Había ofrecido todo tipo de servicios imaginarios a la escuadra italiana en el hipotético y remotísimo caso de que consiguiera derrotar al equipo teutón, y no por revanchismo alguno sino sólo porque me parecía que los alemanes no merecían ganar, ni aún siendo locales y con todos los arbitrajes a su favor. Pensé que el mercado de apuestas clandestinas que controlan los italianos iba a ser un obstáculo en el cumplimiento de mis deseos, pero a la vista está que no y, ahora, la vasta latinidad me debe algo.
Ante la sospecha de que ni a Cannavaro ni a Totti le importarán mis cómodas promesas de remoto televidente, habré de buscar voluntarios alternativos para cumplirlas (eso sí, con pasaporte italiano en vigencia), porque temo la venganza de los dioses si, al menos, no intentara los turbios sacrificos que me impuse. Advertencias, durante la jornada de hoy, ya he tenido, con la pérdida tal vez irreparable de mi archivo de anotaciones cibernéticas.
Las tres gracias
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Mientras preparo un taller sobre el paso (siguiendo algunos motivos) de los
cuentos tradicionales, desde las lejanas cortes europeas a los libros que
hay...
Hace 2 semanas.
1 comentario:
Italia 2, Alemania 0.
Partido de alarido. Buena reseña. Saludos desde el fin de México.
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