martes, 7 de febrero de 2017

Ideología y corrupción



Cuando el gobierno de Cambiemos estaba recién despuntando, a comienzos de 2016, un asado reunió a varios integrantes de crisis para debatir con Beatriz Sarlo sobre el presente que nos tocaba en suerte. Ese día la escritora propuso un reto singular: “la revista tiene que hablar sobre la corrupción del kirchnerismo”. La sugerencia de Sarlo tuvo algo de anticlímax. Un reflejo elemental nos indicaba que si en la agenda de los medios televisivos y los grandes diarios esta cuestión ocupaba el trending topic absoluto, hasta convertirse en el principal argumento de impugnación de lo realizado durante el largo ciclo de gobiernos populistas en América Latina, era preciso ir mas allá y sospechar de la ola moralizadora. Sin embargo, en cierto momento el desafío se tornó impostergable. La eficacia demoledora de la maquinaria oficialista para avanzar con sus estrategias de desmonte y reorganización nacional, se debió en gran medida al declive de quienes estaban llamados a ejercer el rol de principal oposición. Entre las causas del desmembramiento y la pérdida de autoridad padecidas por el otrora omnipotente movimiento kirchnerista, hay que apuntar la relación entre negocios y democracia, dinero y política, el vil metal y la retórica progresista.
Varios meses después de aquella primera charla le propusimos a Sarlo una nueva cena para encarar juntos el entuerto. Hay que señalar que es una intelectual de las que ya no quedan: maneja los hilos del debate sin renunciar a una escucha interesada, lo que equivale a decir que le interesa la conversación y no el monólogo; es a la vez híper rigurosa cuando se trata de descular un problema, y lo suficientemente canchera como para ampliar el universo de preocupaciones o admitir multiplicidad de perspectivas; conserva algunos rasgos de cierto leninismo incisivo que encara la polémica sin concesiones, al tiempo que hace gala de una rara fe en el sistema político derivada de su conversión al dogma republicano. A pesar de la admiración que nos merece ese crisol de aptitudes, o precisamente por ello, el intercambio no fue soplar y hacer botella. Promediando la tertulia, hubo un instante en el que el tono de la discusión escaló y la velada casi se interrumpe. Como debe ser, cuando se piensa con pasión y riesgo.



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