sábado, 16 de septiembre de 2006

Poderoso caballero

El migrante se felicita por cada invitación que recibe, aún cuando luego deba ingeniárselas para retribuirla. Es que, a diferencia del turista, el migrante está pendiente del dinero: hace cuentas, anota lo que gasta, calcula promedios diarios, evalúa hasta cuándo durarán sus ingresos (sobre todo porque desconoce exactamente el valor de todas las cosas), imagina formas alternativas de financiamiento para sus eventuales caprichos urbanos.
El migrante gusta de cocinar, y trata de hacerlo relativamente bien para poder homenajear a sus amigos, quienes a cambio le traeran una (prohibitiva para su presupuesto) botella de vino. El migrante, que lo espera todo del mundo, sin embargo gasta poco, lo que establece una relación contradictoria en relación con la lógica del capitalismo: no se puede sino consumir para obtener algún tipo de privilegio en las sociedades dominadas por las aguas heladas del cálculo egoísta. El migrante no tiene crédito, ni posibilidad de sobregiro. Y debe pensar, aún, en la familia que ha quedado en su patria y sus eventuales necesidades. El migrante gira dinero, opera en internet, utiliza cuentas bancarias de sus amigos para poder mitigar la culpa por haber abandonado a quienes, aunque no dependan totalmente de él (porque él está lejos y comenzando una vida totalmente nueva), es probable que preferieran su regreso.
El migrante extraña no tanto su lengua, sino los rituales que está acostumbrado a considerar "la vida", una cultura. Y, al mismo tiempo, sabe que no puede entregarse a la melancolía porque no hay manera de sobrevivir a la sombra de ese ángel severo de la historia. Paso a paso, el migrante se interna en territorio de nadie. Volverá cada vez que pueda a su tierra natal, volverá a velar a sus parientes muertos, se enfermará en cada uno de esos viajes que lo ponen ante el sinsentido de la vida. Imaginará que, una vez viejo, podrá elegir volver a morir donde nació. Imagina cosas, el migrante, y escucha canciones totalmente imaginarias. Paradójicamente (la paradoja es su reino), cuando el hastío se lo indique, el migrante tratará de recuperar parte de su historia. Viajará a lugares donde se habla su lengua materna. Viajará, por ejemplo, a Cagliari, Cerdeña, donde los nativos alargan la sílaba pretónica (es decir: donde se habla italiano con acento cordobés).


3 comentarios:

Mariano dijo...

Dudo que, si no lo hiciste hasta ahora, vayas a comentarlo explícitamente... pero hoy te me apareciste en un sueño de Mar del Plata y esta mañana no puedo dejar de preguntar: ¿te fuiste a vivir a Alemania definitivamente?

Luciano dijo...

Hola,

Llegue aca por intermedio de Catalizadora.
Me afecto profundamente este texto, aunque no de con todos las caracteristicas.
Un saludo.

Luciano

Pablog dijo...

Hola. A pesar de que te critiqué en mis dos primeras intervenciones (Poderoso caballero) me estas empezando a caer simpatico (o simpatica? ahora me doy cuenta de que por lo que lei de tu blog nada deja en claro si sos "a" u "o").
Asi que de Cordoba? Yo también. Casi 7 anios ya en toulouse, Francia.
Si querés: pblln31000@yahoo.fr