El gobierno de Cristina se está “isabelizando”
por Susana Viau (1945- 24 de marzo de 2013) para Clarín (03.11.12)
“He leído sobre socialismo utópico, he leído sobre socialismo científico, he leído sobre el socialismo real, pero nunca escuché en la historia ni en ninguna parte del mundo (sic) hablar de narco-socialismo”, bramó Andrés Larroque, exageradamente eufórico para esas horas de la noche. El secretario general de La Cámpora, “cuervo, ricotero y peronista”, según se define, parece, por sus andanzas, más dado a frecuentar a los barrabravas de Hinchadas Unidas Argentinas y a su mandamás Horacio Mallo, que a la historiografía socialista. El gesto de Larroque venía a poner la puntada final a una operación iniciada casi 20 días antes con el estallido del escándalo que complicó al jefe de la Policía santafecina Hugo Tognoli con el tráfico de drogas. La tramitación del affaire, a cargo del Ministerio de Seguridad, había dejado pintado al gobernador Antonio Bonfatti y, por elevación, salpicaba a Hermes Binner, el candidato de la que fue, en las últimas elecciones, la principal opción opositora. Dolido, Bonfatti se quejó de haber conocido “por los diarios” las sospechas que pesaban sobre su funcionario. “No sé qué pretendía –respondió el viceministro Sergio Berni–: era confidencial”. La compadrada del coronel médico daba la medida del ninguneo al que la Presidente, por sí o a través de funcionarios de segunda clase, somete a sus competidores, muchos de ellos elegidos por el sufragio popular, representantes de la voluntad de sus provincias y, de acuerdo a la Constitución, “agentes naturales del gobierno federal para hacer cumplir ( …) las leyes de la Nación”. Binner y Bonfatti no han hecho más que probar la amarga medicina que el cristinismo ya había suministrado al gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta, al jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri, e, incluso, al bonaerense Daniel Scioli, hoy beneficiado por una tregua tan unilateral como la previa declaración de hostilidades. La maniobra de desprestigio al FAP se iba a coronar con la detención del colombiano Henry “Mi sangre” López Londoño, un jefecillo de la droga al que Berni no tuvo empacho en calificar como “el narco más importante del mundo”. Maxwell Smart hubiera envidiado las despampanantes declaraciones del viceministro y las imágenes que las sucedieron: “Mi sangre”, el supuesto supertraficante, fue trasladado en medio de un impresionante alboroto de periodistas y curiosos, con las manos esposadas y protegido apenas por un chaleco antibalas. Su cabeza enrulada era un blanco perfecto para cualquier hampón que tuviera la intención de llamarlo a silencio.
Berni no conoce el ridículo.
Al mismo tiempo, el oficialismo cerraba el cerco sobre los jueces que quiere desactivar en su ruta al 7-D: la ciudad se cubrió de afiches de la revista XXIII con el rostro de Ricardo Recondo, juez y miembro del Consejo de la Magistratura. La cartelería de Sergio Szpolski, un creador de productos tóxicos, utilizados hasta para incidir en los divorcios de las parejas de sus socios, vinculaba a Recondo con la ex SIDE. Unos días antes había naufragado el intento de crucificarlo por haber sido miembro de la Justicia durante la dictadura, imputación que no resistiría un prominente hombre del máximo tribunal, juez penal durante el Proceso de Reorganización Nacional y del que uno de sus ex colegas cuenta que “contestaba menos hábeas corpus que yo”. Luego de Recondo le tocó el turno a Francisco de las Carreras, “culpable” de haber asistido a un seminario sobre propiedad intelectual organizado por una ONG, en Miami. La foto de De las Carreras, incluso en sus vacaciones, ilustró las pantallas de los canales que forman parte de la inmensa constelación de medios “K”. Recondo y De las Carreras resisten el embate, pero el Poder Judicial está asustado: ¿quién tiene el temple necesario para hacer frente a la propaganda oficial?, ¿quién no se siente vulnerable si la vida de padres, hermanos o hijos es simple material para la extorsión?
La Secretaría de Inteligencia hurga en los basurales para disciplinar a los rebeldes.
El gobierno de Cristina Fernández se “isabeliza” y el encierro no es el menor de sus parecidos. Un entorno minúsculo caracterizó a María Estela Martínez luego de la muerte de Juan Perón. Esa misma atmósfera viciada es la que respira la señora de Kirchner después del fallecimiento de su esposo. Con la pérdida, las dos produjeron cambios radicales en sus equipos de gobierno: Isabel se desprendió, entre otros, de José Gelbard y de Jorge Taiana (los Taiana no tienen suerte con las mujeres peronistas en el poder) y los suplantó por segundones siniestros, sin densidad política: Savino, Villone, González, Ivanissevich; Cristina Fernández dio de baja a buena parte del PJ y de la “pingüinera” que rodeó a Néstor Kirchner y la reemplazó por los militantes de La Cámpora, los protagonistas de una invasión secreta al aparato del Estado.
La inflación carcomió la gestión de una y corroe la de la otra; en los dos casos –si bien por diferentes motivos– se hundió la producción petrolera y fue necesario aumentar la importación. La administración de Isabel Martínez vio subir como la espuma el gasto en energía: una parte del sindicalismo la abandonó; el déficit fiscal creció y el dinero se fue a raudales por el sumidero del ministerio de Bienestar Social, sus tácticas clientelistas y los incumplidos y faraónicos planes de vivienda; al mes de la muerte de Perón y gracias a los diligentes servicios de Osvaldo Papaleo, se estatizaron los canales de televisión y los controles a la prensa se recostaron sobre una ley que penaba con cárcel de 2 a 6 años a quien “divulgara, propagandizara o difundiera noticias que alteren o supriman el orden institucional y la paz social de la Nación”.
Los periodistas críticos (el mayúsculo Enrique Raab, entre otros) fueron estigmatizados con campañas amenazantes desde las radios del Estado o desde las publicaciones sostenidas por él. Es cierto, falta en esa simetría un factor sustancial: la violencia política, la violencia armada.
No es poca diferencia. Aunque vale la pena preguntarse si no están cargadas de violencia las operaciones de inteligencia, el escarnio público, las leyes votadas a libro cerrado, las declaraciones de Berni, los discursos de Larroque o de la propia Presidente cuando asegura que la fuerza que gobierna la Capital “es sospechosa sí, pero no porque nos haya apoyado en una votación”. La jefa de Estado, por su condición de mujer, debería prestar una atención especial a las consecuencias de la violencia verbal.
Sin embargo, la presidente ha elegido avanzar por un camino estrecho y solitario, convencida de que “nada es casual, todo tiene que ver con todo, todo se articula”. Para recorrer ese sendero cuenta con navegantes inexpertos, consejeros especializados en ideaciones persecutorias, sin talla suficiente para dirimir situaciones difíciles. Quedó penosamente claro durante su última aparición pública, al hacer mención a las quintas columnas, expresión que, de acuerdo a su secretario Legal y Técnico Carlos Zannini, “que es más culto que yo”, fue acuñada por el general Mola, “el general republicano”. Google la hubiera aleccionado mejor. A Emilio Mola, enemigo acérrimo de la Segunda República, lo apodaban “el Director” por su rol decisivo en el golpe del 18 de julio de 1936. Allí donde estén, los huesos de Mola deben haber crujido. También los de los combatientes de la República. En alguna región del hemisferio austral y frente a una platea incondicional, una Presidente y su consultor en asuntos culturales acababan de enmendarle la plana a la historia. Una especialidad de la casa.
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 3 semanas.
2 comentarios:
Mis respetos a la trayectoria de Susana Viau, pero como diría el filósofo de C5N Eduardo Feimann "uno menos".
Gracias por la publicación de este artículo de Susana Viau, que no había tenido oportunidad de leer.
La conceptualización de esta etapa del gobierno K como "un proceso de isabelización" resulta emblemático de su capacidad de análisis político, idoneidad intelectual y coraje expresivo.
Los argentinos hemos perdido a una excelente periodista, lamentablemente.
Me rectifico: no todos los argentinos, los del lado de la trinchera K, extorsionadora, corrupta, desfachatadamente chorra, interesada en multiplicar la pobreza (como los panes), para asegurarse votos producto de las ominosas dádivas....estarán aliviados con la muerte de Susana Viau: una de las pocas piedras periodísticas en el zapato kirchnerista.
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