántas manos le entran en el culo, sino también, y sobre todo, lo que piensa del mundo. Como en los concursos de Miss Universo, donde importa tanto un buen par de tetas o unas cinturita de avispa y unas piernas largas, como la paz en el mundo y el hambre de los pueblos africanos. Un código de deontología se incorporará a las fichas de los candidatos para el año próximo.
Chartraire ya expresó su tímida protesta: le parece que el asunto es discriminatorio. Tal vez tenga razón. Después de todo, no le preguntamos a la
pin up del mes o al chongo que nos la está poniendo qué piensa de los fondos buitre o de la cuarta categoría. Pero tal vez no la tenga (decida el lector): la belleza es una noción suficientemente totalitaria y represiva para, además, sumarle una fantasía derechista.
Lo que queda claro es la mala conciencia parisina sobre estos asuntos que, para personas menos civilizadas, como nosotros, se resume en una simple indicación escópico-terapéutica: “Hacete ver”.

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