viernes, 8 de julio de 2022

El beso de la mujer araña

por Daniel Link para Soy

Promediando la tercera temporada de Fringe (2008-2013), que estoy devorando en maratones maniáticas por segunda vez, me pregunto por qué no hay series de esa calidad extraordinaria (que casi supera a su inmediato antecedente, Lost: 2004-2010). Decir que es porque J.J.Abrams (creador de ambas series) ahora se dedica a otra cosa es decir poco y nada, porque Westworld, que también lleva su sello, es bastante intolerable (sobre todo después de la primera temporada).


Fringe es la historia de un padre y un hijo (multiplicados por tres o cuatro, en universos paralelos que se comunican entre si) y una mujer hermosa de la cual el hijo, naturalmente, está enamorado (nunca sabe bien de cuál de las copias). Ese pesonaje se llama Olivia Dunham y en todos los mundos está condenada al amor. La actriz se llama Anna Torv y ya ha dejado una marca indeleble en la pop culture (desempeñando a Bell, el pesonaje de Leonard Nimoy, por ejemplo). Y Peter está enamorado de esa mujer porque le hace sentir algo que no sentía desde que vivía su madre: que tiene un hogar (eso dice). Si alguien quiere más función edípica, que se tome un Uber a Palermo.

Las relaciones entre Peter Bishop y su padre Walter (o Walterno) no son idénticas en todos los universos paralelos, pero en todas ellas el peso del patriarcado se deja sentir con toda su fuerza. Miles son los detalles que diferencian una realidad de otra, pero en ninguna de ellas hay personajes homosexuales o transexuales. Es como si ese melodrama científico (la ciencia y la técnica son las últimas coartadas del Macho, una vez que ha perdido la religión como justificante de su reinado) pudiera traspasar todos los universos sin que sus premisas se modifiquen, pero pudriendo todos los mundos posibles a la vez.

La grandeza, la profundidad y el tono de Fringe no dejan lugar a dudas: todos esos universos alternativos (rigurosamente expurgados de disidencia sexual y genérica), todos ellos, están en peligro. La serie es como un monumento funerario al patriarcado. En Star Trek (2009), J.J. Abrams hace que el timonel Hikaru Sulu esté casado en 2263 con un hombre y tengan una bonita hija, decisión que el actor original que desepeñó el personaje, George Takei (él mismo un activista gay), consideró “lamentable”.

Lo que sucede después de Fringe es que la pop culture parece reconocer su fundamento camp (es decir cuir), negándole sin embargo todos y cada uno de los predicados asociados: el gusto por la gestualidad exagerada, el simulacro, la suspensión de las dialécticas de la autenticidad y la inautenticidad, la resistencia a los mandatos, la fluidez del deseo. Nos devuelve, a quienes siempre supimos que Batman y Robin (los de la televisión de los sesenta) culeaban drogados sin parar en la Baticueva, unos personajes anodinos y completamente kitsch. Un Sulu al que le da lo mismo estar casado con un hombre o una mujer, porque total sigue siendo un buen muchacho, obediente del sistema (para no hablar de las bomberas de esa trasheada que es 9-1-1).

Ahora vivimos una explosión infantil de visibilizaciones: En Lightyear (2022), la mejor amiga de Buzz, Alisha Hawthorne, es torta cósmica y se besa en pantalla para demostrarlo. Loki, arrastrado por su nombre, se reconoció como gender fluid (esa noción misteriosa que pasó rápidamente de moda). Ya anuncian que el próximo Aquaman (una vez que el actual personaje desempeñado por Jason Momoa se retire como rey de Atlantis) será Kaldur’ahm, un carácter abiertamente gay en los comics. El nuevo Superman, Jonathan Kent (hijo de Clark y Louise Lane) se declarará bisexual y la Capitana Marvel se mostrará en romance con Valquiria (del reino de Thor).

 

Como si esta avalancha de personajes seniles no bastara, la quinta entrega de Edge of the Spider-Verse (cada una de las cuales desarrolla a un Spiderman diferente) presenta a Web-Weaver, una marica diseñadora y mala onda con poderes arácnidos.


¿Por qué estos universos superpoblados de caracteres plenos, reconocibles y nobles nos resultan irremediablemente viejos, gastados y burocráticos?

Un poco porque en los universos previos a Fringe (que se traduce como “Borde” o “margen”) no habiendo personajes abiertamente gay, lésbicos, no binarios o trans, cualquiera podía llegar a serlo y dejaba, por lo tanto, libre el juego de las identificaciones.

Otro poco porque no basta con incorporar a un personaje “diferente” para salvar a un universo del colapso producido por el orden asfixiante que rige en ese universo. Es la perspectiva, como siempre, lo que importa. Y si la perspectiva sigue siendo patriarcal, los personajes disidentes del género y de la sexualidad funcionarán como bufones de una corte cada vez más decadente. Es lo que sucede en la siniestra biopic Bohemian Rhapsody, que cuenta la vida del puto desde afuera, ¡desde el margen! Una pedagogía de lo que puede llegar a pasarte si no te portás correctamente.

En El beso de la mujer araña no es Molina quien se reconoce como “mujer araña” sino que así lo nombra el pequeño valiente que le acompaña en la celda y que, ebrio de deseo, le hará el culo para enviarlo después a una muerte segura.

Puig, que entendió como nadie la pop culture (y también la lógica de la sexualidad que sostiene En busca del tiempo perdido) inventó un personaje conceptual y escribió en una nota al pie de esa novela: “Aquí es conveniente señalar los trabajos recientes de la doctora danesa Anneli Taube, como Sexualidad y revolución, donde expresa que el rechazo que un niño muy sensible puede experimentar con respecto a un padre opresor -símbolo de la actitud masculina autoritaria y violenta-, es de naturaleza consciente. El niño, en el momento que decide no adherirse al mundo que le propone ese padre -la práctica con armas, los deportes violentamente competitivos, el desprecio de la sensibilidad como atributo femenino, etc.-, está tomando una determinación libre, y más aún, revolucionaria, puesto que rechaza el rol del más fuerte, del explotador.”

Taube es una contracción de Taubes, el célebre teórico de teología política. Puig nos dejó ese mensaje de advertencia en contra de la incorporación acrítica a los universales de los explotadores y del régimen patriarcal.

Rechazamos consciente y libremente los universos de la opresión y rechazamos también las migajas de visibilidad que nos otorgan. Preferimos los monumentos funerarios del patriarcado (Fringe) de donde estamos excluidas, porque sabemos que ahí podríamos, si nos viniera en gana, dejarnos seducir por cualquier cuerpo, más o menos enfundado en látex.

 

4 comentarios:

Ana dijo...

Hola Daniel, me podrías decir desde qué plataforma o en qué formato estás viendo la serie Fringe? Te agradecería mucho dicha información.

Ana dijo...

Perdón, repito porque dudo si salió publicado antes lo siguientel: serías tan amable de decirme en qué formato o desde qué plataforma estás viendo la serie Fringe?

Linkillo: cosas mías dijo...

Ana, sé que está en una plataforma, pero no estoy seguro de cuál. Seguramente será fácil localizarla. Saludos!

Pupita dijo...

Voy a ver qué onda Fringe. Supera a Lost, dijiste? O casi...