sábado, 15 de agosto de 2020

Ficciones argentinas

Por Daniel Link para Perfil

La epidemia como política (Adriana Hidalgo) reúne las extraordinarias reflexiones de Giorgio Agamben a lo largo de los últimos meses. Como se sabe, Agamben fue muy crítico con el manejo de la pandemia, la forma de manipular lo viviente en un contexto de terror generalizado y la imposición de un estado de excepción que suspende la vigencia de la Ley y, mucho más gravemente, destruye el lazo social y comunitario.
La posición de Agamben, que se asentaba en algunos principios muy sólidamente desarrollados en sus libros, fue impugnada entre nosotros con una violencia desconocida. Cuando se volvió evidente que no había forma de salir de la encerrona, muchos y muchas convinieron en que Agamben (que no es, y nunca fue, un liberal) no había estado tan equivocado.
Por supuesto, es que nuestra propia realidad nos tiene tan entretenids que se nos vuelve difícil detenernos en principios filosóficos sobre la vida en común, sobre el tejido social, sobre las condiciones en que se desenvuelve lo viviente, asomado a un abismo inconmensurable como hace mucho tiempo no sucedía.
Aquí bailamos la contradanza caduca de civilización y barbarie, unitarios y federales, populistas y liberales. Ninguna idea nueva sale de las galeras o las alpargatas de quienes bailan mecánicamente la musiquita tarada del siglo XIX. Alguien se ilusionó, por ejemplo, con el Ingreso Universal Ciudadano (ya descartado). Alguien pensó que podría impulsarse una reformulación progresiva del sistema impositivo o un conjunto de leyes de reorganización territorial, pero hubo otras urgencias incomprensibles: toquetear los tribunales para beneficio de no se sabe quién, pero seguramente no de quienes más sufren la prepotencia de la Ley (ninguna referencia a la tutela judicial efectiva, ninguna herramienta que promueva las acciones judiciales colectivas, ninguna democratización verdadera del acceso a la justicia).
Yo creo que la clave fue dada por el ministro de seguridad de Buenos Aires en uno de sus habituales Bernissages: en su cuenta de Instragram publicó un videito autopromocional con montaje y música de película de acción clase B. Hacia el final un letrero dice: “Gestión basada en hechos reales”, lo que significa que vivimos en una ficción que adapta sin rigor algunas realidades. De la verdad (esa obsesión filosófica), nada. De la justicia, tampoco. Del rigor de la representación, ni nos hablen. Cada uno apuntala su propia sombra. Y nada más.



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