Leo en mi blog predilecto (mi predilección es instantánea, y definitiva):
La hija #5 trabaja como vendedora en una boutique que vende fantasías de plástico, también en Palermo Hollywood. Le pagan 20 pesos por 9 horas de trabajo en negro y una comisión miserable por lo que vende. A veces entra poca gente y estudia, lee, aprovecha el tiempo. Pero cuando sale, a las 8 y media, es de noche y en esa cuadra está todo oscuro. Ella es un ratoncito tierno de 45 kilos.
Desde que anochece hasta las 8 y media, mientras atiendo pacientes, pienso en ella, que pone las rejas del local, cierra la puerta y camina tres cuadras en la noche hasta el colectivo. Cada día me inquieta más el riesgo que corre. Hoy la fui a buscar arriesgándome a su malhumor porque ella cree que es una señora grande y yo creo que es mi bebita. No me importa: la busco igual. De paso le compro biyuta porque me encanta, para regalar y también para aumentar su comisión escuálida. Mientras pone las rejas cierro la puerta, miro alrededor, me da pánico lo desolado que es todo, imaginar que viene un tipo y le hace lo que quiere y ella es tan chiquitita y cree que es grande, mi bebé. Salimos juntas. Caminamos 100 metros. Un chico cruza la calle, nos encara y me dice -Dame todo, dame todo. Le digo que por supuesto, que le voy a dar todo lo que tengo, que me deje unos pesos para volver a casa. Saco la billetera, la espulga, me saca todo. La hijita #5 saca su billetera china, saca sus billetitos de las ganancias de hoy, que son 33 pesos porque lleva la comisión de mis compras. Le da todo. El chico no tiene más de 15 años, está desabrigado y sucio, nuestras manos se rozan, los dedos que mete en la billetera están muy fríos. No entiendo por qué me da ternura, ganas de darle una sopa caliente, de escucharlo, de abrigarlo. Nos está despojando, a mí, que no me importa, pero también a ella, que trabajó muchas horas para ganar sus morlacos, pero también él es un hijito.
Seguimos caminando, pensando cómo vamos a hacer para llegar a casa y ella dice: -Qué mala suerte tengo. Podría haberme asaltado ayer, que no vendí nada.
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 2 semanas.
4 comentarios:
Muchas gracias. Me he quedado hipnotizado leyendo estos fragmentos que confirman la idea de "La Escritura y la Vida" de que la escritura es más una actitud que la construcción de textos. ¡Cómo avergüenza a mucho género escrito-para-ser-publicado!
El fragmento "que penna" describe mejor que nadie la(s) (feria(s) de libro(s) y muestra paródicamente la normatividad que impone el género.
Anónimo navegante. De nada. Siempre es un placer compartir los descubrimientos. De todos modos, convendría que dejaras tus observaciones en aquel blog y no en éste porque nada garantiza que Ememe lea el mío. Saludos.
Te lo envié para agradecerte tu recomendación. Estoy escribiéndole un texto también a ella. Como la mayoría de lo muy interesante que he descubierto últimamente esta escritura, el Colectivo Situaciones, el grupo Etcétera, los escraches y tantas otras cosas, lo muy interesante es prácticamente anónimo y desarrollado en tanto tal. ¿Será que en este mundo de autores y editores la única forma posible de escritura es cuando el escritor deja de ser un personaje y se dedica a su habla en lugar de sólo mover la lengua?
Sin duda alguna. Y que no sea fácil, no significa que no haya que intentarlo. Saludos
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