lunes, 18 de marzo de 2013

La fumata y sus cenizas

por Mario Wainfeld para Página/12

Un papa distinto, sus primeras señales. La alegría, las euforias, las dudas. La gravitación de la Iglesia en el sistema político argentino, su poder fáctico y legal. El accionar de la jerarquía en dictadura y en democracia. La oposición y sus ilusiones. La respuesta del Gobierno. La condición peronista, matices. Un futuro abierto, con riesgos imaginables.

La llegada del primer papa jesuita, no europeo, latinoamericano y argentino acumula novedades extraordinarias. La magnitud del cambio es inmensa, lo que fuerza a ser cauto en todo vaticinio sobre el porvenir. El papa Francisco eligió una presentación que entusiasmó a los fieles de la Iglesia Católica y a varios que no lo son. Habló en italiano y no en latín, se vistió con sotana blanca, esquivó las joyas, anduvo en bondi, usó la palabra “pueblo” en su primera aparición. Su mensaje alude a una Iglesia caminante, dora austera, cercana a los pobres, no a una ONG misericordiosa. Así dicho, sería una revolución respecto de la Iglesia de Roma, real y existente, arraigada desde hace cerca de medio siglo.La euforia renovadora cundió entre los críticos de la jerarquía de las últimas décadas y en especial de los dos anteriores pontífices. Juan Pablo II y Benedicto XVI fueron los que armaron el padrón del Cónclave que ungió a quien fuera hasta entonces el arzobispo Jorge Mario Bergoglio. Es un dato que, acaso, tenga más relevancia que la que se le asignó, en promedio.
También se extasían los que colmaron de elogios esa etapa reaccionaria, filointegrista. Son reconvertidos, vaya a saberse si de buena o de mala fe.
En la Argentina la alegría es la emoción dominante y palpable. Su causa central es que Francisco está haciendo una promesa venturosa, de difícil concreción. Algunos la dan por ya cumplida con sus primeros gestos, hábilmente mediatizados. Puede haber algún ingrediente banal (parangones con la reina Máxima de Holanda) pero sería una necedad pensar que ése es el núcleo de la masiva buena onda.
Entre los que se regocijaron están los curas villeros de esta etapa, que pisan el barro y están cerca de los humildes. Los que se baten (con sus herramientas y criterios) por la dignidad de los pobres, los que luchan contra la proliferación del paco. El portal Mundo villa.com lo llama “el Papa villero” y pone muy en alto su condición de peronista.

El texto completo, acá

3 comentarios:

Laura dijo...

El operativo "Qué bueno que es el Papa" ya adquiere proporciones de flagelo.

Linkillo: cosas mías dijo...

Cayate, apóstata. Y andá a bautizar a tu hijo.

Anónimo dijo...

hoy wainfeld apeló a borges en su artículo sobre la su santidad del día... eso me hace pensar que capaz no solo chávez estuvo manteniendo diálogos fructíferos con el eterno en beneficio de nuestro fumato: también este otro argentino de la internacional argentina pudo haber hecho lo suyo...