miércoles, 4 de julio de 2007

Escenografía



Interesada por la escenografía de El amor en los tiempos del dengue, Vivi Tellas me pregunta cómo se llegó a la idea de los plásticos. Empiezo con una disculpa: "es que había sólo 1.000 pesos para todo el montaje". "No", me corta. "No me podés decir eso". De acuerdo: Cecilia Figueredo pensó que las características de la pieza (y del ciclo en el que se incluye), permitían pensar en un ambiente a medio hacer (o deshacer). Un ambiente en obra, o una casa desmoronándose (la gotera que horada el audio al principio y al final de la representación va en la misma dirección). En todo caso, también se trataba de obtener un cierto lujo visual (el reverbero de las luces en los plásticos) a partir de pocos elementos. Por otro lado, a los actores les divertía la idea de tropezar con los jirones de plástico amontonados que hay en el escenario, porque lo mismo les sucede con el tema del que parlotean: se tropiezan, una y otra vez, con el dinero.
Es extraño que la crítica especializada haya reparado en ello y, a la vez, haya censurado ese deseo de diversión y de tropiezo (pero tal vez convenga reflexionar separadamente sobre la extravagancia de llamar "crítica especializada" al acto de atribuir estrellas a comidas, películas, pensiones, hoteles y obras de teatro).
Naturalmente, luego llegaron las complicaciones. Como, a veces, quienes ocupan la sala antes de El amor en los tiempos del dengue "entregan tarde la sala"
(aprendo vocabulario aceleradamente), hay que montar la escenografía y corregir las luces contra reloj y la función se atrasa. Irremediable. Pedimos disculpas.

(anterior)

3 comentarios:

Tommy Barban dijo...

Sonamos, Daniel, cuando un teatrista le dice a otro teatrista que le "encantó la escenografía" es como cuando una chica linda le dice a una chica fea "qué lindo tenés el pelo."

Tommy Barban dijo...

Pénsándolo mejor, como en tantas otras cosas, Vivi debe ser la excepción a la regla y siempre va de frente. Si te dijo que le encantó la escenografía, también le debe haber encantado la obra.

Anónimo dijo...

Sí realmente fue insoportable esperar 30 minutos en la puerta sin que nadie avisara nada!