martes, 20 de febrero de 2007

Al César lo que es del César

César Decanini me reclama algo que no tengo: una "opinión más completa" sobre el affaire Di Nucci. Pero leyendo los argumentos esgrimidos por los comentaristas del caso, puedo, sin embargo, manifestar mi sorpresa ante las sólidas convicciones que sobre el robo y el plagio ostentan la mayoría de los lectores, sin siquiera dudar por un instante de nociones que se corresponden (siempre, siempre) con un formación cultural (ideológica, económica, y si se quiere ser un poco arcaico, económica) determinada: lo que llamamos capitalismo en su forma actual. Habría, en esta admirable cruzada en pos de la originalidad que los soldados de la propiedad privada llevan adelante algo inquietante y que llega incluso a asustar: el total olvido de que las concepciones de la literatura son históricas (más allá o más acá de las corrientes historiográficas que más nos plazcan). Lo que se llamó "petrarquismo", alguna vez, no fue sino la aplicación sistemática, deliberada, de un modelo. El mejor poema petrarquista era el que más se parecía al modelo. Garcilaso, Góngora, los mejores poetas de la lengua castellana de los siglos de oro, dieron versos memorables que no eran sino... traducciones de versos que Petrarca ya había urdido previamente.
No digo que ése sea el caso que ahora se está analizando, sino que eso demuestra, sencillamente, que las concepciones de la literatura varían según las épocas, las décadas y los años y está bien y es estimulante que así sea. Es extraño que alguien que se identifica como "Bolchevique superstar" ignore aspectos tan trillados de la historiografía literaria y cultural y considere choreo (no usa esa palabra vil, pero sí otros comentadores que con él coinciden) a lo que debería considerarse, mejor, chorreo: chorreo de las iluminaciones.
Yo no leí Bolivia construcciones ni la novela de Carmen Laforet. No puedo, pues, analizar esos textos ni saber qué agrega o quita cada párrafo. Pero me preocupa que se ataque tan injustificadamente a quienes firmaron la "Carta de Puán" (hermoso nombre) sin considerar lo que en el fondo se discute: concepciones de lo literario. ¿Que la literatura no puede ni debe ser eso? ¿Quién lo dice? ¿En qué se fundamenta? Y si los argumentos se desarrollaran con todo el rigor que merece, y dado que la literatura está hecha de frases (y no de cosas que pasan), ¿no habría que condenar, también, toda sintaxis copiada, robada, transferida de un texto a otro? Y ahí los quiero ver, detectando puntuaciones déjà fait.
Es claro que hay dos posiciones básicas: quienes defienden la legitimidad de las categorías jurídicas del capitalismo en relación con la literatura y quienes se abstienen de esa defensa.
Todo lo demás es una consecuencia de eso.
Si yo lamenté que Di Nucci no hubiera dedicado su novela a La nada (por ejemplo), no fue porque ese gesto módico le agregara legitimidad adicional a una operación posible, sino porque de ese modo hubiera podido tapar la boca soez de los esbirros del coyright. Tenía razón, naturalmente, Josefina Ludmer: Bolivia construcciones es un ejemplo de lo que ya deberíamos llamar postliteratura. Bolivia construcciones nos obliga a pensar en la literatura en nuevos términos. ¿Hay felicidad mayor?

31 comentarios:

Anónimo dijo...

Esto es vergonzoso!. Ahora salen defendiendo, a capa y espada, este delito flagrante.
Esto los convierte (a los que defienden esto) en cómplices viles del delito más aberrante de los últimos tiempos en la literatura.

por dios!!!!

Como loca que soy, estoy indignadísima.

Anónimo dijo...

No sé hata qué punto Bolivia const. permite pensar a partir de categorías nuevas. Intertexto, plagio, préstamo, robo, etc., son categorías constitutivas de la literatura moderna. Y paro acá, porque no leí la novela.
Es cierto lo que decís de Garcilaso y Petrarca. Pero Garcilaso y Boscán evidenciaban que escribían al "itálico modo" e inventaban, con esa escritura que exhibía sus propias marcas de alteridad, una nueva forma de entender la poesía en lengua castellana. Nada, es lo que hace Dante con los sicilianos o con los provenzales. Citar, refundir e innovar. En el caso del mero plagio en general se oculta el mecanismo de apropiación para seguir produciendo lo mismo. Es un mecanismo, justamente, de re-producción. En este caso, creo, una novela que, una vez más, aspira a ser postliteratura (no me cirra el sufijo "post").
Yo leí hace unos años la novela de Laforet. Me encantó. Concuerdo con lo que decís, Daniel, acerca de la necesidad de una cita, de una dedicatoria, de un epígrafe, de un guiño. Se lo merece.
Abrazo
Diego

Anónimo dijo...

Evidentemente, estimado profesor, usted hace gala de replicar "parte" de los argumentos vertidos como comentarios en su Blog. Hay auténticas lecciones de lógica y de conceptualización del intertexto en estos comentarios, pero usted los pasa por encima. Claro, todo, visto desde cierta perspectiva, es histórico y económico, incluido los nombramientos y la "autoritas" de los profesores de la UBA que defienden el plagio (lo acepte usted o no en estos términos, este caso encaja en el concepto institucional de "plagio", y los premios, como se apuntó anteriormente, pertenecen a la institución literaria y no a la Literatura), los académicos de la UBA, decía, también se justifican desde criterios históricos e inclusive económicos.

Hasta donde recuerdo, en sus clases de literatura del siglo XX nunca se trató el procedimiento del intertexto en las condiciones en que ahora plantea la exculpación de Di Nucci.

Fíjese hasta qué punto es inestable la argumentación del autor (que Nada es un texto clásico que leen los escolares) que usted, profesor titular de la cátedra de literatura del siglo XX en la universidad estatal y más "prestigiosa" de la Argentina, no lo había leído y hubiese sido incapaz de "detectar" el juego intertextual.

Bolchevique Superstar dijo...

Me sigue pareciendo que una cosa es una revolución literaria planteada con una base teórica y otra es lo que hizo este tipo. No podemos atribuírle esa virtud sólo porque encaja con nuestros intereses de un nuevo mundo literario.
El plagio berreta existe en el capitalismo como en el comunismo como en la edad media.
Es como que salga a matar a alguien y después la gente me defienda diciendo: no no, porque este tipo pone en duda la realidad del ser y el hecho de si es más preferible la vida a la muerte. Y claro, con ello, la muerte de Dios al ser el hombre el que decide sobre la vida de otros hombres. Este tipo es un genio...
y nada, yo solo mato a alguien. Es así de fácil convertir en héroe a cualquiera.
Otra cosa, mi nick no se si significa algo más que una contradicción de términos así que no supone nada, es como decir, uh, me extraña que este por ser negro no conozca de blues

ajsoifer dijo...

La intertextualidad no la inventó Di Nucci.
Es un procedimiento valido aún dentro de los límites estrechos que puede imponer una Ley de Propiedad Intelectual y tiene exponentes fenomenales entre los que podría mencionar una lectura de hace unos días El mundo alucinante de Reinaldo Arenas y su entramado de injertos, voces, citas declaradas y no declaradas (es decir ¿Plagio?).
Evidentemente, que Di Nucci le dedicara su novela a la Nada era la forma de evitar este debate tan patético. Si además era una forma de legitimarse ante las viejas que leen La Nación y compran las novelas que sus Jurados de notables premian, realmente me importa poco.
En todo caso, se hubiese ahorrado la profusión de estupidez e ignorancia.

Diego dijo...

Linkillo,

Voy a tratar de justificar mi posición a favor de que le hayan sacado el premio a Di Nucci. Y lo voy a hacer partiendo no de la razón, sino de un sentimiento; la razón es lo que voy a tratar de poner ahora para sustentar ese sentimiento que me dice que lo que hizo Di Nucci está mal.
Para empezar, " lo que llamamos capitalismo en su forma actual. " está muy por verse de qué se trata. En cambio un plagio adecuando técnicamente el lenguaje es algo mucho más concreto.
Se sigue suponiendo (y está bien que así sea) que la literatura es contar cosas que no hay ninguna seguridad de que hayan sucedido en el mismo plano que en el que sabemos que nacimos y en el que sabemos que nos vamos a morir. Esas son las reglas de juego. Contarlas uno, contar algo sin la vocación de copiar. Si la literatura es serie, herencia y tradición será cuestión del laboratorio académico. Una cosa es Riquelme y otra Macaya Márquez. Claro, ahí empezamos a entender a la "Carta de Puan", ese viejo anhelo de no ser algo suplementario. Es entendible, pero todavía no están las condiciones de producción (digámoslo así) para que el trasbordo de un lado al otro sea concretado. Todavía vivimos distinguiendo a Foucault de García Márquez. Qué se yo, distinguimos también la achicoria de la berenjena.

Sigo luego. Me tengo que ir a buscar unas cajas.

Milena Jesenska dijo...

Miles: cuánto ruido por una novela!. Si le sacamos los párrafos repetidos la podemos leer igual o se arruina? Hay algo que no me cierra en todo esto...
Milena: lo del plagio y el capitalismo?
Miles: no precisamente, aunque podríamos reflexionar largo sobre el tema, no tanto "tendido" como diría un amigo porque en seguida nos iríamos de tema...
Milena: entonces?
Miles: me pregunto cuál será después de todo la "obra" de este buen hombre, que no conozco, no leí su novela, ni la de la buena señora del año cuarenta y cuatro... pero a esta altura me cae simpático, me lo imagino construyendo su propia "obra" donde la presentación al concurso fue el puntapié inicial, el jurado respondió como era previsible, porque "jurados eran los de antes" y ahora estamos en la escena segunda donde todos se pelean por ver que "parte" tiene razón, mientras él disfruta, ahora sí construyendo su propio original... o esto también se lo copió a alguien? Un jóven de 19 años a la derecha, por favor!
Milena: pero nadie llamó a concurso para este tipo de obras! ni siquiera hay un jurado!
Miles: cómo que no hay un jurado? y toda esta gente que opina cómo se llama?
Milena: abogados?
Miles: no es un problema de tecnicismos, porqué no se someten las obras desde el principio al escarnio popular?
Milena: vos pensás que esa obra hubiese generado tanto entusiasmo crítico desde el principio? incluyendo al jóven de 19 años?
Miles: no se si tanto, pero si no hay entusiasmo que sentido tiene entonces?... by the way, ese chico tiene que ser jurado en el próximo concurso! se lo ganó en buena ley!
Milena: entonces, van a seguir haciendo concursos!?
Miles: me acordé de esa película o vídeo o no se que formato era donde había un tipo que se había hecho multimillonario después de patentar (porque el original no lo había inventado el, ojito) el velcro silencioso, te acordás?
Milena: esto me lo decís por lo del copyright? entonces todo era por el oro? y por el bronce eran los de antes?
Miles: pará mi que sea de chocolate, si es suizo mucho mejor

Giorgio Novalgina dijo...

Che, Dani, ¿puedo copiar alguno de tus libros para hacer mi tesis? Supongo que nadie me va a reprochar nada si aclaro antes que es una "operación de escritura", ¿no?

Anónimo dijo...

Por tu posición de abstenerte de las defensa de las categorías jurídicas del capitalismo en relación con la literatura y tu desprecio por los esbirros del copyright es dable suponer que no volverás a someterte a este sistema y no publicarás mientras siga en vigencia, pero bueno, nunca fue sencillo ser un precursor, en ninguna esfera, y vos junto con Di Nucci y según Ludmer lo sos de la postliteratura. Aunque claro, te abstenés, no te oponés, eso te deja algunos resquicios.

Anónimo dijo...

Anónimo, ¿cuál sería la diferencia entre institución literaria y literatura?
Rufián, ¿quiénes serían los que están con la profusión de ignorancia y estupidez? ¿Los que no están con tus posiciones? ¿Los que recitan la doxa mal digerida de las materias introductorias de Letras? ¿Los que mezclan en un todo confuso palgio e intertexto? No me queda claro.
Arenas, Garcilaso, Dante, Derrida, Genette, Ludmer ¿No estaremos exagerando?

Linkillo: cosas mías dijo...

liv: yo no sé lo que soy, ni tampoco demasiado bien sé lo que hago. Pero desde hace muuuuuucho tiempo, todo lo que escribo está a disposición de todos y de cualquiera en la red, de modo que la chicana (ésta, al menos) no me alcanza o sigue de largo. Y ya me ha sucedido más de una vez eso de leerme en textos que no llevaban mi firma. Pero el mundo es así. El mundo será Tlön.

Anónimo dijo...

Daniel,
Cuando Ibarlucia se afano medio articulo de Silvia Saitta y lo publico con su nombre los comentarios entre los academicos que ahora defienden a Di Nucci eran otros. Me parece que mas que discusiones sobre "modelos de literatura" aca se trata de si se ataca a uno de los nuestros o no.

Linkillo: cosas mías dijo...

Anónimo: precisamente, no es lo mismo "laliteratura" (junto las palabras tal vez, sólo tal vez, en el mismo sentido en que Lacan junta las palabras en "lalengua") que un artículo periodístico, donde el valor de cambio se mide en relación con la producción de diferencias puras. La literatura no tiene por qué producir necesariamente de acuerdo con los parámetros de la cultura actual (sobre todo si su deseo es negarla). Lo mismo podría decirse de una tesis, un parcial (que responden a la lógica de la pedagogía en primer término), y los demás ejemplos poco pertinentes que se vienen esgrimiendo.
Como dijo antes Diego: ahora salgo.

Fender dijo...

Vengo de otro blog en dónde se defiende esta postura, llamativamente llena de eufemismos.

Estoy de acuerdo con todo lo que decís, a cambio de que juguemos con las cartas dadas vuelta y que cada "post literato" aclare antes de cada refrito a quiénes y cuánto "homenajea".

No resulta extraño que algunos perpetradores de estas "artes" lo escondan, sobre todo cuando la valoración de una obra candidata a premio es que posea cierta originalidad (y convengamos, transcribir habla más de pereza y falta de luces, que de otra cosa).

Tus argumentos económicos se me escapan, porque casualmente, es un premio el que estaba en juego. Un premio para uno. No es "socializable" (aunque si parece serlo el contenido de "Nada").

Unknown dijo...

He seguido con atención todo el embrollo del plagio o no plagio de Di Nucci, y me senté a releer Nada y a leer Bolivia Construcciones. No hay mucho para decir, Di Nucci reprodujo pasajes enteros de Laforet, cambiando apenas los nombres y algunas palabras disonantes. Y no lo hizo recuperando un punto de coincidencia a partir del cual percibir la intertextualidad, como suele ocurrir en textos que trabajaron de este modo, sino que lo hace, como dijo el jurado, para hacer avanzar la acciòn, o quizás, me arriesgo, para rellenar pasajes que no podía resolver.
No está bien llamar a los que con buenos argumentos rechazan esta copia "esbirros del copyright", porque no se trata de eso. Hasta ahora lo más lamentable -y que me perdonen algunos firmantes a los que aprecio intelectualmente- es la "Carta de Puán", como un poco ingenua y pomposamente se la llama en el blog.
En esa carta se advierte el esfuerzo por salvar lo insalvable. Se advierte también mucho floreo teórico y pocas lecturas. Amigablemente digo que hay pilas y pilas de libros que leer antes de afirmar que Bolivia construcciones juega "en el nivel alegórico". Mi sospresa aumenta considerablemente.
En relación con la posliteratura, me parece que estamos frente a un esfuerzo por fabricar categorías con restos de plumas y lentejuelas de viejos disfraces. Y también me sorprende ese frenesí por fabricar etiquetas y fabricar escritores a quienes adjudicárselas, sin que al menos algo de tiempo permita comprobar lo que valen. Claro que, si no importa que la posliteratura sea buena o mala -y conste que hay en este caso adjetivos más sofisticados- entonces tampoco serán necesarios los teóricos, ni los críticos, ni la facultad de filosofía y letras ni la carrera de letras ni los jefes de departamento, ni las secretarias académicas ni los profesores... ni... ni...mucho menos las obras literarias. Nos quedamos sin trabajo, muchachos.
Por otra parte, en medio de la pobreza de juicio de quienes pretenden ignorar el plagio, advierto en este debate un excesivo uso de la palabra "operación", que aplicada a la literatura me parece devastadora. Me suena a "operación de prensa", a "operación masacre", y a muchas otras cosas, incluida operación de amígdalas. ¿Será porque cercenar el texto de Laforet es vivido como algo cruento?
Y para aquellos que no leyeron la novela -seguramente en Puán no se la consideraba digna de ser leida pero hoy sí se la considera digna de ser "reproducida"- recuerdo que Leopoldo Torre Nilsson filmó la novela de Carmen Laforet con el nombre de "Graciela", y Elsa Daniel como protagonista. Este tipo de trasposición de la novela al cine y de Barcelona a Buenos Aires es también un interesante caso de interdiscursividad.
Miren, breve anécdota personal: en los años ochenta me tocó trabajar, como modesta escribiente enviada por una editorial , durante seis meses, con Borges, ayudándole a escribir un prólogo para una selección de obras de Shakespeare.
A estas alturas, Borges hubiera podido alegremente reescribirse.(reescritura es un concepto a mi juicio tan interesante como intertextualidad y en este caso Di Nucci, sería muy útil).Sin embargo "construyó" palabra por palabra un nuevo texto. Y lo hizo sobre Shakespeare. Yo venía atragantada, como corresponde, con todas las lecturas del estructuralismo y del pos y de la deconstrucción y todo eso, y ahí se me cayó la estantería, y me di cuenta de qué importante es, en todo caso, ayudar a construir un lector. Y para hacer su obra, Borges antes lo había construido dentro de él.

Anónimo dijo...

No sé si no es lo mismo, Daniel. Quizá haya que pensar en términos de escritura. La separación entre crítica y objeto literario, como en el sueño romántico, quizá hace tiempo que se venga realizando. Es raro como persisten en muchos argumentos, sobre todo en los que tienden a defender la "operación" de Bolivia construcciones, ciertos caracteres de una literatura autónoma que, si existiera, habría que dinamitar. Digo: la difencia entre literatura e institución literaria, la diferencia entre lectura literaria y lectura no literaria, la diferencia entre crítica y poesía. La literatura que me, nos gusta, no es acaso una escritura infinita en la que se ponen en juego las potencialidades, políticas sí, de todo arte? Pienso, no puedo dejar de hacerlo, en los Diarios de Kafka, en Petróleo de Pasolini, en un Borges o en Blanchot leído a contracorriente. A mí, por lo menos, una literatura que no opera por apertura y producción de subjetividades no previstas, que no innove, no sólo no me interesa sino que me parece insignifante.
Además, me pregunto hasta qué punto la lógica de la producción capitalista del arte no opera también a través de la copia y del plagio? A ver: lo que digo es que no estoy tan seguro de que el plagio y la copia sean a esta altura cuestionadores del orden de producción. Más bien tiendo a pensar lo contrario. Nada, soy un viejo romántico, me rodea una atmósfera hölderliniana quizá insoportable, o quizá sea que soy bastante indiferente a las operaciones del arte pop, de las que están llenos, no por nada, los programas de estudio, los museos, las academias y las paredes de los burguese enriquecidos. No sé, tal vez sea eso lo que me distancie de los argumentos a favor de la "operación" de Bol. Insito: no me pronuncio sobre la novela, que no he leído, pero sí sobre algunos argumentos que han sido esgrimidos en torno a ella. Lo que me parece es que la copia y la reproducción garantizan la perdurabilidad de un orden literario inane y despolitizado. Es la contracora de la novedad, a la que termina alimentando, ya que se mueve en su misma esfera. Como si nos dijeran de pronto: podés producir alguna novedad dentro de los cánones aceptados (podés escribir, digamos, como Puig, como Lamborghini, como Perlongher aunque sea muy demodé y deprimente), podés copiar y reproducir (lo que en el fondo, perpetúa la misma lógica de la producción literaria). Pero no se te ocurra innovar o cuestionar ese orden. La copia y la novedad son las dos caras de una misma cara. O, en marxiano, la lógica de la copia es sólo un punto extremo de la lógica de la novedad, a la que termina apuntalando, con una batería teórica que pasó bastante rápido de la apología de lo novedoso (el gran formalismo ruso) a un deconstructivismo civilizado (por supuesto, un cierto Derrida; no por cierto el del importante Espectros de Marx, sino el sesentoso).
Yo creo, con Deleuze, con Kafka, con Pasolini, que la literatura es producción, es minorización, es vida.
Por otro lado, como decía Parra, a los burgueses no los vamos a asustar con poesías, ni con novelas, ni con ensayos, ni con copias de autoras catalanas.
La carta salida de Puán es muy ochentas. La cita de Bioy, que de escándalos en torno a premios literarios algo sabía, es deprimente.

Anónimo dijo...

Como hay muchos Diegos, aclaro que el Diego útlimo y el otro que dice "no sé hata qué punto" fui yo:
www.diegobenti.blogspot.com
Addio

Anónimo dijo...

Sí, mi comentario tuvo mucho de chicana y ese tono no me enorgullece para nada, hasta me averguenza bastante, pero exaspera un poco el intento de convertir esto en el inicio de una especie de epopeya con acta de fundación incluída, la base sobre la que se asentaría es muy endeble.

Linkillo: cosas mías dijo...

Diego Benti: había reconocido tu prosa, pero se agradece la aclaración para los demás lectores. No se te escapará, después de tantos años, Dieguito, y habiendo escuchado tantas protestas mías en contra de quienes no ponen notas al pie, que lo más probable es que yo esté de acuerdo con vos, pero si me abroquelo en mi posición es sólo por lo que dije: la consternación, y aún el miedo, que me provoca la reacción ante la "Carta de Puán" (que no incluye, como habrás visto, mi firma): pareciera que lo que aflora es el odio, el puro odio a no sé bien qué (¿una tradición académica? ¿la idea de claustro? No lo sé).
No me interesa defender a Di Nucci ni mucho menos, pero sí la posibilidad de pensar la literatura de otra forma. Tampoco tengo claro que sea ése el camino a seguir (no hace falta que cite nombres propios que serían los mismos que vos ponés en el listado). Pero si se trata de "la producción de subjetividades no previstas", aún en ese punto, habría mucho para decir en relación con Bolivia construcciones. Todos sabemos qué poco se puede (se debe) esperar de los concursos literarios, meros instrumentos de mercadotecnia. Que estemos discutiendo en estos términos me parece más que interesante.
No sé de qué se asusta un burgués, pero no olvides que no hay peor fascista que el burgués asustado.
Abrazo

Diego dijo...

Este mal entendido no será fruto de que en la carrera de Letras se lee "mal" la deconstrucción. Porque parece que de la misma han sacado algo así como un "ya todo está dicho" que suena más conservador que otra cosa. Feo suena. Además, dejar todas las instituciones de la sociedad en su lugar y desde allí agarrárselas con la literatura, con el delicado e intelectual concepto de autor, es como mear afuera del tarro. Es como una cierta intolerancia vanguardista de la crítica, porque Di Nucci hizo lo que hizo imaginando la “carta de Puan”, conociendo esa cierta lectura de la reconstrucción, esa furia anti-romántica que es su contracara, que existe en algunos claustros. Por ejemplo, dejar firme la relación profesor-alumno e ir a tratar de joder a la de autor-obra, no me cierra, me hace empezar a buscar categorías psicoanalíticas para justificar esa actitud. Vale recordar que la literatura, ese espacio en el que todo se puede decir, es garantía de la democracia. ¿Quién cree que ya nada se puede decir y por eso es mejor copiar conceptualmente?

Sigo tratando de explicarme por qué no me gustó lo que hizo Di Nucci.
Ojalá que detrás de éste debate haya una disputa por el significado del concepto de literatura. Sería realmente triste que sea solamente una cuestión de defender a un amigo.

Cesar dijo...

Gracias Daniel (y gracias Diego y gracias Josefina) por darle espesor al debate. Era una lastima (y una ocasion desperdiciada) limitarse al razonamiento binario "robo si / robo no". Era eso lo que buscaba cuando pedia tu opinion, que para mi es siempre interesante. Aun cuando sospecho que no coincidimos para nada,como en el caso de Soriano, pero para eso nos vemos en otro post.

kili kili dijo...

Dijo Link:
"pareciera que lo que aflora es el odio, el puro odio a no sé bien qué (¿una tradición académica? ¿la idea de claustro? No lo sé)."

Precisa observación, ¿no?
Los dos escandalos de estos días (Di Nucci contra el Capitalismo, Sarlo contra el espectro de Soriano) tienen ese común denominador: la literatura que se relaciona con la universidad versus la literatura a secas (donde el pueblo y el mercado se unen contra las malévolas elites).

Lo que no veo es postautonomía en ningún lado. Tenemos peleas relacionadas con premios dados por grandes periódicos, polémicas en pequeños periódicos, academias canonizando y descanonizando. Todo bien siglo XIX. Y los blogs como el salón ilustrado de la señora Verdurin.

Leandro Katz dijo...

Leyendo aquí y en eblog y en el Hotel de Tomás, los posts, los comentarios y los comentarios de los comentarios me da la sensación que los que firman la "Carta de Puán" tienen un vínculo con Di Nucci (creo haber leído que él también es docente, que alguien me corrija si no es así). Me quedo pensando que se hace muy difícil tomar partido en forma objetiva sobre un tema cuando uno está involucrado en forma afectiva. Me gustaría saber cuál sería la reacción si alguien le planteara esta hipótesis a alguno de los que firmó la carta:
un autor toma 30 páginas de un libro escrito en la década del 40 y los coloca en forma casi textual en su novela sin hacer referencia al recurso que está realizando y sin aplicar este recurso en el resto de la novela, ¿estaríamos hablando de plagio o de intertextualidad? Si lo presenta a un concurso, lo gana y luego el jurado decide retirarle el premio, ¿sería una injusticia?
Aclaro que no leí los libros. En favor de Di Nucci se podría conjeturar que el libro está repleto de citas, que todo es un juego de intertextos. En ese caso hubiera sido saludable que el autor aclarara el procedimiento desde el primer momento y nos hubieramos ahorrado este debate.

Saludos, Leandro

Anónimo dijo...

Di Nucci nombró, en su réplica, un caso sintomático: J. R. Wilcock. Toda su obra está atravesada por la intertextualidad. Quizá su novela donde está más concentrado ese procedimiento creativo sea “Los dos indios alegres”. La proliferación de “otros textos” es la materia constitutiva del texto mismo. El procedimiento no está referenciado en el título, o escondido dentro de la obra. Está rotunda y justificadamente explicitado. Es su razón de ser y funciona; crea un tejido esquizoide bien trenzado, y a nadie se le ocurriría incluirlo en la categoría de plagio (como tampoco se le ocurriría a nadie deslegitimar “La nueva novela”, de Juan Luis Martínez). Entonces, ¿por qué en este caso sí sería correcto hablar de plagio? ¿De qué depende que una apropiación sea legítima o ilegítima? Está claro que es la institución literaria (la tradición, el paradigma cultural, los agentes reales que la explotan) la que define qué entra en el plagio y cuáles son los términos de una apropiación textual legítima. Y acá es donde llama la atención el posicionamiento inequívoco y mayoritario, autorizado, de la academia. No es verdad que la de plagio sea una categoría contraria a la modernidad, o que no pueda haber literatura moderna sin plagio. Campos semánticos, multiplicación de voces, resonancias, series lexicales, iconográficas, simbólicas, genealogías míticas, existen muchas líneas de interpretación capaces de diferenciar, con mayor o menor precisión, la funcionalidad del trabajo intertextual. Si dentro de una novela cuya propuesta narrativa es “tradicional” (en la forma de plantear la trama, los personajes, la acción, en la construcción de la voz narrativa, en los planos temporales, en el uso de la lengua, en el tono) no encontramos mecanismos significantes que permitan activar el juego intertextual, y si la apropiación del otro texto (del texto ¿plagiado?) está al servicio de la progresión narrativa (el encadenado de la peripecia, como apuntó el jurado al revocar el premio) y no de la multiplicación del sentido, entonces estamos ante un plagio. Y esto no implica necesariamente tener una visión constreñida de la literatura, o defender a la policía del copyright, o no convenir con la idea de la muerte del autor, o no disfrutar leyendo a Blanchot. Si la obra de Laforet multiplica el sentido de Bolivia construcciones lo hace a pesar de su nuevo contexto, es una multiplicación inexorable y no intencionada.

Tal y como están las cosas en esta parte de la institución literaria (los premios, las editoriales, los agentes, la prensa), se da cuenta de la existencia de una categoría real, más o menos pivotante, del plagio y el robo/hurto -sería patético, esta vez sí, que interviniese la justicia civil en el asunto-. Hasta que no se propongan concursos de postliteratura, premios postliterarios u otras aperturas que den cauce a estas obras (internet puede servir, o sirve), las reglas son meridianamente claras.

Y también están claras en la academia, por lo que puede sonar un poco extraña la actitud de la “Carta de Puán” (se huele el floripondio y los panes rellenos), ya que la circulación de textos en la universidad está reglada de manera similar. Tesis, monografías, papers, conferencias, ponencias, colaboraciones, participaciones, todos estos textos están sujetos a leyes explícitas e implícitas. Puedo publicar pasajes enteros del trabajo de un colega de Wisconsin sin nombrarlo, y sin citar la fuente, con mi firma, por las buenas, pero es probable que sea conminado a deponer mi actitud, por mucha recontextualización y estrategias literarias que alegue. Lo mismo pasa con los exámenes. ¿Por qué tanto celo? ¿Quiénes son los burgueses asustados que se rasgan las vestiduras frente al claustro? Algunos escritores defienden una idea de literatura en la que no se acepta el plagio, y algunos académicos defienden el sacrosanto derecho a dictar ex catedra una resolución para este asunto, legitimando esa “operación literaria”.

El concepto de postliteratura, para rematar todo este despropósito, es uno de los intentos más tristes de conformar una vanguardia -o una etiqueta que clausure la “novedad”, como bien sugirió Josefina- que se hayan visto (¡volvé, Enzensberger, volvé!), y a estas alturas de la historia del arte da un poco de vergüenza ajena asistir a semejantes majaderías terminológicas.

Anónimo dijo...

Daniel: Hasta donde lo entiendo, Lacan se refiere con “lalengua” a su concepción labil del lenguaje en el que los equívocos, por ejemplo, son especialmente significativos. “Laliteratura” se referiría, entonces, a aquello que se sale de la norma literaria como algo capital para la literatura misma. ¿Esa es la idea? Entonces, también se podria hablar de “larreseña” y plantear que Ibarlucia quiso socavar desde dentro la convención juridico-capitalista del la reseña bibliografica y que su afano a Saitta inauguró otra concepción de la critica. Y sería absurdo. Me da la sensiacion de que el andamiaje teorico que se cita es mucho mas una justificación demasiado elaborada para lo que sucedio (como el argumento de un abogado de tv que tiene un cliente culpable e intenta, como sea, crear una duda razonable) que un debate sobre “concepciones de lo literario”. Que, estoy de acuerdo, me parece lo mas productivo que puede salir de esto. Por otro lado, el articulo de Ludmer que señala el libro de Di Nucci –y el tuyo- como “posliteratura”, no se refiere (hasta donde recuerdo, me da fiaca volver a leerlo para escribir esto) a la tension del texto con la institución y la norma literaria por su relacion con otros textos (que seria este caso) sino a su tensión con la realidad y de ahí que habla del fin de la autonomia, ¿no? Ludmer ni considera esta “operación” del texto de Di Nucci, porque claramente escribio su articulo antes de que surja lo del plagio. Hasta ese momento, ni ella noto la ahora “evidente” operación intertextual. Por otro lado, Di Nucci mismo pone su texto bajo la consideración de la institución literaria, no para socavarla, sino para ingresar a ella, al mandarlo a un concurso de la editorial mas tradicional del pais y hacerlo circular en librerias.en un formato tradicional, con un precio, etc. Al hacer eso, la ley que se aplica sobre su texto es similar a la de un parcial. Si no queres tal cosa deberias colocarte fuera de la institución o, si queres problematizarla desde dentro, deberias hacer algo mas que copiar unos parrafos. Por otro lado, creo que nadie (serio) impugno el texto, sino que se impugno de Di Nucci por presentarse como autor (acaso la figura jurídica mas importante en relación con la literatura), y no tanto por incluir en su texto parrafos copiados, como por ocultar esa copia. Si tu operación y tu concepción de lo literario es esa, ¿no deberias hacerla evidente? Si no, ¿qué sentido tiene?
Saludos.

Anónimo dijo...

Da pena el movimiento que ha salido a defender a Di Nucci en nombre de la INTERTEXTUALIDAD. Ser progre está de moda, pero que no se ponga de moda ser pelotudo. Es plagio, es robo, es inmoralidad social (como diría Julián Marías). Qué triste los catedráticos que salen a defenderlo.

Unknown dijo...

"Majaderías terminológicas" es un concepto al que adhiero desde ya y adopto para casos parecidos, que los hay. Gracias, anónimo de la 1.44 PM por esta calificación, y creo que con tus argumentos se redondea algo que empezó mal, porque surgió la descalificación de aquellos que, sin intereses demasiado obvios al menos, se tomaron el trabajo de pensar y concluyeron que el copiar sin decir a quien no aporta demaisado a la literatura. Me reconforta verificar que existen lectores a pesar de las majaderías terminológicas, y a pesar de la castración crítica espero que sigan existiendo escritores. Pero me apena ver, que como muchos años atrás, en la facultad los intereses corporativos encorsetan la libertad de juicio.

Anónimo dijo...

Sí, Daniel, lo mejor de todo esto es que nos obliga a pensar muchas cosas. Yo tampoco leí la novela de Di NUcci, de modo que difícilmente podría pronunciarme acerca de ella. Sí, en cambio, me siento absolutamente alejado tanto del moralismo de viudita literaria (los "verdaderos" escritroes que acusan a Di Nucci de "ladrón" o "plagiario") y, sobre todo, de algunas posturas que tienden a dar cuenta del fenómeno con un uso un poquito trasnochado de batería terminológica.
Estoy obsesionado con algo que hace un tiempo me vengo imaginando como el proyecto gramsciano de describir cierto estado anquilosado de la crítica. Un cierto sentido común armado con cuatro o cinco dogmas y siete y ocho autores, algo que podría abordarse quizá a partir de las huellas de ciertos paradigmas críticos en los debates de hace un año a esta parte (los "casos" Bibloteca, Bolivia, Sarlo). Algo que se articula, también, como hegemónico a través de suplementos literarios, premios, programas de estudio, revistas de jóvenes que reproducen las manías y los cánones de sus tíos. Es mi a esta altura vieja manía por la eficacia de la literatura. Algo que vuelve siempre
Lo bueno es que, además, en el medio podemos leer a Laforet, volver a Auden, revisar a Pound, revolver a Mann. Disputar acerca de las postliteraturas. Disparar sobre la autonomía.
¿No es algo glorioso, como dirías vos?
Te dejo, que estoy larguero.
Abrazos
Diego

Anónimo dijo...

La defensa que un grupo de notables («Carta de Puán») hace de Di Nucci aludiendo al concepto de intertextualidad no es contradictoria ni delirante: es sencillamente errónea.
La intertextualidad no es algo dado sino se va constituyendo en una serie de relaciones que cual cinta de moebius se andan y se desandan de acuerdo a los puntos de ubicación en la cinta de cada productor de sentido (incluyo entre los productores a los receptores.)
Otra cosa es cuando el texto se clona de otro: aquí no hay relación, o al menos existe una textualidad parásita de otra. No hablo de un texto mayor ni un texto inferior, ni de un modelo original que corona la dependencia de su imagen y semejanza en otro texto.
Otra cosa es pegar un salto atrás y simular un romanticismo en el que no creemos y ver en Di Nucci a una suerte de vengador anónimo de vaya uno a saber qué cosa.
Di Nucci no robó a Laforet (y en esto la llamada Carta de Puán dice la verdad mediante una hábil mentira.) Di Nucci se robó a sí mismo: se aniquiló la posibilidad de escribir, de meterse de lleno en el texto de Laforet y despedazarlo para uso propio, que es también copiar, sí, salvajemente, estéticamente, legítimamente. Di Nucci no quiso ser caníbal, acaricia la piel de la víctima, pero se echó atrás: Necesitaba ganar, necesitaba ser correcto políticamente, quería ser visto como lo que no era pero sí era: un escritor. ¿Pero importan a esta altura las necesidades personales de Di Nucci?
Si importa recordar que Di Nucci optó, como un adolescente que necesita la urgente carta de amor para su amada, cortar y pegar. Cortar y pegar. No copiar.
La copia (¿hace falta decirlo?) es un arte excelso, y fue y es y será practicada por quien se precie de ser considerado alguna vez escritor. En Bolivia Construcciones no es el trabajo intertextual un procedimiento que construye la novela. La diferencia es sutil, tal vez, pero reveladora: en B.C. la elemental acción de transcribir al mejor estilo de amanuense autómata párrafos enteros de Nada enhebra las situaciones y por lo tanto la trama en que se mueven los personajes de Di Nucci. Di Nucci no copió como Borges o Bioy: apenas procedió como un elefante en un bazar. Se echó de cabeza a una mesa de saldos y apretó el acelerador. Es fácil imaginar la escena de su «pecado». Debía llegar a la meta, debía figurar en el cuadro de honor porque un fin de justo lo guiaba y los tiempos no daban... ¿Por qué no intentarlo, si la propiedad es un robo y la mayoría de los robos suelen quedar impunes?
Cito a Bajtín: «(La intertextualidad) es un tipo particular de relaciones semánticas cuyas partes deben estar constituídas por enunciados completos (o enunciados considerados completos o parcialmente completos), detrás de los cuales están (y en los cuales se expresan) sujetos hablantes actuales o potenciales, los autores de los enunciados en cuestión. El pensamiento de los hablantes se convierte en discurso y logra una existencia material: sólo entonces hay intertextualidad.» No lei en Bolivia Construcciones ningún fenómeno a los que Bajtín alude. Dice Kristeva: «Todo texto es la absorción o transformación de otro texto.»
¿Cómo entender la absorción en B.C.? ¿Cómo un pegado al cual hoy podemos acceder irreflexivamente gracias a un procesador de texto?
Dice la «carta de Puán»: «... componer una novela que busque representar desde dentro una realidad inaprensiblemente ajena para un autor argentino, la de los migrantes bolivianos, y recurre para este fin a una serie de usos literarios de larga data.
Uno de ellos, impugnado por el jurado, es el de transformar pasajes de otros textos con una finalidad estética precisa. No hace falta insistir en que éste es un uso corriente en las literaturas occidentales desde la Antigüedad, del que tantos autores se han valido notoria y brillantemente...» dicen los firmantes de la Carta de Puán.
¿Hay transformación del texto de la Laforet? ¿En qué consistiría la transformación, y si la hubiera cuál sería (y éste es el punto) la relación de sentido entre B.C. y Nada?
Ninguno de los firmantes de la carta citada se explaya aunque sea en una nota al pie con un ejemplo concreto de transformación.
¿Por qué no hay referencia a la citas textuales? Di Nucci dice que el título mismo ya aclaraba el asunto. Convengamos que, por lo menos, no es serio.
Ahora bien: No es cuestión de insultar a Di Nucci. Hay que tomarlo como ejemplo, y sin ironía alguna, digo que también como guía: Porque se mutiló en público, lo cual es respetable, pero absolutamente inútil. Cada uno sabe lo que debe hacer con su pobre cuerpecito textual...
En el affaire Di Nucci se verifica la ineptitud (en principio, la ineptitud...) de todo un sistema que configura a los concursos literarios argentino. Desde la falla de los filtros que entregan las novelas seleccionadas a los notables como la autodefensa que algunos notables realizan en tanto «jueces literarios», sin reflexionar un segundo en su entidad de lectores de literatura.
Y si la «Carta de Puán» pretende defender a la literatura de los notables de siempre, deberían ser sus firmantes más explícitos, más claros, y por qué no, más arriesgados en sus consideraciones.

Mariano Massone dijo...

Leí pocas opiniones de las veintitantas que había para leer. Pero me quedaron estas preguntas: Más allá de las intertextualidades: ¿Qué pasa si no me gusta el libro? ¿A quién le hago juicio de mala praxis?. Otra (esta es mejor): ¿Por qué los intectuales que hoy salen defendiendo a Bolivia construcciones no salieron a defender a Jorge Bucay el año pasado? ¿La copia de Bucay es menos copia (o copia más lamentable) que la de este Di Nucci?

saludos
mar!

Anónimo dijo...

Bueno. Tanta teorización abruma. La carta de Puán quiere justificar lo injustificable ¿Se plagia o no se plagia? Si se copia, se cita el texto. Vamos, hagamos una "melange" con Leónidas Barletta y su "Historia de perros", le agregamos un poco de "La gloria de Don Ramiro" de Larreta, unos toques de posmodernidad, sal, pimienta y ¡Zás! Un libro nuevo. Si tenemos la suerte que un joven de 19 años no haya sido lector de Barletta y de Larreta, ¡Centro!
Ahora, Andahazi escribe "El conquistador", con el mismo tema de fondo (La conquista al revés) que es el mismo tema de un cuento mío, publicado en La Maga Especial de 1995, que se llama... "La conquista". Sean arrojados y leanlo, está en http://literaturaincuspita.blogspot.com/
¿Y Señores de Puán? ¿Qué hacemos? No lo voy a acusar de plagio. A lo sumo lo puedo acusar de buen lector. Delante de un buen Escritor hay un mejor Lector, Así, más o menos decía Borges.

Salute