martes, 26 de junio de 2007

Irrisión

Entre otros defectos irremediables, la teoría teatral de Aristóteles es clasista. La tragedia y la comedia se diferencian por el tipo de mimesis: la primera sobre los hombres esforzados (héroes), la segunda sobre los hombres vulgares. Como esas formas de mimesis implican modelos de formalización de los comportamientos, es claro por qué ni la tragedia ni la comedia pudieron sostenerse en ambientes "democráticos" y tuvieron que reemplazarse por formas de mimesis que no están implicadas en las anteriores ni se deducen naturalmente de ellas: el melodrama y la comedia de situación o sitcom, que se articulan más libremente con las variables de clase.
Del lado del melodrama: el tango, el fútbol y el bolero, el bolero que dice "igual que en un escenario finges tu dolor barato"[1], del lado de la sitcom, la televisión. En todo caso,
no se trata de "actualizaciones" de aquellos modelos clásicos y clasistas, sino de nuevas formas históricas (la historia no es necesariamente un contínuo)[2]. De la tragedia, el único resto que nos queda es el psicoanálisis.
Para mí, hacer teatro, hoy, implica trabajar con esos restos y con esos dos grandes modelos hegemónicos de codificación de los comportamientos: melodrama y sitcom.
Del melodrama, me interesa el delirio de las identificaciones y reconocimientos. De la comedia de situación, el necesario silencio para que se escuche la risa: la risa del público, pero también la risa del texto. La eficacia de la irrisión depende del silencio y la pausa.


[1] un bolero magnífico de la Lupe.

[2] La imposibilidad de la tragedia como modelo de formalización de los comportamientos ha quedado demostrada por la historia. La desaparición del Sr. Yabrán y su repercusión en la opinión pública fueron elocuentes en ese sentido (así como los grandes crímenes que dominan la fantasía popular: el caso Dalmasso, el caso García Belsunce): nadie pudo creer que Yabrán se hubiera suicidado, porque ya nadie puede codificar comportamientos de acuerdo con el modelo trágico. La lógica según la cual se interpretó la desaparición de Yabrán responde a modelos de la cultura de masas, desde Face Off hasta El Padrino. De Edipo, hoy, la gente diría: "¡Mirá si se va a arrancar los ojos! Por favor...".

(anterior)

9 comentarios:

Diego dijo...

Linkillo: ¿Tenés conciencia del atrevimiento de la primera oración de éste post? La palabra "defecto" suena fuerte.


Saludos

Anónimo dijo...

Muy por el contrario creo yo. La teoria de Arist. no se basa en un clasismo en ese punto, porque ni los heroes ni los protagonistas de las comedias tienen referentes reales. De hecho, se trata de tomar a las personas normales y "transformarlas" en heroes (caso tragedia) o en risibles (la comedia).
Si es cierto que la interpretacion de Arist. responde a una irremediable perdida de los espectaculos teatrales tal como se daban en epocas democraticas (porque como ya lo repitieron todos hasta el mismo hartazgo, la tragedia y la comedia no solo son productos de la democracia, sino que son espacios de apertura que posibilitaron que esa clase de dispositivos de organizacion economica y social pudieran emerger).
Precisamente porque para Arist. la tragedia y la comedia no tenian ya un sentido politico, es que el es capaz de pensar algo asi como una estetica, que supone la delimitacion en el interior de un campo de creacion que antes era inextricable: por una parte la politica y por otro lado las artes (y encima, entendidas como mimesis, como mimando un mundo en lugar de crearlo).

No se, hay algo que me suena mal en tu comentario (tal vez la inclusion de la categoria de clase en un contexto completamente inadecuado).
Todo esto dicho con mucho respeto, como el que usted se merece.
besos

Anónimo dijo...

Lo más lindo de este post es que trajo a mi memoria la escena de " Mujeres al borde de un ataque de nervios" en que suena ese maravilloso bolero de la Lupe... Reivindiquemos el bolero: La Lupe, Paquita la del barrio, Toña la negra, Xiomara Alfaro y la imbatible Olga Guillot, ahhh.
Saludos!

jmasa_ko@hotmail.com dijo...

la tragedia tiene catastrofe y la comedia un final feliz!

Anónimo dijo...

no se me ocurre nada más clasista que una sitcom... de hecho habría que ver si la sitcom no es (por antonomasia) la ironización de una situación clasista: drogones de los 70s (that 70s show), empleada domestica del outside manhattan (la niñera), matrimonio de clase media baja (casados con hijos), etc etc etc

MiPinoNoCrece dijo...

¿ O no son Seinfeld y Larry david grandes filósofos?

Linkillo: cosas mías dijo...

Diego: El Estagirita se la banca. No creo que le moleste mi crítica, que no hace sino repetir críticas canónicas (de Brecht a Bajtín). Otro defecto insanable de su teoría (que era, por otra parte, un manualcito destinado a la educación de Alejandro) es la confianza reaccionaria en la catarsis como energía liberadora... En fin, cosas ya muy sabidas.
La tragedia, como género, es clasista, porque sólo trabaja con aquellas familias cuyos problemas eran asuntos de Estado. ¿Por qué sería inadecuada la categoría de "clase" aplicada a la antigüedad? Por supuesto, no se trata de pensar en las clases tal y como las conocemos, sino en las clases que efectivamente interactuaban por entonces. La democracia ateniense, y sus fatigados conceptos de libertad, es también muy sabido, funcionan sólo con una condición de posibilidad: la existencia de una vasta clase de trabajadores esclavos (lo que explicaría, por otra parte, el desmoronamiento casi instantáneo de la antigüedad, cuando el desarrollo de las fuerzas productivas deja de producir invenciones técnicas, etc...).
Que tal o cual sitcom trabaje en relación con determinadas variables de clase (y no otras), es también muy evidente. Lo que yo decía es que la sitcom acepta toda y cualquier temática, sin restricciones: el cáncer (Murphy Brown), la homosexualidad (la insoportable Will & Grace), los matrimonios white trash (The King of Queen), los publicistas de Hollywood (2 & 1/2 Man), etc... De todo se puede hacer una sitcom, como de todo se puede hacer un melodrama. En cambio, no de todo se puede hacer una tragedia.
Por supuesto, Seinfeld es el Beckett de la televisión: una sitcom sobre nada.

Diego dijo...

Linkillo,

Seguro que hoy en día no se puede ser “aristotélico tal cual”. (¿Alguien lo es?) Pero de todos modos aplicarle la palabra “defecto” no deja de sonarme inadecuado. Algo defectuoso es algo que nació trunco, para decirlo de alguna manera; algo que no sirve. El concepto de “defecto”, en éste 2007, suena mucho más adecuado a un Bajtin o a un Brecht que a Aristóteles. El diálogo –algún tipo de dialéctica mucho menos dogmática que aquella que entronó al concepto de clase como tinta china para manchar –que no se puede evitar hacer con él sobre una inmensa variedad de temáticas fundamentales testimonia esa vigencia. Tu propio post piensa con y contra Aristóteles. Lo necesitás. El concepto de clase para determinar algo más que la estadística poblacional ajustada a la convención, me parece que quedó boyando una vez que se le hubo caído el economicismo que lo sostenía y que lo habilitaba a dictaminar en variados terrenos. Esto no significa que no haya pobres ni que todos seamos felices; esto es por las dudas, no por vos, sí por la audiencia y por mi paranoia.
El post termina recurriendo a la opinión pública argentina de fines del siglo XX, principios del XXI, para voltear la figura de la tragedia. ¿La tragedia no opera a nivel personal? ¿Ese imaginario público no está pre-configurado, no digo por alguien específico, pero sí por las variedades propias de la cultura y de la idiosincrasia local? Tu post habilita a la minoridad de éste terruño con sus voces callejeras y mediáticas, tiradas en la cola de Occidente para refutar a Aristóteles. Suena divertido, pero qué se yo. La catarsis era individual, le sucedía a cada cual en su lugar. Es un tema que da para largo.


Saludos

Linkillo: cosas mías dijo...

Bueno, muchas de las cosas que dijo Aristóteles nacieron, como decís, "truncas". Estuvieron mal pensadas. Su teoría de los géneros dramáticos es un ejemplo (el único sobre el que yo puedo intervenir). La tragedia no es personal, y la catarsis tampoco: por eso es una herramienta de consolación política (lo personal nunca lo es).