viernes, 17 de septiembre de 2010

Arma virumque cano...

S., pobre santo, con lo que le cuesta moverse solo en una ciudad desconocida, encuentra siempre espacio entre sus múltiples ocupaciones en el Festival del que participa para acercarme cigarrillos (no está bien visto aquí que fume, pero no pueden prohibirmelo) y noticias del mundo exterior, que llegan aquí amortiguadas por el canto de los pájaros. Mientras me ayudaba a regar los rosales silvestres que cuido, la otra tarde, le conté los pormenores de mi extraño encuentro con Gino Landi.



Me interrumpió en la mitad de mi relato con una exclamación de sorpresa: "¿Pero vos sabés quién es Gino Landi?". Intenté responderle lo que sabía: "Coreógrafo...". "No, no, es mucho más que eso: es el director de Bárbara (1980), la película que Raffaella hizo en Argentina durante la Dictadura, ésa en la que trabajan amigos tuyos" (yo subrayo).
Como he dicho ya muchas veces, nunca sabré si deplorar o envidiar la sabiduría de S. en temas por completo ajenos de mis intereses habituales, pero es verdad que yo, alguna vez, vi
Bárbara en la programación de un canal de cable que tal vez ya no exista más, allá en la patria. Y S. atesora entre sus recuerdos más preciados el segmento de la película en el que él mismo ofició de extra (es uno de los niños que más aplauden). Supongo que fue al reconocer mi acento mientras cantaba cancioncillas de los años setenta que Gino se acercó a saludarme.
De un modo que nadie podía haber previsto (ni los brigadieres genoveses de la polizia de finanza que me habían amenazado hace siete años: "Ti prendo e ti porto in carcere"), ni el cónsul argentino en Roma, ni las autoridades de Estación Pringles), nuestras vidas volvían a unirse a través de un vínculo precario pero que, sin embargo, se coloreaba con los amortiguados tonos rojos de lo fundacional: nada extraño, si se tiene en cuenta que, atrás de mis jardines, se entrevén las ruinas donde descansan los restos de Rómulo (no es el gemelo de Remo, pero nosotros tampoco somos los mismos).



...Luego Rómulo, engalanado con la piel roja
de su loba nodriza, dominará a aquella gente
y levantará las murallas de la ciudad de Marte
y dará su nombre a los Romanos.
Y yo no pongo a éstos ni objetivos ni límites de tiempo:
les ha confiado un imperio sin fin.

Virgilio, Eneida, I


2 comentarios:

Julia dijo...

La carterita que porta Raffaella durante toda la coreografía ¿la habrá planeado también Landi? Los maillots de los bailarines dejan sin palabras...
Meraviglioso!!

La pequeña Lulú dijo...

Pobres santos son los que se embutieron en ese vestuario mezcla de compradrito porteño con orgullo gay de vanguardia. El maillot les marca el bulto por delante y por atrás se les mete en la raya. Sumado eso a las medias a rayas que por entonces usaba Moria y a esas incomprensibles botas negras... todavía habría que considerar la coreografía. Después dicen que es inhumano hombrear bolsas en el puerto.