sábado, 9 de marzo de 2013

Chávez (1954-2013): exceso y falta

 por Daniel Link para Perfil
(este artículo fue leído 1995 veces al 15.03.13)

Siempre es horrible escribir sobre la muerte, no importa cuán de cerca nos toque, porque ya hay tantos acontecimientos funerarios que nos cuesta hacer también del ejercicio de escritura un memento mori. Precaución (o si se quiere: repugnancia) inútil porque nada como la escritura necesita de una teoría de lo que muere (es decir, de lo viviente).

En todo caso, hay circunstancias que nos obligan a interrogar aquello cuyo sentido, por lo general, se nos escapa. Murió Chavez.

Hasta los más acérrimos enemigos del chavismo (entre los que no me cuento) terminarán extrañando a su líder, el carismático comandante Hugo Chávez, tan central fue su figura en la política latinoamericana del cambio de milenio, pero, sobre todo, en la definición de lo latinoamericano como un conjunto de tensiones que el presidente venezolano puso en correlación con los hitos más notorios de la imaginación independentista del siglo XIX y XX (Bolívar, San Martín, Simón Rodríguez, Lincoln, Guevara, Castro, Allende) y un manojo de figuras sencillas (anti-imperialismo, socialismo, resistencia, etc.) que puso a funcionar a golpes operísticos como causa motriz de una protesta contra el estado del mundo y de las cosas. Véase la extraordinaria entrevista a Chávez que la BBC ¡de Londres! difunde en estos días (a cargo de Stephen Sackur para el programa Hard Talk, 2010) como un índice del triunfo de la imaginación.

Es probable que Venezuela no haya alcanzado, durante los gobiernos de Chávez, los niveles de desarrollo que los extraordinarios ingresos del país, gracias a sus reservas de combustibles fósiles, hubieran permitido prever, o que el militarismo que el Comandante impuso a la vida cotidiana de los venezolanos repugne a los espíritus republicanos devotos del respeto de las libertades que ese mismo siglo XIX, invocado hasta la desesperación, eligió como banderas.

No me refiero a eso. Sobre todo porque ante la gigantesca dimensión imaginaria de la desaparición de Chávez empalidece todo lo demás, incluida la futura desaparición de Fidel Castro subrayo para que se comprenda cabalmente la gravedad del acontecimiento.

Tal vez Chávez no nos defendiera (objetivamente) de nada, pero sus excesos de discurso establecían siempre un campo de problematización interesante, en el que lo único que faltaba era precisamente un pensamiento sobre la propia muerte, y por lo tanto, sobre la Historia. Stephen Sackur, en la entrevista antes mencionada, no percibió ese interés, y así le fue.
Los cesaristas llorarán desoladamente la falta del caudillo. Otros, en cambio, volveremos a interrogarnos sobre esa extraña resistencia a generar una sucesión que arruina las mejores intenciones.

Todas las premisas pueden discutirse (las que atañen a la hegemonía política, a la intervención del Estado en el tipo de cambio, al régimen de propiedad de los medios masivos de comunicación, a la forma de las instituciones republicanas, etc.) pero no se puede discutir “todos los hombres son mortales” sin entrar francamente en un mundo de ficción (que es, precisamente, el del sarcoma inoculado).

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