martes, 10 de octubre de 2006

Capitalismo y esquizofrenia



Contra lo previsto y deseado por Paul Eisenman, el arquitecto que diseñó el Memorial del Holocausto de Berlín, en ese lugar, hoy, no se puede correr, ni escuchar música, ni tocar instrumentos, ni hablar en voz alta, ni subirse a las columnas, ni fumar, ni tomar bebidas alcohólicas, ni entrar en la estructura con otra cosa que no sean los propios pies (específicamente se prohiben los skates y rollers). Una patrulla se encarga (con el previsible autoritarismo derivado del hastío) de velar por el cumplimiento de esas estúpidas reglas que no hacen sino aterrorizar a los visitantes y que muestran al terror como una herramienta del Estado. En Buenos Aires, más enfáticamente, habrían alambrado el lugar.

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