lunes, 9 de abril de 2012

Palabras preliminares

por Gabriela Massuh para Renunciar al bien común


Al cabo de los años de 1990, luego de la ola devastadora de privatizaciones de las empresas del Estado, la apertura de los mercados y la sanción de tratados de libre comercio, surgen con el nuevo siglo en América Latina gobiernos cuyo discurso se opone drásticamente los cánones del neoliberalismo. Se trata de los “nuevos gobiernos de izquierda”, entre los que se encuentran Chávez (Venezuela), Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia), los Kirchner (Argentina), Lula (Brasil), Tabaré Vázquez o José Mujica (Uruguay). Todos se caracterizan por esgrimir una retórica de raigambre popular fuertemente anticapitalista; en mayor o menor medida, estos gobiernos hacen propio o reivindican el discurso de los nuevos movimientos sociales que vieron su origen en la oposición al neoliberalismo y terminan por acallar aquellas voces que en los albores del milenio articulaban reclamos y prácticas emancipadoras echando las bases de nuevas formas de convivencia política y social. Aquellos movimientos, hoy cooptados por la política oficial a través de generosos subsidios, terminaron por integrarse en las filas de clientes que los estados latinoamericanos mantienen gracias a planes sociales y demás medidas de asistencia. 
Este híbrido formato de gobierno, que se dice desarrollista y denosta al neoliberalismo, aplica sin embargo en la práctica las mismas formas de producción del pasado que repudia. Visto en perspectiva, este “capitalismo benévolo”, como lo llama Eduardo Gudynas en su aporte para este volumen, ha llevado el proceso de acumulación capitalista hasta los límites del paroxismo: la indiscriminada ampliación de la frontera agrícola para su uso agroindustrial, el permiso de radicación de empresas transnacionales mineras que operan a cielo abierto, el incremento de la deuda ecológica generada por las empresas hidrocarburíferas, la expulsión de los pobladores originarios de sus tierras para degradarlas con monocultivos destinados a la producción de bíocombustibles son todos fenómenos que se han intensificado a una velocidad voraz en los últimos diez años. Contrariamente a aquellas aspiraciones de generar una autonomía económica mediante la sustitución de exportaciones que proponía el desarrollismo, hoy por hoy, el subcontinente vuelve a insertarse en la vieja tradición de saqueo que inmortalizó Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina. Así se trate de gobiernos neoliberales o retóricos de izquierda, lo que hoy impera es un modelo primario, extractivo-exportador que se corresponde a una nueva etapa de acumulación por despojo de territorio, bienes comunes y culturas. Sin importar la destrucción de la diversidad biológica, la pauperización de grandes sectores de pobladores rurales, la modificación del clima, la contaminación de las vertientes de agua potable o la desertificación de los suelos, lo que se ha impuesto es un patrón extractivista de acumulación basado en la sobre-explotación de los recursos naturales, en gran parte no renovables. Son economías casi exclusivamente sujetas al mercado externo y, por lo tanto, dependientes de la demanda y de los precios dictados por los centros hegemónicos. 
Festejado por los centros de poder, el modelo aparece como una nueva cruzada triunfal contra la pobreza y la exclusión endémicas. Según los datos de la CEPAL, el índice promedio del crecimiento de la región fue del 5,1% en el año 2011; una cifra con la que hoy sueñan atribulados funcionarios europeos y norteamericanos, condenados por la crisis iniciada con las hipotecas subprime de 2007 a un crecimiento cercano a la tasa negativa. Pero este desarrollismo al modo criollo no es lo que parece; por un lado, es profundamente asimétrico (de hecho, la brecha entre ricos y pobres sigue profundizándose); por el otro, conlleva dos factores que tornan imposible otro futuro que el de una tierra arrasada: el impacto social y el impacto ambiental.


(...)


El presente volumen logra hacer visible el conjunto de tensiones que recorren a América Latina en su conjunto. Propone un análisis radical del presente y, al mismo tiempo, genera un debate para superar el modelo actual tendiendo hilos concretos para recuperar el futuro. El extractivismo, que ha puesto en llamas al continente en una conflagración de culturas, saberes, prácticas y naturaleza, es parte de una constelación global en la que, a pesar de conflagraciones como las de Fukushima, se sigue apostando a la energía atómica, se intenta paliar el hambre con tecnología, se quiere superar la pobreza con la agroindustria o la megaminería y se subsidian a los bancos para superar las crisis financieras que ellos mismos provocan. América Latina, con su aparente crecimiento record, no solamente es parte de ese modelo económico y cultural, sino que contribuye a sedimentarlo en gran medida. 


El texto completo de Gabriela Massuh puede leerse en su compilación Renunciar al bien común. Extractivismo y (pos)desarrollo en América Latina. Buenos Aires, mardulce, 2012 (isbn 978-987-26965-9-0, 336 págs., textos de Alberto Acosta, Mirta Alejandra Antonelli, Ana Esther Ceceña, Gustavo Esteva, Norma Giarracca, Eduardo Gudynas, Tomás Palmisano, Raúl Prada Alcoreza, Maristella Svampa, Miguel Teubal, Raúl Zibechi



5 comentarios:

Anónimo dijo...

qué inmensa Lucidez!!! gracias pr publicarlo!

Puck

Anónimo dijo...

Está muy bien la lucidez, y por fin no discutir las "formas" sino los "contenidos".

¿y qué dice ahora la tropa alzada en contra del "gorilinkismo"?

Julia dijo...

Muy bueno.
Pero, Linkillo, hay un error en el año de edición del libro (de otra forma Gabriela Massuh parece vidente): debe decir 2012, no 2001.
http://www.mardulceeditora.com.ar/ensayo.php

gabriela massuh dijo...

Linkillo,

gracias por difundir el libro! Igual, sería buenísimo que cambiaras la fecha de edición.

gabriela

Linkillo: cosas mías dijo...

¡Ya lo hice, ya lo hice!