jueves, 11 de julio de 2024

Agamben se sacó

 

Réquiem por Occidente

por Giorgio Agamben para Quodlibet

A finales del siglo XIX, Moritz Steinschneider, uno de los fundadores de la ciencia del judaísmo,dies irae. Esta elección concordaba perfectamente con el hecho de que el propio término que definía la misa de difuntos procedía de un texto apocalíptico, el Apocalipsis de Esdras, que evocaba a la vez la paz y el fin del mundo: requiem aeternitatis dabit vobis, quoniam in proximo est ille, qui in finem saeculi adveniet, "os dará la paz eterna, porque está cerca el que viene al final de los tiempos". La abolición del dies iraete esencial del funeral en la tradición de la Iglesia católica es la misa llamada de Réquiem, que en el Introito se abre con las palabras: Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis. Hasta 1970, el Misal Romano prescribía también que la Misa de Réquiem se recitara en la secuencia dies irae. Esta elección concordaba perfectamente con el hecho de que el propio término que definía la misa de difuntos procedía de un texto apocalíptico, el Apocalipsis de Esdras, que evocaba a la vez la paz y el fin del mundo: requiem aeternitatis dabit vobis, quoniam in proximo est ille, qui in finem saeculi adveniet, "os dará la paz eterna, porque está cerca el que viene al final de los tiempos". La abolición del dies irae en 1970 va de la mano del abandono de toda instancia escatológica por parte de la Iglesia, que se ha amoldado así por completo a la idea de progreso infinito que define la modernidad. Lo que se deja caer sin el valor de explicitar sus razones -el día de la ira, el último día- puede ser recogido como un arma a utilizar contra la cobardía y las contradicciones del poder en el momento de su fin. Esto es lo que pretendemos hacer aquí, intentando celebrar sin intención paródica, pero fuera de la Iglesia, que pertenece al número de los muertos, una especie de funeral abreviado para Occidente.


Dies irae, dies illa

solvet saeclum in favilla,

teste David cum Sybilla.


Día de ira, ese día

destruirá el mundo en cenizas

como atestiguan David y Sybilla.

¿De qué día se trata? Ciertamente el presente, el tiempo en que vivimos. Cada día es el día de la ira, el último día. Hoy el siglo, el mundo arde, y con él nuestra casa. De esto debemos ser testigos, como David y como la Sibila. Quien calla y no da testimonio, no tendrá paz ni ahora ni mañana, porque es precisamente la paz lo que Occidente no puede ni quiere ver ni pensar.

Quantus tremor est futurus

quando iudex est venturus

cuncta stricte discussurus.


Cuánto terror habrá

cuando venga el juez

para juzgar todas las cosas estrictamente.

El terror no es futuro, es aquí y ahora. Y ese juez somos nosotros, llamados a pronunciar el juicio, la krisis sobre nuestro tiempo. A la palabra "crisis", de la que no hacemos más que hablar para justificar el estado de excepción, le devolvemos su significado original de juicio. En el vocabulario de la medicina hipocrática, la krisis designaba el momento en que el médico debe juzgar si el paciente morirá o sobrevivirá. Del mismo modo discernimos lo que morirá y lo que sigue vivo. Y el juicio será severo, no dejará pasar nada.

Tuba mirum spargens sonum

per sepulchra regionum,

coget omnes ante thronum.


Mors stupebit et natura,

cum resurget creatura,

iudicanti responsura.

Una trompeta que difunde un sonido maravilloso

en los sepulcros del mundo entero

llamará a todos ante el trono.


La muerte y la naturaleza asombrarán

cuando la criatura resucite,

para responder al juez.

No podemos resucitar a los muertos, pero al menos podemos preparar con todo cuidado el instrumento maravilloso de nuestro pensamiento y de nuestro juicio, y, haciéndolo resonar entonces sin temor, liberar a la naturaleza y a la muerte de las manos del poder que nos gobierna con ellas. Sentir que la naturaleza y la muerte nos asombran, presentir aquí y ahora otra vida posible y otra muerte, es la única resurrección que nos interesa.

Liber scriptus proferetur,

in quo totum continetur,

unde mundus iudicetur.


Iudex ergo cum sedebit,

quidquid latet apparebit,

nil inultum remanebit.


Se abrirá el libro

en el que todo está contenido,

y por él será juzgado el mundo.


Tan pronto como el juez esté sentado,

lo que está oculto aparecerá,

nada quedará sin salvar.

El libro escrito es la historia, que es siempre la historia de la mentira y de la injusticia. De la verdad y la justicia no hay historia, sino aparición instantánea en la krisis decisiva de cada mentira y cada injusticia. En ese momento la mentira ya no puede encubrir la realidad. Pues la justicia y la verdad se manifiestan, manifestando la mentira y la injusticia. Y nada escapará a la fuerza de su venganza, siempre que se devuelva a esta palabra el sentido etimológico que tiene en el juicio romano, en el que el vindex es aquel que vim dicit, que muestra al juez la violencia que se le ha hecho a quien sólo en este sentido "venga".

Quid sum miser tunc dicturus,

quem patronum rogaturus,

cum vix iustus sit securus.


Y yo, que soy avaro, ¿qué diré?

a quién llamaré en mi defensa,

si apenas el justo está seguro?


El justo que presta su voz al juicio está de algún modo implicado en el juicio y no puede llamar a otros en su defensa. Nadie puede testificar por el testigo, él está solo con su testimonio -en este sentido no está seguro, está dentro de la crisis de su tiempo- y sin embargo da su testimonio.


Confutatis maledictis,

flammis acribus addictis,

voca me cum benedictis...


Lacrimosa dies illa,

qua resurget ex favilla

iudicandus homo reus


Condenado el maldito

arrojado a las llamas vivas,

llámame entre los bienaventurados...


Día de lágrimas aquel día

en que resurgirá de las cenizas

El culpable que será juzgado.


Aunque el himno del Día de la Ira forma parte de una misa en la que se pide paz y misericordia para los muertos, se mantiene la distinción entre malditos y bienaventurados, entre verdugos y víctimas. El último día, los verdugos, como están haciendo ahora sin quizá darse cuenta, se refutarán a sí mismos, dejarán caer las máscaras que cubrían su injusticia y sus mentiras, y se arrojarán a las llamas que ellos mismos han encendido. El último día, el día de la ira, cada día es un día de lágrimas para ellos, y es quizás porque son conscientes de ello por lo que fingen estar tan sonrientes. Sólo el consentimiento y el miedo de muchos mantiene ese día en suspenso. Por eso, aunque nos sepamos impotentes ante el poder, tanto más implacable debe ser nuestro juicio, que no podemos separar del réquiem que celebramos. Señor, no les des la paz, porque no saben lo que es.


11 de julio de 2024

1 comentario:

Laur dijo...

Querido Maestro, le deseo lo mejor en su nueva etapa. Gracias por difundir estos textos, por difundir a estos filósofos que nos hacen pensar. Gracias también por el humor.