sábado, 9 de agosto de 2008

De verdad

por Daniel Link

Agradezco la invitación de María Moreno para participar de este ciclo sobre "Ficción y memoria histórica" que, en algún sentido, continúa el diálogo que habíamos comenzado a propósito del testimonio en un ciclo similar que se llevó a cabo en Rosario hace dos años. Lo que voy a leerles es directa continuación de aquellas observaciones mías1 y tal vez por eso convenga que las resuma ahora.
Pero antes, todavía, no puedo dejar de demorarme en lo que significa para mí estar hablando en este lugar, en los aspectos éticos, políticos y teóricos que supone mi intervención (cualquier intervención) en este espacio que supongo sobrecogedor aún para aquéllos que no cuenten a ningún familiar directo entre el número de desaparecidos.
Los Estados que se han otorgado (por voluntad o por necesidad histórica) una política estatal de la memoria lo han hecho en términos de una pedagogía progresista, podríamos decir, de la catástrofe: se presupone que la propagación de la memoria evitará la repetición del desastre. Sobre este punto, al que me refiré más adelante, no podría haber desacuerdos y no hay razones que puedan esgrimirse en contra de una hipótesis semejante, sobre la que sólo podría lamentar
se su fracaso.
Por supuesto, muy diferente es la relación que se puede establecer con el modo en que tal pedagogía puede desarrollarse y las representaciones que constituyen el contenido de esa memoria en relación con la cual se decide una política. No hay política sin contenidos, pero la definición misma de los contenidos es ya una opción pedagógica y, por lo tanto, política.
Mañana, 10 de agosto, habrá en el recién inaugurado jardín del Jüdisches Museum de Berlín un recital de jazz a cargo de Iris Romen, cuyo repertorio combina el "
swing ligero" y las "wicked chansons" con hits alemanes. Supongo que el espectáculo, que invita al relax veraniego, será del agrado de algunas personas pero escandalizará a muchas otras, que se preguntarán en qué sentido el Jüdisches Museum, famoso por las puerilidades que han sido montadas en uno de los edificios más inhóspitos de los que se tenga recuerdo, es el escenario adecuado para un show semejante y, todavía más, se preguntarán en qué sentido Iris Romen funciona respecto de la pedagogía de la que participa el Jüdisches Museum, junto con el Memorial del Holocausto y el campo de concentración de Sachsenhausen: cuál es su lugar en una pedagogía de la catástrofe.
Del edificio de Libeskind se ha hablado mucho pero no tanto de la concepción pop del museo que alberga
2. Ya desde el comienzo, se incita a los visitantes a declarar sus deseos para colgarlos de un árbol simbólico. Cuando lo visité, obediente como soy de las pedagogías de nuestro tiempo, indiqué lo que me parecía más apropiado al lugar y al momento: "Deseo que desaparezcan las religiones". Incluida, claro está, la religión de la memoria (o la pedagogía de la memoria entendida según la lógica de la religión, dogmática por necesidad estructural, pero también histórica).
El Lager de Sachsenhausen, en cambio, aún cuando también se inscribe en las estrategias de la imaginación pop, aspira más a una experiencia de
Nacht und Nebel: en ese sentido, hay que destacar la eficacia del silencioso parque temático que Brandemburg ha levantado para señalarnos que el infierno existió (existe) sobre la tierra. Lo que impresiona de Sachsenhausen (además de las ruinas de las cámaras de gas, las barracas reconstruidas, la cárcel que habitaron no sólo las víctimas de los nazis sino también las del comunismo, las ocasionales flores que dejan los visitantes, las placas conmemorativas, el paredón de fusilamiento, la morgue, los túmulos de cenizas humanas transformados en canteros y el sempiterno graznido de los cuervos), es la belleza de una ciudad diseñada con una elegancia casi griega3.
Si me detengo en comentar algunas contradicciones de una pedagogía ya probada (arquitectura clásicamente
friendly como cámara del horror, y arquitectura expresionista como lugar de la corrección política) es porque pueden servirnos para revisar cuáles caminos conducen a una posible política de la verdad y cuáles no, sobre todo en un espacio que se situa a igual distancia del Memorial, del Museo y de la Escuela como sedes pedagógicas.

(el texto completo, acá)

1 "Qué se yo. Testimonio, experiencia y subjetividad", leído en el ciclo “El relato testimonial, entre la verdad y la representación”, oganizado por el Centro Cultural Parque de España (Rosario: 29 de marzo de 2006).

2 En las Jornadas de Debate "Pensar el Museo de la Memoria" organizadas por la Fundación Memoria Abierta, Américo Castilla defendió, con argumentos irreprochables, la inevitabilidad de una pedagogía pop en relación con museos de estas características. Cfr. http://www.memoriaabierta.org.ar/camino_al_museo_jornadas.php

3 Queda sin contestar la pregunta (que uno de los 13 puestos museográficos diseminados por todo el Memorial inútilmente tematiza) sobre qué pensaban los vecinos de Oranienburg sobre lo que pasaba en esa otra ciudad (más grande que la de ellos) que había aparecido de pronto en sus horizontes. ¿Se podrá, hoy, vivir en Oranienburg sin terminar enloqueciendo? La persona que me acompañaba dijo que el pueblo parecía una versión infinitamente más siniestra (porque no era imaginaria) de Poltergeist. Yo volví a repetir un juego de palabras: Poltergeist es nuestro Zeitgeist.

3 comentarios:

Emma Funes dijo...

Daniel
ayer, aterida como otros te escuché. Hoy cobijada en la quietud de mi casa, sin la in-quietud del espacio, te leo. Tu escritura es fascinante como siempre, tu reflexión capaz de aguijonear allí, no en el lugar común del dolor sino en el centro mismo de eso que no debería existir. Sólo testimonian los sobrevivientes y aun así, nada es real.
Y sí, la cita de Levi era una gran final.

Linkillo: cosas mías dijo...

sí, no fue un placer decir el texto, en ningún sentido. Se agradece, de todos modos, la escucha y la lectura.

Velas a Balzac dijo...

"El testimonio supone un no lugar y un desvanecimiento del sujeto". El problema es que el haber-estado-allí supone también un no-estar-aquí-ahora...
Hacía mucho frío ayer.