viernes, 13 de abril de 2012

La gata, Flora

¿Por qué miramos a los animales? ¿Por qué los animales nos ponen ante nuestras más terribles imposibilidades? ¿Por qué insisten ellos en devolvernos al horror territorial, al sistema de castas y de jerarquías, a la guerra de todos contra todos? Si Tita Merello no hubiera sido tan intensa, tan celosa, tan asesina.... Si María Emilia no hubiera pretendido erigirse en gata alfa...Si Cartulina no hubiera mirado todo el tiempo con ojos de gata semitonta y semimala, espererando el momento justo para aplastar con su peso de ballena a la recién llegada...
Después de dos semanas de suplicio y varias cicatrices (todas ellas, en el cuerpo otrora inmaculadamente blanco de María Emilia, algunas en mi propio cuerpo), anoche, cuando descubrimos el último zarpazo merelliano, apenas a la izquierda del párpado derecho de la narigona oriental que nos habían conseguido (es decir: que no esperábamos incoporar a la manada así, tan a los apurones, en medio de tantas obligaciones y sin haberlo meditado casi nada), decidimos que la cosa no daba para más y que, por más que hubiéramos compartimentado nuestra casa (movernos para ir al baño se había convertido en saltar de una trinchera gatuna a otra), María Emilia (por su propia seguridad) debía irse.
Esta mañana, Tita Merello, que había quedado confinada en un rincón de la casa después de su último ataque, cuando me vio empezó a jugar sola con una pelusa, a dar cabriolas en el aire, a hacerse la simpática, como diciendo: "no la necesitás a ella, yo voy a hacer todo lo que quieras, todo lo que extrañás de la gata de la casa" (Cartulina es incapaz de pensamientos tan complejos). Casi se me caen las lágrimas cuando entendí que todos habíamos estado sufriendo, por un mero capricho cromático.
Hace unos minutos dejamos a Emily en su nueva casa, con Flora, la madre de Diego Trerotola, en Barracas, no sin advertir que estaríamos atentos a su suerte.
Ahora tendremos que olvidarnos de la mirada de María Emilia, de sus ronroneos impertinentes en la mitad de la noche, de su alegría juvenil y del amor incondicional que nos había declarado desde la primera vez que la vimos y que no pudimos retribuirle porque, tal vez, no somos libres de querer sin hacer sufrir a otros.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Y el Bodougate? Entro a ver qué dice GoriLink y veo que no hay nada nuevo! Se nota que tus observaciones suspicaces se diseñan en estudios de abogados lobbystas, se cocinan en La Nación y Perfíl (no digo Clarín para que no se me asocie a El y Ella)y terminan refritos en este blog con un tradicional "no te creo nada". Esa es la magia de la crónica, te permite hacerte el dolobu cuando te conviene... En cuanto a las críticas al anonimato que hacen los demás lectores, y no soy el único anónimo en estos comentarios, quiero decir que no pongo mi nombre porque soy de todos modos anónimo: No tengo blog, no los conozco, pero soy lector de este blog y de los libros del autor. El coro en la tragedia muchas veces tampoco tiene nombres, lo que no quita que su texto tenga algún sentido y relación. Y digo coro porque en parte este texto es también decisión del autor del blog. Él decide o no hacerlo público. Imagino que fantasea un poco con pasar por un San Sebastián, si fuera así sería exagerado. Cualquier dolobu recibe un flechazo por este tipo de giladas. Saludos a tod@s!

Julia dijo...

Pobrecita, pero sin duda hicieron lo mejor, va a ser mucho más feliz ahora. Cuando las gatas son malas entre ellas, llevarlas hacia el camino de la paz y armonía es imposible (son relapsas natas).

PUPITA LA MOCUDA dijo...

Dónde quiera que formes tu hogar, que seas muy feliz María Emilia!!!!