sábado, 4 de junio de 2022

Salvar a Pasolini

Por Daniel Link para Perfil

En una reciente entrevista publicada en la revista La Fuga, cuyo título es “¿Cómo vas a hacer esta vez para salvarte, Pasolini?”, Eduardo Grüner se refiere a la pasión pasoliniana, entendiendo pasión al mismo tiempo como su particular estar en el mundo, pero también por las adhesiones y rechazos que suscita. Entre nosotros: Guillermo Piro, Diego Bentivegna, Albertina Carri, Delfina Muschietti, Arturo Carrera.

Ahora bien, Pier Paolo Pasolini, de cuyo nacimiento se cumplen este año cien años (circunstancia que, en el mundo, ha incluso opacado al centenario de la muerte de Proust), no necesita ser salvado.

Cada día que pasa la “actitud Pasolini” se nos revela cada vez más adecuada, más lúcida en relación con la decadencia del mundo, la degradación de las culturas y las fantasías de exterminio de un régimen de organización de la vida cada vez más suicida, cada vez más inhumano, cada vez más intolerable.


La idea de Pasolini fue volver a empezar con la poesía, la novela, el cine y la política como si la historia no hubiera sucedido, como si fuera un ser recién expulsado del Paraíso. Su arte es un arte de la más profunda y deliberada inocencia. La “actitud Pasolini”, que le permite ser “más moderno que todos los modernos”, tiene que ver con esa suspensión de los límites: películas, cartas, novelas, poemas, todo forma parte de la misma experiencia, que no puede desprenderse de un conjunto de negaciones radicales: la negación de la literatura como una esfera separada de la vida, al mismo tiempo que se afirma un rechazo total del presente (dominado por una “mutación antropológica” cuya dirección no lo satisfacía). En ese contexto, lo que Pasolini intenta desarrollar es una política que resista a su instrumentalización, en un más allá de la izquierda y el fascismo, pero también en un más allá de lo sagrado y lo profano.

En la “Abjuración de la trilogía de la vida” (El Decamerón, 1971; Los cuentos de Canterbury, 1972 y Las mil y una noches, 1974) Pasolini constató que la presentación gozosa de los cuerpos que, para él, debía constituir un gesto de ruptura, había sido asimilado por la sociedad de consumo. Por eso que Pasolini abjuró de esas tres películas declarando que habían perdido toda fuerza crítica. En todo caso (porque el régimen del arte es para Pasolini idéntico al de la carta), “lo que importa es, antes que nada, la sinceridad y la necesidad de lo que debe decirse”.

¿Bajo qué forma Pasolini entiende la realidad? Varias palabras se repiten constantemente a lo largo de su obra; la violencia y la inocencia (al mismo tiempo), lo arcaico y lo vital, la fuerza (sagrada) del sexo, núcleos tanto de su poesía como de sus ficciones (películas y novelas). La realidad, en todo caso, debe sostenerse como una realidad “encantada” (en el sentido que tiene la palabra en la obra de Max Weber).

La desesperada vitalidad de Pasolini se sostiene en un grito, poemas y películas “en forma de grito de desesperación”.

No hace falta, pues, salvar a Pasolini, porque cada vez que tropezamos con el sentimiento de derrota, basta leerlo para saber que él es quien estuvo allí para salvarnos de nuestra comodidad pequeño-burguesa, de nuestra desesperanza y de nuestras buenas maneras. Pasolini nos convoca para acabar con los burócratas, los fariseos, los asesinos de los pueblos, los revendedoros de arte (cuyo único dueño sólo puede ser el pueblo), los complacientes ante la senilidad de los políticos y la corrupción del amor. Nos dice: “yo, pequeño-burgués que dramatiza todo, / tan bien criado por su madre en el espíritu / dulce y tímido de la moral campesina, / quisiera tejer el elogio / de la suciedad, de la miseria, de la droga y del suicidio: / yo, poeta marxista privilegiado / que posee instrumentos y armas ideológicas para combatir, / y mucho moralismo para condenar el puro acto escandaloso, / yo, tan profundamente como es preciso, / hago el elogio, porque la droga, el horror, la cólera, / el suicidio / son, con la religión, la única esperanza que queda: / contestación pura y acción / sobre la que se mide la enorme equivocación del mundo”.

¿Es que acaso no lo escuchan?

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