miércoles, 1 de noviembre de 2006

Listas (n)

Por supuesto, muchas personas me hicieron llegar observaciones personales a mis listas. Ariel S. quiere viajar de inmediato para conocer a sus otros yoes (lo que, por mi parte, desaconsejo, como se desaconseja la copresencia en un mismo punto espaciotemporal en Back to the future: tal vez se cree una singularidad que acabe con el universo tal como lo conocemos). Otros migrantes agregaron sus preferencias y rechazos a tal o cual lista. Yo quisiera, en todo caso, señalar que el encanto de una lista es su carácter infinito: amamos las listas porque, en algún punto, nos lanzan hacia el vacío de sentido y eso sucede sólo cuando, por definición, el sistema queda roto. Se trata, además, del espejo rajado del Imaginario y su máquina binaria (me gusta / no me gusta), que tiene siempre, siempre, su piedra del escándalo (su momento de indecibilidad): la máquina murmura "no meio do camino tinha uma pedra/ tinha uma pedra no meio do caminho/ tinha uma pedra/ no meio do camino tinha uma pedra".
En relación con las listas publicadas, que continúan hasta el infinito, la piedra es la Afri-cola que puede estar tanto en la lista de cosas lindas (el diseño de la botella es una maravilla; el nombre es un hallazgo de ingenuo racismo, etc.) como en el de cosas feas (el sabor de la bebida es espantoso; el nombre es un hallazgo de ingenuo racismo, etc.).
Lo importante no es la lista, en todo caso, sino la serie, y la razón de la serie (lo determinado en lo indeterminado, lo finito en lo infinito).

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