sábado, 4 de agosto de 2012

Ir por todo

por Daniel Link para Perfil

Comenzaron los Juegos Olímpicos de Londres. No me quejaré del desastre absoluto de la televisación, que privilegia antes los deportes que lla gimnasia o el atletismo y nos priva, precisamente por eso, de toda forma de belleza. El desdén por esas disciplinas, o su subordinación a cualquier partido de tenis, basquet, fútbol o hockey mata lo poco de específico que los Juegos Olímpicos tienen.
Tampoco me detendré en el pobre desempeño de los participantes argentinos, lo que demostraría, después de Beijing 2008, la debilidad (o la ausencia) de políticas estatales específicas.
Los resúmenes diarios de los Juegos en la televisión (que, para quienes trabajamos, son la única posibilidad de seguirlos) nos condenan al sempiterno raquetazo y al lloriqueo de los perdidosos argentinos. De gimnasia y, sobre todo, de clavadistas, poco y nada. Pero dejemos esto, que es ya un error y un vicio repetido de los conductores de espn y de tyc.
Quiero detenerme, sin embargo, en la ambiciosa, errática e incomprensible ceremonia inaugural, puesta al cuidado de Danny Boyle.
El pasaje de la Inglaterra rural a la Inglaterra industrializada (más allá del anacronismo de los versos de Shakespeare en La tempestad, recitados por Sir Kenneth Branagh en la piel de un “progresista” burgués del siglo XVIII) tuvo cierta grandeza y cierta justificación retrospectiva, dado que al final salen de la forja los cinco anillos olímpicos que se elevan al cielo, como si se quisiera subrayar que los juegos son la contracara del capitalismo industrial (los cuerpos de los atletas afectados por las mismas fuerzas destructivas del capitalismo que afectan los cuerpos de los trabajadores).
Pero todo lo demás, la reina paracaidista, Mary Poppins, Harry Potter, Peter Pan, los niños enfermos (y las enfermeras), los muertos y los sobrevivientes, Beckham y Mr. Bean, Paul McCartney y James Bond, el inventor de la web y el punk, más allá de que no tenía nada que ver con los Juegos Olímpicos, daban la impresión de.... Fiesta dela Vendimia modelo 2005.
Daba la impresión de que Boyle se dijera “vamos por todo” (cometió la torpeza de incluir fragmentos de Trainspotting) y, a partir de esa premisa, se hubiera dedicado sencillamente a hilvanar disparate identitario tras disparate identitario para amasar una totalidad pop completamente indigesta y plagada de lugares comunes y apelaciones a la mala conciencia (es decir, a la corrección política).
Ir por todo” necesita, en todo caso, de una cierta idea de totalidad, ausente por completo en lo que se vio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

en el "todo" de la historia británica me pareció que faltaba la parte en que esclavizaban a medio planeta no?