A ninguna de las personas que queremos a Ricardo Piglia puede no dolernos la frase que publicó el domingo: "Más allá de lo que yo pueda decir o explicar, el daño ya está hecho y es irreparable". Él lo sabe, porque es uno de los responsables de que la obra de Rodolfo Walsh tenga entre nosotros la importancia que tiene y porque Walsh había escrito sobre el tema, que eso se llama Zuzgwang (una palabra que podría formar parte del Finnegans Wake, por otro lado): ese momento en una partida de ajedrez en que cualquier cosa que uno haga resulta un perjuicio para la propia partida. Cualquier cosa que dijera Ricardo (hasta su silencio) iba a resultar perjudicial para su partida. Y ninguno de nosotros, que hemos aprendido de Piglia a leer a Kafka, a Gusmán, a Arlt, a Puig, entre otras cosas, puede regocijarse con su daño, más allá de las consideraciones políticas y los análisis culturales que pudieramos realizar alrededor de los Premios literarios y sus efectos en las letras argentinas.
Queramos llamar Final de juego o Fin de partida al episodio que hoy nos llena de congoja, lo cierto es que lo que empieza es una partida o un juego diferente. No me parece que la literatura argentina esté lista para empezar un juego sin Ricardo Piglia. Desde hace rato, por el contrario, viene demostrando que está más que preparada para jugar al margen de las políticas de las editoriales multinacionales (incluso: que jugar al margen de ellas, que no es lo mismo que "al margen del mercado", es lo que garantiza su supervivencia). Como ha señalado el amigo Coelho: "Perder la partida y pagar el costo puede ser la inversión de un milagro para apostar por la escritura". El olvido, o la sordera: hacerse el sordo a esos ruidos infames que oir se dejan, hacer como que uno no oyó los movimientos rastreros del enemigo sobre el tablero.
G. A . C. G: una literatura sobreviviente
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Hace 13 horas.
1 comentario:
¿Y nosotros, los que aprendimos a leer a Kafka en Borges, podemos ser indiferentes a la "trágica" pérdida de Ricardo Piglia?
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