lunes, 26 de julio de 2010

Por la plata baila el mono

Piedras en el camino: una genealogía

por Daniel Link

En una “Nota sobre la esfera pública” el filósofo Marcus Steinweg1 (1971), uno de los poquísimos que en el ámbito alemán maneja sin prejuicios las tradiciones francesas de pensamiento, señaló que “si uno mira la dialéctica entre lo público y lo privado como conflicto entre comunidad y singularidad, entre lo universal y lo particular, entre identidad y diferencia, entre la política y lo político, no queda duda de que lidiamos con una dinámica cuya irresolubilidad no puede contestarse”.
Me parece que esa cita resume todo lo que podríamos discutir a propósito de “lo público”, entendida ya no como una esfera relativamente autónoma de negociaciones entre la sociedad civil y el Estado, sino como un campo de conflictos irresolubles (y, por lo tanto, no dialécticos) entre universales y particulares, identidades y diferencias, comunidades y singularidades: la tensión hacia aquello que Roberto Esposito (que no ha cesado de reflexionar sobre esos mismos conflictos en términos parecidos) llama “lo impolítico”. O, de manera más radical, lo que el colectivo Tiqqun, seguidor de la teología política radical de Giorgio Agamben, ha llamado (con la aprobación del maestro) guerra civil en curso
2.

No quisiera, sin embargo, apresurarme a las mismas conclusiones de los autores tal vez más de moda, sino más bien examinar las condiciones que fundamentan hipótesis semejantes, que son la negación radical de la esfera relativamente autónoma de lo público que la segunda y la tercera generación de frankfurterianos sostuvieron con ahínco.

Les propongo, pues, un recorrido teórico que a mi juicio explica la obsesión de la filosofía política y de la ética actuales, una vez que han aceptado hasta sus últimas consecuencias la crisis de los universales y la desaparición de la esfera pública, por nociones como comunidad, singularidad, formas de vida y guerra civil. Es decir, les propongo un recorrido por los nombres filosóficos más ligados con Marcus Steinweg: Bataille, Deleuze y Foucault. La genealogía de las condiciones de posibilidad para un pensamiento que, como queda dicho, transforma radicalmente (o elimina del horizonte analítico) la imagen de la esfera de las mediaciones: lo público.

El año pasado, Roberto Esposito3 insistía en oponer inmunitas a communitas (a partir de su raíz común, el munus que circula como don recíproco o como veneno, como contacto y como contagio). La Modernidad habría desactivado el munus, “reconstruyendo nuevos confines protectores hacia el exterior del grupo y entre sus propios miembros”. Esposito sostiene que, privada de identidad, de individualidad, de diferencia (en suma, de singularidad), la comunidad originaria fue capturada por la época (de la autoconciencia) de la esfera pública, como única forma de conservación de lo viviente: mediante su estatización, en primer lugar, y su “posicionamiento” en un sistema de mediaciones que, más temprano que tarde, terminó por hundirse bajo su propio peso.

(...)

En Deleuze, mucho más que en Foucault, el modelo analítico es la guerra: está el Estado (en relación con el cual hay mecanismos inhibitorios) y están las máquinas de guerra, antiestatalistas por definición. En el medio no hay nada, es decir: ninguna esfera relativamente autónoma de mediaciones. Capitalismo y esquizofrenia (El antiedipo y Mil mesetas) es, entre otras cosas, la primera “historia humana” no basada en premisas hegelianas (de allí la extrañeza y la fascinación que ha suscitado siempre, sobre todo entre los lectores más jóvenes): una historia sin fin (y sin otro comienzo que el big bang) en la cual la conexión con lo animal (el continuo vital) no provoca ningún problema gnoseológico o ético. Para Deleuze es incluso poco interesante el arte entendido como una esfera de discursos y prácticas separadas, y por eso prefiere hablar de arte entendido antes como geomorfismo (algo que está ya en el dominio de lo natural) que como un antromorfismo. Lo que viene después del pueblo en falta deleuzeano ya lo he señalado: la inoperancia agambeniana, la política menor de Lazzarato, lo impolítico de Esposito y el retorno de la communitas en contra de la inmunitas, las redes de relaciones en lugar de las esferas autónomas de prácticas y de discursos, la guerra civil de Tiqqun, la irresolubilidad de los conflictos (es decir: su tensión permanente, infinita, volcada hacia un afuera que desconoce la interioridad) que nos propone Marcus Steinweg.

Si hoy la esfera pública es una ruina lo es, en parte, por las mismas condiciones del pensamiento según la cual fue imaginada. Por eso me pareció importante detenerme en el momento en el cual esas formas (lógica y figuras) de pensamiento comenzaron a ser abandonadas.

Ya que empecé a hablar a partir de un camino sembrado de piedras (Steinweg), permítanme detenerme en una de ellas, ese pedruzco dantesco con el que, en 1930, se topó Drummond de Andrade como índice de una cierta fatiga paradigmática, que no es otra que la que hoy podemos discutir:

En el medio del camino había una piedra
había una piedra en el medio del camino
había una piedra
en el medio del camino había una piedra
Nunca olvidaré ese suceso
en la vida de mis retinas tan fatigadas.
Nunca olvidaré que en el medio del camino
había una piedra
había una piedra en el medio del camino
en el medio del camino había una piedra.


1 Marcus Steinweg nació en Koblenz en 1971. Actualmente vive y trabaja en Berlín (Akademie der Kunst). Junto con el artista suizo Thomas Hirschhorn ha hecho un Nietzsche-Map (2003), un Hannah-Arendt-Map (2003), un Foucault-Map (2004), The Map of Friendship between Art and Philosophy (2007) y un Spinoza-Map (2007). Juntos presentaron Bataille Monument (Kassel: documenta11, 2002) y 24H Foucault (Paris: Palais de Tokyo, 2004). Entre otros libros ha publicado Bataille Maschine (2 Vols., con Thomas Hirschhorn, Berlín, 2003), Maps (con Thomas Hirschhorn, Berlín, 2009) y Duras (con Rosemarie Trockel, Berlín, 2008). A propósito de este libro puede verse en youtube la conferencia “Duras the Philosopher”, donde la devoción deleuzeana no puede ser más explícita. Cfr. http://www.youtube.com/watch?v=6y-yaZjVDiY.

2 Cfr. Tiqqun. Introducción a la guerra civil. Barcelona, melusina, 2009 y Agamben, Giorgio. “Tiqqun de la noche”, postfacio a La comunidad que viene.

3 En Conferencia en el Círculo de Bellas Artes de Madrid (5 de marzo de 2009)

2 comentarios:

Um ex(i) dijo...

¿Y esto no es anarcocapitalismo?

Gabriel Palumbo dijo...

Tal vez podría pensarse el mismo problema desde otra tradición y terminar llegando a la conclusión que los problemas que tenemos para narrar hoy la relación entre lo público y lo privado derivan de una inicial tendencia metafísica a derivar lo uno de lo otro. Otra manera de pensarlo es que ambas esferas no pueden mensurarse y no necesariamente tiene cosas en común. Es cierto que se corren ciertos riesgos de impoliticidad, pro nada que una buena lectura de Dewey no pueda remediar. Muy buen post.