jueves, 7 de diciembre de 2006

Microfascismos

Sigue sorprendiendo (porque la mayor parte del tiempo estamos desprevenidos), el microfascismo de nuestras sociedades, el modo vil en que tendemos a aceptar sin resistencia la regulación de lo viviente (desde la sexualidad hasta los consumos de sustancias recreativas de curso legal: me refiero al tabaco).
Ayer, en un taxi, la radio gritaba la noticia del día: un taxista cordobés le había pegado a una mujer que subió a su vehículo con un cigarrillo prendido ante su resistencia a apagarlo. Sucedió en la estación terminal de micros de la capital mediterránea. Minutos después, la información fue corregida: en realidad el que estaba fumando era el taxista y la mujer, la que reclamaba que el chófer apagara el cigarrillo. Entonces sí (y sólo entonces), el conductor del vehículo en el que yo estaba dijo: "qué barbaridad, qué bruto". No le habrá parecido tan grave el primer comunicado porque la mujer, según los erráticos dichos del locutor, entonces fumaba.
Por supuesto, en mi perspectiva, el taxista cordobés es un psicótico asesino, con total independencia del cigarrillo, pero lo que me sorprendió fue el cambio de actitud inducido en quien a mí me conducía. No es tan grave ni tan escandaloso castigar a quien fuma o a quien practica el sexo sin condón como a quienes, obedientemente, someten sus comportamientos (¡su vida!) a la regulación estatal sin protesto.
Hay mucho pensamiento mágico, además, en tales acatamientos: la figura aberrante del "fumador pasivo" (no muy diferente de la santísima trinidad de los católicos, en cuyo nombre tantas personas fueron condenadas a la muerte), la milagrosa confianza en el condón (cuando un beso apasionado de más podría tener las mismas terribles consecuencias que la práctica del bareback), etc. Y mientras tanto, los laboratoristas que inventaron y pusieron a correr el virus de HIV por el mundo siguen con sus experimentos aberrantes y las personas solteras han dejado, sencillamente, de tener sexo para no morir (para que no "las maten"). Dentro de poco, no nos atreveremos a fumar en la vereda por miedo a represalias físicas en nuestra contra.

Cuando una sociedad deja de pensar críticamente, los microfascismos se consolidan en una política de aniquilación en breve lapso.

13 comentarios:

Mariano dijo...

A ver, pensamiento crítico: ¿podrías desarrollar esa curiosa asociación entre fumador-pasivo y santísima trinidad?. Sospecho que resultaría problemático establecer algún tipo de conceptualización que lograra evitar el hecho -y no solo la posibilidad futura, efectivamente deshechable- del humo en la cara del no-fumador, que como tal, experimenté tantas veces. Quizás más problemático que la siempre-un-poco excesiva asociación entre hábitos insalubres y discriminación.

Anónimo dijo...

La verdad tampoco entendí esa relación entre santísima trinidad y fumador pasivo. En serio, Daniel, ¿vos creés que la exposición pasiva al cigarrillo durante varios horas diarias es inocua, contradiciendo, no solo el sentido común, sino abrumadoras evidencias científicas? ¿O por lo menos, el riesgo es tan irrelevante como para que reglamentar espacios libres de humo sea puro fachismo? Yo creo, por el contrario, que el fachismo está del otro lado, en la idea de imponerle a los demás un hábito que es, no solo desagradable, sino claramente nocivo (salvo que intentes alguna insólita pirueta anti - científica y sí, de puro pensamiento mágico). Los fumadores han tenido años de oportunidades de respetar voluntariamente a los no fumadores creando ellos mismos espacios libres de humo no reglamentados por la fuerza (salir a fumar solos al balcón o a la vereda). No lo han hecho y por lo tanto corresponde una ley que imponga esos espacios. Me resulta insólito esa sospecha de que detrás de la ley antitabaco hay fachismo. A mí me parece que detrás de este argumento de los fumadores está la incomodidad de considerar que quizás fumar sea un hábito realmente estúpido.

Diego dijo...

Daniel,

No comparto muchos estas apreciaciones que hacés. Plantar la palabra fascismo ante soluciones a problemas que son problemas (el cigarrillo jode a los que no fumamos tanto en el momento como en consecuencias a posteriori, el SIDA existe, etc.) suena a resistencia neurótica o algo por el estilo. El placer de uno puede hacer mal. ¿Está esta conciencia? ¿O los malos son Lex Lutor y Darth Vader nada más?
La palabra, el significante "fascista" es muy fuerte y se viene usando como comodín para ganar batallas retóricas que se están perdiendo. Me asusta ese desgaste, o el cuento del pastorcito mentiroso.

Saludos

F. dijo...

Yo entendí que la estigmatización del fumador y el surgimiento del martir fumador-pasivo se pueden equiparar a esas puertas hacia lo Real que todos los discursos abren para poder sentar un punto de anclaje, un axioma, que no puede ni debe ser explicado (con el fin de que el discurso producido constituya o aparente constituir un sistema).
La psicosis antitabaco ES fascista, ES estúpida y ES perversa: desde ya, demonizar hasta tal punto al fumador en un estado donde el consumo de tabaco es legal es perverso (y no sólo es legal, sino que aporta cuantiosamente al presupuesto estatal, considerando que hace tiempo los fumadores dejamos de pagar -valor- para pagar una mayoría de -IMPUESTOS- en cada paquete). Eso no es un estado, es perversión. No se puede pensar, inocentemente, que la gente deja de fumar por eso. ¿Qué es esto? ¿Holanda, donde el Estado prohíbe el consumo de heroína y te da las agujas para que te piques? ¿Qué nos queda después? ¿La prohibición total? A ver, muchachos, Ley Seca. ¿No vieron los Simpsons, al menos?
¿Y pensamos que tenemos menos fumadores? A ver, cuando les sacaron los spots televisivos a las tabacaleras, les chupó un huevo. Ahora les sacan la vía pública y les chupa otro. Estamos hablando de microeconomía del colegio. El tabaco es el ejemplo de manual para hablar de demanda inelástica. Los fumadores vamos a comer arroz con tal de pagar el paquete de puchos.
Fumamos porque el estado nos hizo fumar. Y cogemos con forro por la misma razón. Yo empecé a tenerle miedo al sida en 1990, y tenía 7 años. El estado NO puede realizar un mea culpa, y si va a empezar ahora, la permisividad en el consumo de tabaco es una nimiedad. Que se empiece a hablar de terrorismo de Estado, cuanto menos, y se trabaje eso.
Otra cuestión, se habla de espacios públicos a diestra y siniestra, y un bar, ciertamente NO ES UN ESPACIO PÚBLICO. Los que quieran recuperar el espacio público que se vayan a una plaza, o a un hospital. El bar, con su humo de cigarrillo es una institución. El cortado y el cigarrillo son una institución. Lo que hace a una institución es su carácter histórico. Históricamente un bar es un lugar al que se va a 1) tomar mal 2) comer mal 3) respirar mal. Quien quiera vida sana que se vaya a un bar de aguas y que lo conecten a un tubo de oxígeno como a Michael Jackson. Pero el que quiere ir a un bar a vivir bien es ciertamente un perverso. Y pretender acabar con la situación en que alguien le pide fuego a alguien en boliche es cercenar millones de historias de amor. La ley antitabaco está en contra del amor también. Arrancar ese carácter institucional, no permitir la opción de espacios pensados para fumadores, con sus códigos, sus prácticas, su habitus, su lenguaje (de nuevo, su -historicidad-) es FASCISTA.
Finalmente, considerando las reformas y los permisos que ya se empezaron a traficar en la gestión de Telerman, así como los crecientes recursos de amparo que llegan a un sistema sin recursos judiciales, no hace falta sumar 2 + 2 para darse cuenta de que de lo que se está hablando es, en realidad, de un MONOPOLIO del humo.

_Fernando

Daniel, publicámelo que me quedó re lindo.

Anónimo dijo...

Creo que si las evidencias científicas acerca del daño que sufre el fumador pasivo fueran tan evidentes, podrían haberlas divulgado desde hace años. El cigarrillo puede ser un hábito estúpido, pero ¿desde cuándo hay que pedir permiso para tener hábitos estúpidos?
En realidad, lo que no me quedó claro es eso de la "milagrosa confianza en el condón", se parece demasiado al discurso confuso de la iglesia católica.
Y, sí, en efecto, no sólo las personas solteras, pero sí también, hemos dejado de tener sexo. ¿Por temor al Sida? No, en realidad, no. Hay cosas peores: la insatisfacción constante, la aventura que no es, la nada que se instala, las penetraciones que ni siquiera te rozan... En definitiva, muchas razones.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo. El estado nos quiere hacer vivir con un médico de mierda en el bolsillo, y un inmenso coro de tunantes funcionan como repetidora, ellos, tan delicados, tan limpitos y normales, frunciendo su naricita comparsa.
Ni siquiera te dejan comer, morfar, cenar tranquilo. Ahora nos tenemos que "alimentar". Tantas directivas de "vida sana" -camine cuarenta cuadras diarias, no coma x más de dos veces a la semana, si no garcha tres veces por semana usted tiene problemas, duerma tanto...- me hacen sentir nostalgia de la beatitud de los Secretarios Generales.
En fin, que me tienen repodrido, las bolas por el suelo.

Anónimo dijo...

me parece que se pierde toda lucidez en un punto: nadie quiere chupar el humo del otro, no por una cuestión puritana, sino porque el humo hace mal. si los fumadores quieren hacerse mal a si mismo todo bien, pero no poder cursar en la facultad porque uno es alérgico al humo es un abuso. el lugar del abusador es claramente el del fumador, y no tiene nada que ver con ningún puritanismo.

Guillote dijo...

Creo que todos son extremistas. ¿Cuesta tanto salir a la vereda a fumar un cigarrillo y entrar de nuevo al bar? Por otra parte, tampoco hay que demonizar a los que fuman. Cada uno puede hacer con su cuerpo y su dinero lo que le plazca.
A mí, particularmente, me molesta respirar humo de cigarrillo, pero cuando alguien me pregunta si puede encender uno delante mío, no tengo problemas en que lo haga. No creo ser nadie para prohibirle a otro que apague su cigarro.
El problema es tal cuando nos convertimos en intolerantes: YO FUMO ENTONCES VOS FUMÁS = YO NO FUMO ENTONCES VOS NO FUMES.

Linkillo: cosas mías dijo...

La lucidez se pierde en el momento en que comienza el analfabetismo funcional y nadie es capaz de leer lo está escrito o se prefiere leer lo que se quiere (caso en el que, probablemente, entre a tallar la mala fe): ¿quién, me pregunto, quién se queja porque en "la facultad" (Dios sabrá cual) no se pueda fumar?
Lo que se discute es una ley retrógrada que prohibe fumar en bares: son esos lugares a donde la gente no va a estudiar ni a rascarse las alergias, sino a tomar algo y relajarse, ¿viste?

Linkillo: cosas mías dijo...

¿"Cuesta tanto...." entender que no se trata de costos sino de la exclusión y la discriminación?
¡Qué horror que haya gente que te pregunte si puede prender un cigarrillo delante tuyo! A eso llamaría yo un "abusador" y no otra cosa...

Anónimo dijo...

Me resulta mucho más "desagradable" y "nocivo" el humo que el Estado te tira en la cara - ¿o debería decir en los ojos? - con leyes de este tipo.

principio de incertidumbre dijo...

Y es el que hace de Hughes en "Silvia".

Pero como no vi más que 5 minutos de la película no doy un veredicto de el muchacho.

Igual no crecí en un fanatismo de Bond.

Linkillo: cosas mías dijo...

Che, Principio de Incertidumbre, me parece que el comentario debe corresponder a la entrada "Galería", pero te lo publiqué igual acá porque sino me acusan de fascista.
Buen casting para Ted Hughes, eh...