1. Un amigo querido que hoy está ausente del país (y lo extrañamos) nos decía que Macri parece un zorrito. No se trata de una analogía moral (al estilo de las fábulas). Macri parece (en efecto, su percepción es brillante) un zorrito de peletería, de esos que las viejas solían llevar al Colón cuando no era considerado de tan mal gusto andar adornándose con animales muertos.
2. El amarillo de la campaña de PRO (no hace falta ser "gente de teatro" para saberlo) es vomitivo. ¿En qué cabeza cabe que el color de la envidia pudiera ser políticamente pertinente? Los demás colores ya estaban, claro, tomados: rojo, por la izquierda; celeste, por el peronismo; negro, por el anarquismo; gris, por el fascismo. Pero había gamas de lilas, naranjas (es verdad, hay listas sindicales que lo usan) o... verdes. No, PRO no podía ser verde. Qué pena que nos condenen a la ignominia y a la mala fortuna del amarillo.
3. En estos días, un nuevo escándalo. Blumberg habría usurpado el título de ingeniero. Usurpar un título, en fin, es cosa un poco extraña, pero se entiende en el caso de los médicos ("el falso galeno" siempre me pareció una figura irrresistible) o en el metafísico "Doctor", que tanto designa a abogados, contadores o posgraduados en física nuclear o en lingüística aplicada. Pero, ¿ingeniero? Suena feo, muy feo.
Con estas precisiones no es que quiera sumarme a la desesperada campaña del progresismo porteño para no perder sus posiciones de privilegio, sino sencillamente señalar todo lo que me separaría de PRO: más allá de las acusaciones de evasión fiscal contra su titular que circulan por Internet (que han empañado las propagandas de Prolong), más grave es destacar que Macri y su cohorte de prohombres y promujeres son de derecha, con todo lo que eso implica, estética e ideológicamente. No obstante, ganarán el ballotage, y es justo que así sea aunque resulte deprimente. Del otro lado se esgrimen sólo unas vagas "convicciones" que no se sabrá nunca cuáles son.
Yo tengo para mí que si el peronismo hubiera tenido la convicción de institucionalizar la ciudad, designando funcionarios por concursos públicos de antecedentes y oposición en todas las áreas que lo admiten (direcciones de salud, educación, cultura; bibliotecas, institutos de planificación, canales de televisión, radios, museos, teatros, festivales, hospitales, etc...) sería poco cambio el que representaría un triunfo de la derecha a nivel municipal (derecha que, por otra parte, anuncia precisamente... ¡concursos!). Ahora, por el contrario, asistimos al triste espectáculo de escuchar a nuestros amigos quejándose por los trabajos que perderán o, más tristemente aún, concurriendo a las reuniones que se hacen chez Liprandi, a ver qué puede salvarse del naufragio.
El triunfo de PRO no será el comienzo de una etapa sino la culminación de un proceso de descomposición política que empezó hace mucho. Si M. M. hubiese leído a Céline, habría hecho suya la frase de Bardamu: "L'anarchie partout, et dans l'arche, moi Noé gâteaux*". La anarquía, sí, por todas partes, sí, y en el arca, sí, él, como un Noé, sí, sí, tarado.
*Dícese del enfermo cuya voluntad no tiene acción sobre sus necesidades corporales.
G. A . C. G: una literatura sobreviviente
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"Conversación con Césare Gárboli. Eneas, aquel que ha sobrevivido a sí
mismo, que comienza su historia cuando ésta ya ha terminado, como personaje
emb...
Hace 1 día.
5 comentarios:
En el posteo GRACIAS, del blog de jorge telerman, el propio autor comparte con los comentaristas alguna idea acerca de la belleza, la etica y la politica.
Casi en simultaneo, leo en tu blog y comparto tu percepcion sobre mauri, pero agrego: no creo en la trillada crisis de representacion (el mentiroso QUE SE VAYAN TODOS) sino en una evidencia de representacion que resulta inaguantable, aterradora. Ese pelele zorruno y malicioso sera el intendente de los habitantes de Buenos Aires y habria que preguntarse, mirando a la señora del 4to B, al taxista, a nuestro tio, a la profesora de lengua y sobre todo a su tierna y democristiana compañera de formula... por que no habria de ser.
Anoche lo vi en la tele a Pinti y tiene razón: mostró una hoja con un dibujo, y en el dibujo estaba dibujado un teatro. Después dijo que esa era la patria de su infancia. Ya está, claridad cuando a veces no la solemos tener. La lengua no tiene fronteras. La identidad tampoco. ¿Para qué cambiarla? ¿No es mejor reconocerla? Ayer salió en Ñ un artículo de Héctor Tizon muy lindo sobre todo este tema, "Idiosincracia y frontera".
Daniel: el amarillo del Pro es amarillo papal. No el amarillo que se repugna en el teatro, que es un amarillo más verdoso.
Aparte está de moda, aunque más tirando para el anaranjado. Se atrevieron con ese amarillo tan clarito y les fue bien. Hay que sacarse el sombrero ante esa derecha fea pero atrevida.
Pero sobre todo hay que pasarle una linda factura al ladriprogresismo, que desde Ibarra para acá viene haciendo caja de una manera desesperada y bien de derecha.
R.
No es increíble que el discurso de la Derecha sea el de respeto de las instituciones?
Ese estado de anarquía que no se cansan de denunciar o preanunciar (Carrió) y ellos que vienen a poner un poco de orden carajo!.
Triste destino nos espera.
Va a estar duro Buenos Aires.
¡Es verdad! Es amarillo vaticano. Ratzinger, por todas partes. Y del alcalde prófugo, mejor ni hablar: ya tendremos que soportarlo en la tele.
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