Alarmado por un mensaje de correo ambiguo (o que no quiero entender en su cabal alcance) voy al google y tipeo el nombre que me interesa. La internet me arrastra hacia la página de avisos fúnebres de La Nación, donde leo:
FREYRE, María Luisa, Dra. , q.e.p.d., falleció el 28-8-2007. - Sus amigas: Eleonora Arroyo y Haydée S. de Fabricant, desde Barcelona, la despiden con mucho dolor y tristeza.
María Luisa me enseñó todo lo que de gramática sé (me enseñó, por lo tanto, a escribir correctamente). La recuerdo, todavía, dando clases enfundada en un vigoroso tapado de pieles, a finales de la década del setenta, fumando y hablándole al pizarrón mientras analizaba una compleja construcción sintáctica o explicaba las transformaciones generativas que permiten diferenciar (si acaso eso es posible) la voz pasiva de la impersonal. Estuve a punto de entregarme a la lingüística gracias a su seducción inversa: ladraba todo el tiempo para espantar a sus alumnos, tomaba whisky y solía enfatizar con un "estoy haaaaaaaaaarta" su relación con las burocracias académicas. Fuimos al teatro juntos un par de veces (era muy amiga de Enrique Pezzoni) y recuerdo particularmente la velada en que nos reímos tanto de un recital de Susana Rinaldi que selló nuestra complicidad para siempre. Decía, con razón, que tres eran las mujeres que más sabían de lingüística en Argentina: Elvira (Arnoux), Beatriz (Lavandera) y ella misma. Su último proyecto de investigación en La Plata (Universidad en la que se había refugiado para salvarse de las luchas intestinas en la Universidad de Buenos Aires) llevaba por título "La agentividad en la lengua y el discurso. Un enfoque cognitivo".
Descansa en paz, talita cumi.
(anterior)
G. A . C. G: una literatura sobreviviente
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Hace 1 día.
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