miércoles, 15 de diciembre de 2010

Un impulso criminal

El éxito o el fracaso de cualquier producto que participe del género policial tiene que ver con el modo en que contesta la pregunta ¿por qué se mata? P. D James, maestra del género, ha presentado (casi) siempre situaciones en las cuales el asesinato resulta una solución creíble (en las mismas circunstancias extremas hasta uno sería capaz de matar).
Como la mayoría de las veces, en los relatos escritos o audiovisuales, resulta que la gente mata porque sí (como si el matar no involucrara un desarreglo metafísico y existencial suficientemente grave como para que una persona lo piense dos veces antes de apretar el gatillo o lo que fuere), suelo frecuentar géneros igualmente estereotipados pero en los cuales el criminal mata porque está en su naturaleza hacerlo y no puede evitarlo: adoro las ficciones de asesinos seriales.
Últimamente, hemos visto la deliciosa serie británica Whitechapel (dos temporadas cortas, 2009 y 2010) protagonizada por Rupert Penry-Jones en el papel de un detective de policía con desarreglos graves de conducta (maniático obsesivo), al frente de un equipo de policías que lo odian profundamente al principio y terminan imitando sus manías. Por supuesto, durante la primera temporada, el DI Joseph Chandler debe enfrentarse con un asesino que copia los asesinatos de Jack el Destripador. La segunda temporada también recurre al copycat, pero esta vez se trata de una historia más o menos insoportable de mafiosos que sólo se deja sobrellevar por la extraordinaria perfomance de Rupert Penry-Jones (y Londres, por supuesto, siempre Londres).
De todos modos, no quería hablar de esto, sino de Dexter (el asesino serial que mata porque su padre le dijo cuando era niño que no le quedaba más remedio), cuya quinta temporada (y tal vez la mejor) acaba de terminar por todo lo alto. Ya he señalado lo bien que a la serie le hizo la muerte de Rita. En esta temporada la producción mejoró ostensiblemente y, en lugar de una estrella invitada, hubo tres: una chica con cara de sartén cuyo nombre no me importa (era alumna de Julia Roberts en alguna película de ambiente escolar), pero es parecida a todas esas estrellitas asartenadas que son intercambiables (la de El hombre araña, etc.), Robocop, haciendo del policía corrupto que, por metiche, pone en riesgo la seguridad de Dexter y el que alguna vez fue amigo de Ewan McGregor en Trainspotting (el de pelo teñido), haciendo ahora de supervillano. En fin, de todos modos, nadie podrá nunca opacar a Debra, la hermana de Dexter (esposa del actor, en la vida real), cuyo rol no cesa de crecer en intensidad todo el tiempo.
Esta temporada, Dexter se privó de los casos circunstanciales y todo avanzó en relación con la el caso principal, que puso al viudo en situación de vulnerabilidad amorosa.
Finalmente, la que parecía que iba a ser su futura compañera de fechorías, considera que la venganza ha apagado ya todas sus ansias criminales y lo deja.
Debra, a punto de descubrir a los dos con las manos en la masa durante el último asesinato que cometen, los deja ir porque se identifica con la causa.
Los hijos de Rita, que se habían ido a vivir a Orlando con los abuelos, vuelven a Miami y todos terminan festejando el cumpleaños del bebé de Dexter, en la playa, como si nada siniestro hubiera sucedido (y, esta vez, la garra del mal agarró por el pescuezo a casi todos).
Habrá sexta temporada, y como toda la televisión siga en niveles tan bajos de creatividad, la esperaremos con verdadera impaciencia.


6 comentarios:

Julia dijo...

¿De dónde consiguieron Whitechapel?

liberto dijo...

1) si la clave de cualquier producto del género policial es cómo se contesta la pregunta "¿por qué se mata?", creo que la clave de cualquier producto del género filosófico es cómo se responde la pregunta "¿por qué se vive?";
2) si de niveles de creatividad en televisión se trata, no necesito saber ni ver nada más (y creo que vi bastante: NIP/TUCK, CALIFORNICATION, EXTRAS, IN TREATMENT, LOST): la única serie que existe es MAD MEN (llevo vistas las dos primeras temporadas); (casi) todo pasa debajo de la superficie y parece que en cualquier momento va a volar por el aire. Para mí, es R. CARVER (pre G. Lish) en imágenes. LA RECOMIENDO CON TODA MI ENERGIA (después me cuentan ...).

Linkillo: cosas mías dijo...

En Internet, Julia, en Internet... eztv.it

Juanma dijo...

Buena entrada. Por mi parte considero que todos somos potenciales criminales, todos contamos con ese lado sombrío. La diferencia entre los escritores de géneros policíacos y los otros es que los primeros son verdaderos criminales en potencia que, alguna vez, han sentido ganas de asesinar a alguien.
Saludos cordiales.
P.d.: considero que usted sería un criminal portentoso.

Anónimo dijo...

Qué buena que está Debra

Anónimo dijo...

qué provocación decir que fue la mejor.

pero cara de sartén me hizo cosquillas.