sábado, 7 de julio de 2007

Presente continuo

por Ariel Schettini

Decir que Magic Resort (Buenos Aires, Emecé, 2007, 144 págs., ISBN 978-950-04-2902-3) de Florencia Abbate es una novela es mucho. O es quizás anacrónico. La novela, el género novela, necesita un tiempo que Magic Resort ya no tiene. Y en ese ya no del tiempo (que es el presente) es donde se escribió como robada al tiempo la novela (¿qué otra cosa es el Resort sino un tiempo –y un espacio- robado al tiempo y al mundo?). Un lugar donde (como en la novela de Abbate, uno se mete y se enclaustra para poder salir.
Me gustaría decir que la novela de Florencia es una novela de formación. Formación tardía, digamos para veinte y treinteañeros contemporáneos que son los personajes -condenados a una vida de post aprendizaje- de aprenderlo todo de nuevo y de no haber aprendido nada. Pero tampoco estoy seguro de que se trate una novela. Sólo voy a decir que es una novela de formación donde se forman los personajes a medida que la novela se deforma.
Quizás sería mejor no llamarla una novela ni una obra "literaria" sino una "instalación". Un hecho estético donde retazos de texto literario se yuxtaponen a imágenes, poemas, e-mails, sueños y a crónicas de un presente inclasificable (como lo es siempre el presente) como si no hubiera posibilidad de pensar el presente más que como habitación transitoria, período cada vez más corto, estrechez de la perspectiva y niebla general dejada por los efectos de un desplome general del tiempo.
O también sea una novela de tesis. Tesis y citas: Elliot y Padelleti, los poetas del tiempo y el espacio cristalizado, prismático y frágil. Los poetas de lo insostenible y lo efímero. Nombran y permiten pensar la experiencia como un Mínimo Magic Resort, un hotelito ínfimo que dura sólo en la memoria, y menos, en la página, en el verso.
En ese tiempo y espacio corto en el que se desarrolla la novela de Florencia, inevitablemente sólo hay víctimas e insatisfacción. No hay momento que no se pueda usar para un nuevo desengaño. El mundo de la magia tendrá inevitablemente su velo descorrido por la filosofía (la muerte se da sólo en el plano de las ideas, mientras el mundo se dirige a un "black out" final) o por la poesía que es capaz, tal como lo dicen los personajes de la novela de captar algo que hacen vivir mejor las experiencias. Pero las experiencias tienen sus pastillas para mejorarlas ( a la experiencia y a la poesía) y a la experiencia de la catástrofe inminente, ¿qué pastilla, que poesía o qué novela la puede nombrar?
Instalación de la novela, entonces; construcción de una estructura novelística, edificación de la técnica narrativa en un mundo que se derrumba y se cae como las torres. Víctima de un "trastorno bipolar" (construir la novela en el mundo que se destruye) narrar sería entonces tratar de capturar al modo de crónica el instante de la máxima violencia y mantenerse a salvo. Las imágenes de la guerra en la franja de Gaza sólo las puedo comprender al lado del período negro de Goya y el sentido cósmico del desastre al lado de un poema de Padeletti que nombre la imposibilidad de asir lo ínfimo subjetivo del instante. Lo heroico del hecho sería comprenderlo, pero lo mínimo de la poesía apenas logra volver a encantar el tiempo, devolverle su magia. Por ejemplo:

"Día de insostenibles pensamientos/ una nota que se escucha a través de todo/ una nota sostenida a través de la discordancia de la voces."

En ese mundo "bipolar" que va del universal a lo íntimo, de lo colosal a lo ínfimo, no hay más heroísmo ni más patetismo en quien se suicida con pastillas por efecto del "spleen" del mundo que quien se inmola con aviones por la improbable promesa de Alá sobre el Paraíso. Ambos escucharon la publicidad de Nike. Ambos responden al llamado tecnológico que mientras promete el paraíso en suelas con cámaras de aire, grita al mundo la consigna más imposible: "Just do it".
Todos sabemos finalmente que dadas vuelta todas las opciones del siglo veinte, el Paraíso prometido no es más que la promesa de un nuevo "Resort turístico" para los que no alcanzaron (o se niegan) a pagarlo en este mundo. Y que la escenografía del Resort está calcada sobre la iconografía medieval de la Tierra Prometida. Seguramente ambos dicen lo mismo, la vida, la vida real, esa a la que queremos llegar, está en otra parte: de allí que los paisajes sean siempre extraños y las personas por efecto de la comunicación continua inmediata veloz las extrañemos todo el tiempo: "Puedo pasar horas enteras contemplando la 'extrañeza' del paisaje – dice un personaje- y te extraño mucho", agrega en el email.

Quería decir algo de la contemporaneidad de lo que escribe Florencia ( o de lo que escribió, porque la contemporaneidad es en pasado) pero no sé decir con respecto a qué es contemporáneo sino como el cruce en la calle de tiempos que inevitablemente están condenados a volverse divergentes y a ser otros tiempos. Como quien pudiera decir que una novela es contemporánea de un tiempo que no ocurrió jamás o que ya no existe, no porque sea pasado; sino porque se disolvió.
Quería hablar del efecto más impresionante de esta novela que es esa "instalación verbal" desinstalada, o resignada al derrumbe, como los personajes refugiados en el resort, en el campo de refugiados, en el loquero, en la filosofía, en la Patagonia o en la poesía. Todos espacios al mismo tiempo clausurados y contaminados por el presente (que es siempre el tema obsesivo de los poemas o los relatos de Florencia) y que al mismo tiempo buscan desesperados la intemporalidad (bipolares) y que se prometen como vacaciones a un resort en un viaje en avión, que inevitablemente se va a incrustar contra las Torres Gemelas, es decir, contra el Paraíso.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Florencia abate... sobre todo al lector!

Sumo dijo...

Decir que Presente continuo (Linkillo, sábado, julio 07, 2007) por Ariel Schettini es la presentación de un novela es mucho. O es quizás anacrónico. La presentación, el género presentación, necesita un tiempo que Presente continuo ya no tiene. Y en ese ya no del tiempo (que es la instalación verbal) es donde se escribió como robada al tiempo la presentación (¿qué otra cosa es el Presente continuo sino una instalación verbal –desinstalada- robada a la novela de Florencia Abbate?)
Me gustaría decir que la presentación de Schettini es una instalación de Schettini. Instalación tardía, digamos para treintiañeros y cincuentones contemporáneos que son los chicos Brandon -condenados a una vida de post aprendizaje- de aprenderlo todo de nuevo y de no haber aprendido nada. Pero tampoco estoy seguro de que se trate de una instalación. Sólo voy a decir que Flor Schettini le está escribiendo la novela a Ari Abbate y Schettini se construye una instalación verbal a medida que la novela de Abbate se deforma.
Quizás sería mejor no llamarla una presentación ni una "instalación" sino una mínima instalación, un cuartito ínfimo que dura sólo en la memoria, y menos, en la página, en el Verso.