Después llegaron las ciudades y más tarde los Estados, con su potencia de maldad, a conquistar el mundo natural o simplemente aniquilarlo.
Hoy, sólo sentimos en verano el temblor de felicidad o desdicha asociado a los eventos de la Tierra: como veraneantes, nos entregamos a la nostalgia por un mundo perdido.
Mientras anoto este propósito en la última página del libro que estoy leyendo, sentado bajo un sauce que yo mismo planté hace algunos años, una araña escondida en un arbusto próximo deja flotar en el aire el hilo brillante de baba con el que pretenderá atrapar algún insecto. Antes, el hilo deberá encontrar un punto de sostén en otra parte, para que ella pueda tejer su trampa viscosa.
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 3 semanas.
6 comentarios:
Siendo "del campo" me sentí muy identificado. Por suerte seguimos siendo, en definitiva o en principio o cuarto menguante, animalitos: como la araña, Virgilio o un gato...
saludos
mar!
AH!, el sauce, {arbol envolvente si los hay) ¡Salud Linkillo, por estas líneas, por la convención de un nuevo año y por las letras,
Feliz Vida!
Muy lindo relato Linkillo!
Paso a saludar. Me pareció súper lindo esto que escribiste. Te dejo un abrazo público, urbano y caótico.
La televisión no escapa a esa pulsión contratanática y sus noticieros nos informan, como cada año desde hace 40, del primer nabo que ingresó a Mar del Plata, la primera beba nacida, la estimulante oferta teatral en Carlos Paz, la congestión en ruta 2, los heridos de corcho en el Santa Lucía......
El hilo de baba se desliza dulcemente, caudaloso y brillante, pero a diferencia de la araña y tu cuaderno, sin horizonte alguno de imaginación.
¡Che, cuánta gente del campo anda por aquí! Yo también lo soy, y es verdad eso de que estamos -un poco- más en contacto con los ritmos de la naturaleza, aunque los señores del gobierno se empeñen es lo contrario. Digo, con el nuevo huso horario, aquí en Mendoza, a las 22 horas sigue siendo perfectamente de día.
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