Me pregunto qué se habrá hecho de
aquel becario sueco que Mario Wainfeld introdujo en sus memorables
crónicas de la crisis argentina, hace más de una década, como un
personaje conceptual que, poco a poco, fue convirtiéndose en una
presencia cotidiana.
Lo imaginé, hace unos días, de vuelta
en su reino, asesorando al rey de Suecia Carlos XVI Gustavo y
armándole un itinerario de pesca que, inevitablemente, terminaría
en un té en Calafate con la reina Cristina (no la duquesa de Bremen
y princesa de Verden, sino la nuestra, la que nos tiene en vilo con
sus lipotimias mensuales).
Y volví a imaginarlo esta mañana,
cuando recibí una invitación extraviada para ir a Estocolmo. Y digo
extraviada porque el generoso convite me había sido enviado meses
atrás a una dirección electrónica inexistente y a otra totalmente
caduca (o sea: cosa de argentinos) y como yo estuve internado
(literalmente) un par de semanas, cuando me enteré de lo que me
estaba perdiendo escribí airado (nuevamente: cosa de argentinos) por
el error cometido por los convidantes.
Esta mañana me despertó el mensaje
según el cual, “excepcionalmente” (la excepción es nuestra
norma, o viceversa), volvían a invitarme.
Preso de una euforia para nada
compatible con el calor reinante en el día del bancario, revisé mi
documentación para comprobar lo que sospechaba: mi pasaporte estaba
vencido. Ya la amargura comenzaba a atenazar mi corazón pero no me
amedrenté: entré a la página del ministerio del interior, vi que
podía concurrir en el día a renovar mi pasaporte y allí fui, a
Paseo Colón al 1000, y que fuera lo que Dios quisiera.
Mi turno era a las 16.00 hs. Llegué
pasadas las 15.30 y a las 16.05 ya estaba en la calle nuevamente, con
el trámite concluido (¡se podía pagar con tarjeta de crédito!) y
la promesa de que en quince días corridos habría de recibir mi
salvoconducto hacia Estocolmo.
Mi mamá ya me había advertido que el
trámite para sacar o renovar el pasaporte era ahora eficientísimo,
pero hasta que lo comprobé no lo había creído del todo. “Esto no
es de argentinos”, pensé, recordé al becario sueco e imaginé su
impronta en nuestra administración pública. Bien por Cristina.
13 comentarios:
Sería muy muy argentino que cuando lo vayas a usar, justo antes de tomar el avión, te informen que al documento le falta algo(un número que no se ve, un sello que debería estar y no está, a tu apellido le pusieron la K mayúscula y no corresponde, etcétera, miles de posibilidades, las más inverosímiles). Por eso, por las dudas, yo iría con tiempo al aeropuerto, por si tuviera que tomar un taxi para buscar lo que me falte. Sería muy muy argentino estar en vilo hasta el minuto antes de embarcar.
Mecha, vos sos bastante caceroluda. En lugar de una cacerola vacía, podrías haber golpeado tu cabeza hueca para acompañar el "agite" del jueves. Se nota que nunca tuviste un problema más grave que un trámite burocrático en el aeropuerto de Bs. As. a New York o a London. Nunca tener juntar el mango... Y encima te das el lujo de quejarte. Hay que tener el cerebrito de mosquito, eh. A vos te falta un baño de realidad, meter las patas un poquito en el barro, querida. La ciudad no termina en Av. Corrientes. Vos vas de Recoleta al country por autopista, no sea cosa que te tengas que cruzar con un morochito antropófago. Igual, quedate tranquila que el cerebro no te lo van a querer comer. A lo sumo te robarán el 0 km o el blackberry. Y luego vas a tener que pasarte el sábado de shopping o en la peluquería para recuperarte del stress de haber tenido estado frente a la barbarie. Sos la nueva cautiva, que escapó. O no, quizás te lleven y funden un nuevo Estado procreando con vos una raza nueva. Con el tiempo notarás que hablás su idioma, su wachiturro natal. Y cuando te escuches a vos misma diciendo "altas llantas", pensarás que es natural. Y te vas a olvidar de los sábados en Cerini haciéndote el pelo o el make-up para la noche. Y te vas a olvidar de ir los fines de semana al río en San Isidro a tomar sol con las chicas. Y vas a tener siete, ocho o nueve hijos, por los que vas a cobrar una asignación universal que yo voy a estar pagando con mis impuestos, cultivando tu vagancia para que vos, a cambio, me des tu voto.
¡Qué mala onda!
¡Qué mala onda!
¡Qué risa!
Señor Anónimo: me encantaría poder hacer media de las cosas que imagina usted que hago. Pero no: laburo todos los días de docente, en el Estado, en la pedorra provincia de buenos aires (con minúscula, no por faltar el respeto a la norma, sino porque la susodicha pcia. no amerita que yo me tome el trabajo de apretar shift); no fui al cacerolazo, sobre todo porque en mi casa no hay ni una sola cacerola; jamás me teñí el cabello, porque aún no pintaron las canas y la última vez que fui a la peluquería fue el 10 de mayo para que me cortaran los rulos; del 0 km voy por la cuota 20, pero no lo voy a licitar todavía porque no tengo garage; a New York y a London todavía no las visité, aunque tal vez un día de estos tenga el gusto; con respecto al barro, ayer precisamente, tuve que pisarlo para cruzar una vereda rota mientras llovía a cántaros y no había forma de zafar (siempre de este lado de la General Paz, en la tierra de los "cabeza", donde nací, me crié y vivo todavía); Blackberry no tengo, si le sobra uno lo acepto, puede servirme; no tomo sol, me gusta la palidez; hijos he parido tres, son hermosos, pero ya no tendré ninguno más. Si a ud. los trámites en este país le salen bien de una, lo felicito. A mí jamás me pasó. Jamás me ocurrió, jamás... Aunque tengo la dicha de no destilar el odio que a usted le roe el tuétano.
Link, lamento si te parece mala onda, pero que no se pueda creer en los burócratas no es mi culpa.
Le pido disculpas. Quizás me excedí. Intentó ser una humorada. Vea que he descubierto, gracias a su última participación, que en realidad no me refería a usted sino a ese sujeto imaginario que todos conocemos por habitar este tiempo y esta geografía. Me produce una alegría muy grande saber el esfuerzo con el que está accediendo a su cero kilómetro. Eso le va a permitir disfrutarlo mucho más y hacer un acto de verdadera justicia al putear al negro (la palabra morocho ya quedó atrás) que se lo raye o le quiera pedir una moneda o un billete en un semáforo, merced al pedorro y por-nadie-solicitado esfuerzo de pasarle uno de esos secadores con esponja en el borde para vidrios, o al buscar estacionamiento, agitando perversamente el "trapito" naranja que le da identidad. Esa barbarie que conocemos bien y que nos habita es, para gente como usted y como yo y como muchos otros, mucho más molesta aún que la burocracia que usted describe y que nos quiere fagocitar la energía (tal como también nos quiere fagocitar el bárbaro antropófago del que usted y yo hablamos unos renglones más arriba, que no nos quiere fagocitar solamente la energía sino también el cuerpo todo y del que ese sujeto imaginario -que no es usted, entiéndame bien- puede sentirse cerebralmente a salvo).
Vos sabés que "el cronista" no se llama así, pero lo hacés a propósito, per codere.
Atte. Télembau
Vas a probar los nuevos pasaportes con el famoso chip
Parece que sólo los encarece (bastante) pero que siguen siendo igual de fáciles de clonar.
Además que constituye una nueva invasión en toda nuestra intimidad y privacidad.
Por las dudas, si tenés ganas, dejamos una nota para presentar al salir o entrar al país para protestar por la implantación de Sibios que nos mantiene a todos vigilados y que le permite al gobierno, por ejemplo, reconocer con nombre y apellido sólo por reconocimiento facial quien fue o no a la marcha del 8N
Bueno, che, ya lo dijo Cristina de Suecia: quienes trabajamos veinticuatro horas, seguro nos equivocamos en algo...
Gracias por la atenta lectura, ya lo corregí.
Lei pacientemente los comentarios y tuve mi recompensa; el del Partido Pirata, finalmente, explica la causa de tanta eficiencia: el biocontrol.
Cuando tengo un rato, visito el Parque Temático Linkillo. Este blog y su público son geniales.
Usted, señor Anónimo, escribe bastante mal, debería practicar redacción (me parece).
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