domingo, 31 de marzo de 2019

El poder lingüístico no es más que el emergente de un poder económico-político

Entrevista a Daniel Link por Ariane Díaz para La Izquierda Diario

Daniel Link es ensayista, escritor y docente, y dirige el Diccionario Latinoamericano de la Lengua Española que publica el Observatorio de Glotopolíticas y del Programa Latinoamericano de Estudios Contemporáneos y Comparados de la UNTREF, donde son los usuarios los que definen y discuten las incorporaciones. Estuvo entre los promotores del “I Congreso Internacional: derechos lingüísticos como Derechos Humanos” realizado en Córdoba en paralelo al congreso organizado por las Academias de Lengua de España y América Latina.

IdZ: En todo este año en el ámbito donde se habla español, pero también en todo el mundo –en el francés, inglés, etc.–, se viene discutiendo un sesgo machista y binario expresado en distintas formas o niveles de esas lenguas. Las reacciones que hay en contra, ¿se deben a un conservadurismo respecto a la lengua en particular, o se hacen por el sector que lo promueve en este caso, el movimiento de mujeres, como parte del backlash? ¿O ambas?
Dejo de lado las discusiones en otras lenguas que no sean el castellano, porque no las conozco. Hablo del ámbito del castellano y no del español, porque ésa es una designación relativamente nueva, para una lengua que no coincide con un territorio (la península ibérica) ni con un Estado Nacional (España). En España se hablan otras lenguas que no son la lengua de Castilla y el castellano, por otra parte, se usa en territorios muy alejados de la Península Ibérica, como resultado de la expansión colonialista (el “viaje cristiano-capitalista”).
Las reacciones paranoicas en relación con el señalamiento de los sustratos discriminadores del lenguaje, por ejemplo en lo que al género se refiere (pero no solamente), dicen una sola cosa: que el poder no está dispuesto a ceder un ápice en lo que se refiere a la explotación de la lengua. Por la vía del Instituto Cervantes, la Real Academia Española y los grandes grupos mediáticos de España, se pretende imponer una norma excluyente (para hablantes nativos, pero también para usuarios extranjeros). Todo eso supone una gran empresa económica, que les españoles pretenden monopolizar. De modo que el poder lingüístico no es más que el emergente de un poder económico-político que todis debemos discutir. No es el caso: “yo tengo petróleo y vos no, así que ese negocio lo manejo yo”. Cualquiera tiene lenguaje. Cualquiera es en el lenguaje.
IdZ: ¿Por qué sería importante una lengua inclusiva, más allá de las propuestas concretas que hay dando vueltas? ¿Cambiaría algo socialmente porque cambie la lengua? Porque hay quienes responden que la lengua refleja lo que existe socialmente, y que usar arroba, x o e no se afecta al ordenamiento heteropatriarcal de nuestras sociedades.
¿Cómo saberlo? Puede que nada cambie, o que cambie mucho, pero mejor es intentarlo. ¿Cambian algo las marchas de mujeres que reclaman el cese de los femicidios y el acceso democrático al aborto? Pero quién negaría que hay que marchar... Una lengua inclusiva, o incluso mejor: un uso inclusivo del lenguaje, significa tomar conciencia de la discriminación implícita en lo que se ha impuesto como “norma” de la lengua castellana. El ejemplo más obvio es: “Día del niño”. ¿Qué deben pensar las niñas y les niñes de esa denominación? ¿No es más simpático decir “Día du niñe”?
Lo que está en discusión no es si usamos la e, la i o cualquier otro artificio. Después de todo, no podemos contestar a una norma abstracta con otra norma abstracta. Lo que está en juego son los fundamentos mismos de la discriminación y de la estigmatización (de la desigualdad). Que alguien sostenga que el masculino plural no está marcado genéricamente y que no es, por lo tanto, discriminador, es un disparate insostenible. Pensemos cómo resolver eso.
Lo que existe socialmente, hasta donde yo sé, no es previo al lenguaje. El lenguaje no es sólo formador de ideología, de identificaciones, sino también de mundos. Ser es ser nombrable, de modo que los nombres que usemos (para nosotres y para los otres) tienen un efecto. Por algo en una conferencia muy sensible a estos asuntos se lee: “la lengua es fascista”.
IdZ: ¿Sabés cómo se vienen procesando estos cambios en el nivel educativo? Porque llegan noticias como las de despidos por plantear el tema de la lengua inclusiva pero, por otro lado, de que en las aulas nunca hubo tanto interés por temas que habitualmente no "conmueven" a las mayorías estudiantiles.
Hay dos espacios diferentes: el institucional y el extitucional. Los espacios institucionales son mucho más refractarios a cualquier desvío de las normas (de cualquier norma, incluso la lingüística). Los espacios extitucionales, no tanto. Habrá colegios donde te echen si usás un plural inclusivo, como habrá colegios donde te echen si cuestionás la existencia de un Dios como el cristiano. Cuando yo era chico, no se podía llevar el pelo largo al colegio. Hoy sí. De lo que se trata, en todo caso, repito, no es de imponer un “contra-lenguaje” (ni en la institución ni fuera de ella) sino de tomar conciencia de un problema. Ya se verá cómo se resuelve.
Creo que las instituciones tienen, finalmente, capacidad de reaccionar a las demandas extitucionales. Que les chiquis hayan abrazado con tanto entusiasmo la causa del lenguaje inclusivo es un dato: ¿o no fueron siempre los que más experimentaron con los lenguajes, con la creación de nombres, el uso de frases que les adultis no entendemos del todo?
IdZ: Hubo también escritores que, en nombre de la libertad literaria de hacer con el lenguaje, su “material de trabajo”, lo que quieran, se opusieron a la idea de una lengua inclusiva como una imposición. ¿Cómo lo ves, vos que también sos escritor además de docente?
No puede haber imposiciones, ni de un tipo ni de otro, ni en una dirección ni en otra. Yo pienso que el problema debe ser discutido. La RAE no quiere discutirlo, porque saben que discutir eso es discutir la norma lingüística entera y se les arruina el negocio. Pues bien, lo discutiré en otros espacios. Cuando yo era chico la conjugación verbal que nos enseñaban tachaba el uso argentino de los pronombres: tú y vosotros estaban; vos y ustedes, no. No sé si eso sigue pasando en las escuelas, pero es un disparate. Imaginate incluso en el caso uruguayo, que tiene una torsión todavía mayor.
De hecho, creo que quienes vivimos en el Río de la Plata somos más sensibles a esta discusión porque usamos el castellano de una manera muy particular, que no se usa en ningún otro lugar del mundo.
La literatura que quiera experimentar con el asunto, que lo haga. La literatura que no quiera, no. A mí me va a servir más el primer tipo de literatura: puedo decir, “mirá qué bien esta solución” o “esto no me convence”. Lo que no me interesa es que alguien me diga: esto no se puede discutir.
IdZ: Aunque entre las mesas del “I Congreso Internacional: derechos linguísticos como DDHH” hay varias dedicadas a la lengua y el género, en el Manifiesto con el que lo convocaron no se menciona ese debate sobre la lengua inclusiva explícitamente, que es una de las discusiones principales de la comunidad de hablantes del español actual. ¿Por qué?
Porque creo que lo que está detrás, como te digo, no es el problema del lenguaje inclusivo, sino más en general, el problema de la norma con la que se hacen los negocios y el problema de la discriminación. El castellano (en este caso, el “español” como mercancía) supone un gran negocio del cual la mayoría de les usuarius de la lengua estamos excluidos. A mí la RAE no me convoca a sus congresos, la Academia Argentina de Letras tampoco, el Cervantes no me contrataría. No es grave. Lo grave es que no inviten a una de las más grandes lingüistas que tiene Argentina, Elvira Arnoux.
O sea: se nos niega el derecho humano al uso libre del lenguaje y se ignora lo que tienen para decir las voces más reconocidas del campo. De eso se trata. 
Vos fijate que en países como los Estados Unidos o Brasil en algún momento hubo reformas ortográficas y hoy las escrituras en esos países son diferentes (en algunas palabras) de las que se usan en Gran Bretaña o Portugal. A nosotres ni eso nos dejaron hacer, o no tuvimos fuerza para hacerlo (pese a los esfuerzos de Sarmiento o Bello durante el siglo XIX).
IdZ: En el marco de los debates abiertos por el CILE que se realiza acá este año, dijiste en una columna que “La Madre de la lengua castellana dejó morir a su hija por codicia”. ¿Por dónde le rinde monetariamente a la RAE esta política actualmente? Porque hay quienes ven detrás de estas disputas solo cuestiones identitarias, culturales, de defensa o no de la tradición, de cosmovisiones sobre la lengua, en fin, de todo pero no negocios en juego. ¿Cuáles son, más concretamente?
Ya lo dije, pero puedo repetirlo: el diccionario de la RAE (que Rayuela llama cementerio) es un gran negocio. Lo mismo el Instituto Cervantes. Vos fijate que hace unos años el Cervantes promovía un certificado de hablantes nativos. O sea: yo podía pagar para rendir un examen y que el Cervantes certificara que yo era un hablante nativo calificado de la lengua castellana: ¿no es un disparate? ¿No es humillante?
IdZ: Es notorio en los temas que proponen los distintos CILE tanto la voluntad de imposición de un “imperialismo linguístico” por parte de España -y la ironía del teatro San Martín para recibir a los reyes de España- pero también, como señalan en el Manifiesto, los negocios. ¿Pero no están también en esa parte de la validación, títulos, mercados editoriales, etc., metidas las universidades de varios países latinoamericanos, academias, etc.? ¿No hay intereses en juego también para las instituciones locales?
Rubén Darío dijo que la unidad lingüística con España era ya imposible porque (cito de memoria) los sablazos de San Martín habían desencuadernado un poco el lenguaje. Sí, es una paradoja, una triste paradoja. 
En cuanto a negocios, el negocio editorial es canallesco. Las traducciones madrileñas que tenemos que sufrir son ofensivas. ¿A cuántos hablantes representan? En todo caso, que se las queden para ellis, pero que no nos las manden a nosotres. Y luego, retomando lo de los escritores: si vos aspirás a ganar el Premio Mondongo, otorgado en España, no vas a usar un lenguaje que niegue la norma peninsular y de la RAE. O sea: intereses, intereses, intereses. El puro cálculo. Pero nosotres no calculamos... Pedimos la suspensión del cálculo en pos de una reflexión ética. Nada más que eso.
IdZ: Al margen de los intereses y criterios políticos conservadores de la RAE en particular, ¿sirve para algo a los hablantes de una lengua instituciones “normativas” aún con criterios más abiertos? No todas las lenguas las tienen, al menos con ese peso.
En efecto, y eso sucede porque casi ninguna lengua tiene la situación del castellano, que es una lengua (la segunda o tercera) más hablada del mundo, pero que no tiene un solo territorio ni una sola tradición normativa. La paranoia de los poderosos dice siempre lo mismo: que hay resistencia. No a una norma, porque si queremos que haya enseñanza, alguna norma hay que enseñar. Pero sí resistencia a las normas abstractas. Discutamos una norma, tratemos de que sea más inclusiva. No se trata de obligar a nadie a que hable o escriba como no quiera, se trata de crear una conciencia de que los problemas no pueden ocultarse porque uno no tiene ganas de pensar en una solución, o porque esa solución va a contrariar negocios muy bien establecidos, que nos excluyen.
En América Latina hubo proyectos importantísimos para describir la norma culta hispanoamericana. Lamentablemente, las circunstancias políticas (dictaduras, por ejemplo, para no ahondar en el contexto político) impidieron continuar con ese proyecto. 
El resultado es que hoy, en Brasil estudian según la norma del Instituto Cervantes, que tiene sedes ahí. Es decir, personas que usan el “você” no son inducidas a aprender lo que más intuitivamente les resultaría, el “vos”, que está normalizado (pero no según la norma abstracta imperial).
Como se comprende, eso es una política lingüística, y esa política lingüística es correlativa de las demás políticas. No creo que hayas personas que sostengan convicciones de izquierda y, al mismo tiempo, adhieran a las normas abstractas de la RAE.

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